"Nunca coy a mentirte Becca".

27 1 0
                                    


Era casi la una de la madrugada cuando los Campbells llegaron y me pagaron la noche. Al conducir por esa solitaria carretera rural no pude evitar pensar en Blake. Sobre todo mientras pasaba por el punto en el que mi coche se había ahogado y muerto. Donde nos conocimos.
Mi teléfono sonó, el cual estaba en mi portavasos. Una rápida mirada reveló que era Kath. Contesté, manteniendo una mano cuidadosamente en el volante.
Inmediatamente, el fuerte ruido de las voces y la música a todo volumen me saludó.
-¿Hola? -dije en voz alta.
-¿Has terminado ya? -Su voz llegó de nuevo fuerte en mi oído, con un tono exasperado-. Trabajas demasiado, chica.
Esto viniendo de la chica que nunca tuvo que trabajar. Rodé los ojos. -Sí. Estoy de camino a casa.
-¡Encontrémonos! Estoy con Suzanne.
-No, está bien. Me dirijo a casa.
-¡Hay una mierda de fiesta! Quien-tú-sabes está aquí.
Mi pecho se apretó con burla cantarina. -Está bien. Estoy cansada.
-¡Poco convincente! Vamos. ¿No quieres ir a por otra ronda con él? Se ve realmente caliente... y deberías ver a esta perra poniéndose en evidencia para conseguir su atención en este momento. ¡Tienes que estar aquí y reclamar a tu hombre!
No me molesté en explicar que él no era mi hombre. Claramente,Kath se había lanzado un poco demasiado esta noche. Dudaba que registrara las palabras, siquiera. -¿Conducirá Suzanne?
-Sí, mamá. Y ella está seca como un silbato. Su identificación fue confiscada la semana pasada por un guardia de seguridad en Freemont's. -Se echó a reír. Oí a Suzanne en el fondo insultarla.
-Sé buena -dije-. Voy a colgar ahora.
Kath comenzó a hacer sonidos de abucheos. Sonriendo, colgué. Todavía sonreía cuando entré en los límites de la ciudad. La sonrisa se me escapaba mientras las palabras de Kath se reprodujeron otra vez en mi cabeza. Todo lo que podía ver en mi mente era a Blake sirviendo bebidas mientras las chicas lo adulaban. De repente, ya no conducía hacia casa.
Sin un objetivo claro en mente, me dirigí hacia Mulvaney's.
Mulvaney's estaba lleno como de costumbre, pero había una gran cantidad de personas que ya se marchaban, dirigiéndose por las puertas hacia la noche oscura y fría. Eché un vistazo a mi teléfono, confirmando que faltaban tan sólo treinta minutos hasta el cierre. Probablemente habían anunciado la última llamada. Sabía que era una especie de sin sentido llegar tan tarde, pero aquí estaba yo. Fuera de lugar en mi enorme sudadera de la universidad, pantalones vaqueros y zapatillas de deporte. Muy lejos de las chicas que se congelaban el trasero con sus diminutos vestidos.
Yo llevaba el cabello recogido en una trenza floja. Mi cara estaba libre de maquillaje, pero no me importaba. No estaba aquí para ser recogida ni impresionar a nadie. Y aun así tampoco pretendía estar aquí por Kath. Amaba a la chica, pero no estaba de fiesta con ella y Suzanne. Yo sólo quería verlo. No necesitaba que me viera. En realidad, no quería que él se fijara en mí en absoluto. Verlo era una especie de deseo profundo y obligatorio que tenía que alimentar.
Me mantuve alejada de la barra y localicé a Kath, justo en el medio de un grupo de chicos. Naturalmente. Ella alzó las manos en el aire y gritó cuando me vio. Arrojó sus brazos alrededor de mi cuello y me abrazó como si no me hubiera visto en una semana y no sólo esta tarde.
-Eres una borracha cursi -murmuré en su oído, incómoda con la atención que atraía hacia mí.
Se echó hacia atrás y agitó un dedo hacia mí. -No estoy borracha.
Miré a Suzanne, que se encontraba claramente sobria y pareció molesta sobre ese hecho. -Sí, ella ha bebido un poco de más.
-Bien, bien, bien, bien. Este es el trato. Este es el trato. -Oh, sí. Definitivamente borracha. Siempre se repetía a sí misma cuando había bebido mucho. Agitó ambas manos en el aire-. Lo acabo de ver en la barra. -Hice una mueca por su volumen. Incluso por más fuerte que la habitación sonara, su voz se elevó por encima del estruendo.
-Shhh. -Arrastré sus dos manos hacia abajo, pero continuó hablando con esa voz demasiado alta.
-He estado manteniendo un ojo sobre él, sin embargo. ¿Y esa perra en el top rojo? Quería cuidarlo de ella por ti, pero Suzanne aquí no me dejó.
Disparé a Suzanne una mirada agradecida. -Creo que es hora de que vayamos a casa.
Suzanne hizo un solo gesto de acuerdo. Los chicos cercanos gimieron con decepción.Kath se unió con sus gemidos y señaló ampliamente.
-Oww. Ellos quieren que me quede.
-Estoy segura de que lo hacen. Lo siento, chicos. -Deslicé un brazo por la cintura de Kath.
A medida que avanzábamos a través de la planta principal, no podía detenerme. Mi mirada saltó al extremo de la derecha, explorando la barra. No vi a Blake. Un vozarrón gritó la última llamada, y más cuerpos comenzaron a moverse hacia la puerta trasera. Nos movimos lentamente, atrapadas en la corriente.
La voz de Kath me sacudió, demasiado ruido en mis oídos. -¡Oh! ¡Oye! Hola Blake mira Becca. Es Blake.
Mi mirada fue hacia adelante.Blake se paró frente a nosotras, mirándome con una expresión vacía.
-Hola -le dije en voz baja.
Su mirada me recorrió y me recordó la forma en que me veía. Sin maquillaje. Pelo desordenado. Sudadera manchada con puré de manzana. Impresionante.
-¿Qué estás haciendo aquí? -No era el saludo más cordial. ¿Tenía prohibida la entraba al bar ahora?
Un incómodo silencio cayó entre nosotros, que solo fue más evidente porque no había tanto ruido rodeándonos. Pero allí estábamos, sin decir nada. Moví los pies, muy consciente de las miradas ávidas de Kath y de Suzanne balanceándose entre nosotros como si estuvieran viendo un partido de tenis. -Yo... ¿No debería estar aquí? -Al instante me arrepentí de la pregunta. Realmente no quería oírle proclamar que no era bienvenida aquí, y la decidida falta de calidez en su mirada me dijo que eso es lo que iba a hacer.
Cruzó los brazos sobre el pecho, haciendo ondular su tatuaje. Las mangas de su camisa se tensaron contra sus bíceps. Algo se agitó dentro de mí mientras recordaba cómo se sentían de apretados esos bíceps bajo mis dedos.
Me miró de nuevo y mis mejillas se calentaron aún más, recordando que él sabía exactamente cómo me veía bajo mi menos que halagadora ropa. Bueno, al menos cómo lucía en la mitad superior. -Por lo último que recuerdo, tenías prisa por salir de aquí. -Inclinó la cabeza hacia un lado y continuó-: ¿O era sólo de mi cama de donde tenías prisa por escapar?
Aspiré una respiración sibilante.
-Ohhh. ¡Maldita sea,Becca! -Miré a Kath. Ella se encogió de hombros y me miró como disculpándose-. Te dije que fue duro.
¿De verdad acababa de hacer eso? Mi mirada volvió de nuevo hacia él. Y ¿en serio acaba de decir eso?
-Oye. Está bien. -Levantó una mano, con la palma hacia fuera-. Quiero decir, sabía que estaba siendo utilizado, pero no me di cuenta de que no era digno de una despedida.
Habiendo aparentemente terminado conmigo, empujó hacia atrás a través de la multitud hacia la barra.
-Tu boca está colgando abierta -dijo Suzanne a mi lado.
La cerré con un chasquido.
-Amiga. -Kath se le quedó mirando. Ella giró la cabeza para mirarme. Esperé, pensando que iba a ofrecer alguna pieza profunda a modo de consejo.
Todo lo que conseguí fue-: Él es tan sexy.
Solté un bufido. -Sí, ya lo has dicho antes.
-¿Y jugaste con él? Vaya. Yo sólo quería arrastrarte fuera de tu concha. He creado un monstruo. ¿Cómo llegaste a ser así de vagabunda? -Se cubrió la boca con los dedos en un intento de reprimir una risita.
Poniendo los ojos en blanco, apreté mi brazo alrededor de su cintura. -Estás jodidamente borracha. Vamos. Vamos a llevarte al coche.
Apoyó la cabeza en mi hombro mientras salíamos del bar. -Las amo, chicas -gorjeó-. Son como las mejores personas en mi vida. Ustedes dos y Camila.
Le envié una larga mirada, preguntándome si la borrachera de esta noche tenía algo que ver con la conversación telefónica que había tenido hoy con su madre. Había entrado en la habitación cuando ella colgaba. La tez de Kath era generalmente como pálida porcelana. Parecía un pequeño duendecillo irlandés con sus brillantes ojos azules, el pelo oscuro y la piel sin defectos, lechosa. Pero en ese momento, banderas rojas brillantes teñían sus mejillas.
No sabía de qué habían hablado, sólo que los labios de Kath se habían apretado en las esquinas. Cuando le pregunté si estaba bien, repentinamente se mostró alegre y rápidamente cambió de tema.
Kath cayó como un peso muerto en el asiento del pasajero del coche de Suzanne. Miré a Suzanne por encima del techo. -¿Puedes llevarla bien a casa, Suze?
Asintió, moviendo de un tirón su pelo negro liso por encima del hombro. -Vamos a estar bien.
Kath se animó en su asiento. -¿Adónde vas?
-Sólo voy a hablar con Blake.
-Oh, hablar -dijo ella, su voz cargada de exageración-. ¿Así es como lo llaman en estos días?
Suspirando, pero con una sonrisa, me volví a mirar a Suzanne. -¿Segura que puedes manejarla?
-No te preocupes. La meteré en casa y la arroparé. Y si eso no funciona siempre puedo asfixiarla con una almohada.
-¿Escuchaste eso? ¡Quiere matarme! ¡No me dejes con ella!
Rodando los ojos, cerré la puerta en su cara con Kath sin dejar de hablar.
Las vi salir del estacionamiento antes de volver al bar, empujando contra la avalancha de personas. Esquivé a una temblorosa rubia en su minifalda demasiado corta.
Para el momento en que llegué a la habitación principal de nuevo, el lugar estaba casi vacío, los pasos de las personas que permanecían latía pesadamente sobre el suelo de tablones.Blake era fácil de localizar. Se encontraba de pie en el bar, hablando con otros dos camareros. Ellos asintieron, escuchándolo mientras los instruía en algo.
Observé este nuevo lado suyo, viéndolo ahora. Apreciándolo. El borde autoritario que siempre había estado allí y no había reconocido. Que había visto, pero no había pensado que en realidad pudiera ser el encargado del lugar. ¿Cómo un joven de veintiún años llega a estar a cargo de un bar? Me parecía una gran responsabilidad. Él dijo que había estado en su familia desde hace tres generaciones, pero ¿dónde estaba su padre? ¿O su madre? ¿Por qué no estaban ellos encargándose?
Me crucé de brazos. Sobre todo porque no sabía qué otra cosa hacer con ellos, pero tal vez porque pensé que con eso también podría disimular mi sudadera manchada. Realmente debí de haber considerado mi vestimenta para esta noche. Una parte de mí debió de haber sabido que podía terminar aquí.
Me sentía incómoda parada allí, así que cambie de pie, esperando a que el me viera. Uno de los camareros, un hombre mayor con bigote, se fijó en mí mirándolos a ellos tres. Él asintió en mi dirección.Blake giró y me miró. Al instante, su expresión se endureció, la facilidad con la que había estado allí desapareció. Y eso me dolió un poco, sabiendo que yo había hecho eso.
¿Fue solo la otra noche cuando él me había besado y dicho esas cosas que me hicieron sentir especial? No como una chica que no está acostumbrada a los besos y a los chicos calientes con sonrisas sexy. Lo hizo natural... estar con un chico. Estar con él. Me hizo sentir hermosa.
Su boca se apretó en una delgada línea. Dio un paso hacia mí, deteniéndose un momento para hablar con los otros dos camareros antes de levantar la barra superior y cruzar hacia donde yo estaba.
-Has vuelto.
-Lo siento.
Lo que fuera que esperaba que dijera, no creo que fuera eso. Él parpadeó. -¿Por qué te disculpas?
-Debería de haber dicho adiós. Eso fue grosero. -Me encogí de hombros, incómoda bajo su mirada intensa y decidida a ir por la honestidad, sin importar que tan patética me hiciera sonar-. No estoy familiarizada con las reglas que van con estar con alguien. Lo siento. Lo estropeé. -Lo miré, esperando.
Continuó estudiándome. La dureza de su expresión decayó. Su boca se relajó un poco. Parecía más desconcertado que cualquier otra cosa mientras estaba allí mirándome como si fuera algún tipo especie extraña.
-Bueno. Solo quería que lo supieras. Buenas noches. -Dando la vuelta, me alejé.
No camine ni cinco pasos antes de que su mano se posara en mi hombro. Me di la vuelta.
No me moví. No hablé mientras su admisión se hundía y hacía que mi rostro se calentara.
-Oh. -Finalmente logré sacar el nudo de mi garganta. No podía dejar de preguntarme qué habría pasado si me hubiera quedado. Si hubiera estado allí cuando se despertara. ¿Qué habría dicho? ¿Qué habríamos hecho? ¿Lo habríamos retomado desde donde lo dejamos antes de que nos quedáramos dormidos?
Alargó la mano y acarició la parte inferior de mi sudadera. -Me gusta esto.
-¿Mi sudadera? -Reí con nerviosismo-. Llevo puré de manzana. -Hice un gesto hacia la mancha en mi pecho.
-Te queda bien.
-Ahora sé que estás mintiendo.
-No. -Le dio a mi sudadera un pequeño tirón, atrayéndome inexorablemente hacia él, poco a poco, y fue como la otra noche otra vez. Su presencia era abrumadora, el calor que emanaba de él. Lo semis miel de sus ojos parecía convertirse en humo cuando me miraba. Estaba bajo su hechizo. Tal vez nunca había dejado de estarlo. Había estado fascinada desde nuestro primer beso, y especialmente desde la noche que pasé en su apartamento. Tal vez esto era lo que me había traído de vuelta aquí, en medio de la noche. Tal vez tenía la esperanza de repetir la experiencia.
-Nunca voy a mentirte,Becca. -Esa expresión suave voló a través de mí como una explosión sónica. Loco, pero oí más que su voto, para ser honesta. Las palabras estaban llenas de expectativas de que habría un él y yo, un nosotros. En verdad íbamos a hacer esto. Lo que sea esto fuera.
-¡Oye, hermano! ¿Aún voy a irme contigo esta noche? -La cabeza de Blake se giró en dirección a la voz. Seguí su mirada y vi a Logan cargando una caja con vasos vacíos. Sus ojos se iluminaron cuando me vio-. Oh, hola.Becca.., ¿cierto? ¿Cómo va todo? -Su mirada se deslizó entre su hermano y yo, y de repente se veía muy contento-. Veo que encontraste al hermano tras el que ibas realmente. Demasiado malo para mí.
Avergonzada, murmuré un saludo y me separé un paso de Blake, metiendo un mechón de pelo suelto detrás de mí oreja. Su mano cayó de mi sudadera.
Blake le frunció el ceño a su hermano. -Sí, después de que termines de transportar todo a la cocina.
-Genial. Nos vemos,Becca. -Con un guiño, Logan se dirigió a la cocina.
-No lo estropeaste. Me gusta que no sepas cuáles son las reglas cuando se trata de estar con alguien.
-¿En serio?
-Sí. Tú no eres... -Se detuvo, y se pasó una mano por su cuero cabelludo. Mis palmas se estremecieron, recordando lo suave que se sentía su cabello contra mis palmas-. Tú eres diferente. No me gustó despertarme y encontrarme con que te fuiste.
Mierda no se que se supone que tengo que decir... -Ya es tarde. -Mis dedos empujaron el pelo que ya estaba escondido detrás de mí oreja-. Me tengo que ir.

-Caminaré contigo hasta tu auto.

-¿Acompañas a cada chica que sale de esta bar hasta su coche?
Se detuvo a mi lado. -En primer lugar, la mayoría de las chicas no se van solas. Ellas están con un grupo. En segundo lugar, tú no eres cualquier chica para mí. -Hizo una pausa y mi pecho se apretó cuando esas palabras se hundieron en mí como la tinta manchando mi piel-. Y creo que ya lo sabes.
El aire salió de mis pulmones. No podía pensar en una sola cosa que decir. Salimos hacia el frío de la noche y empezamos a caminar a través de la gran cantidad de piedrecillas. Cuanto más nos movíamos hacia mi auto, más pensaba en la última vez en que él me acompañó hasta mi coche. Nuestro primer beso. Y luego eso me llevó a pensamientos de la noche en su apartamento, que consistían en un montón más de besos. Y toques. De repente me froté las palmas de mis sudorosas manos contra mis muslos.
En mi coche, abrí la puerta. Con una sonrisa que se sentía extraña y demasiado apretada en mi cara, le enfrenté. -Gracias.
Me examinó durante un largo instante bajo las luces del estacionamiento.
-¿Así que tú solo viniste hasta aquí para pedirme disculpas Becca? ¿Eso es todo?
Tragué saliva. -¿Sí?
¿Por qué la palabra salió como una pregunta? ¿Y por qué me miraba como si no me creyera?
-Pensé que podrías haber querido continuar donde lo dejamos. -Deslizó la mano dentro de su bolsillo y se balanceó sobre sus talones-. Aprender unos cuantos consejos, tal vez.
Allí estaba. El elefante en la habitación. Pretendiendo que no estaba allí.
-Creo que lo que hicimos fue... -No llegue a decir "suficiente". Porque ¿de verdad quería que lo fuera? ¿Por qué no estirar esto un poco más? Sólo mejoraría mi forma de besar y todas las otras cosas, ¿no? Los juegos previos. Era eso lo que yo buscaba. Además, faltaban semanas hasta las vacaciones de Acción de Gracias y el tiempo ininterrumpido con Joshua. A pesar de que una voz susurró en mi cabeza que esto podría complicarse, la ignoré. Quería más. Simple y llanamente.
-Bueno, ¿qué queda por aprender? -le pregunté, sobre todo porque no quería parecer un perrito ansioso y desesperado por placer. Incluso si eso es lo que era.
Se echó a reír. El sonido era bajo y profundo, y se arremolinó en mi vientre como sidra caliente.
Defendiéndome del delicioso efecto de su risa sobre mí, pregunté-: ¿Qué?
-Oh, hay mucho aún por aprender. Esa pregunta solo muestra lo mucho que aún no sabes. -Se quedó en silencio y me examinó de nuevo-. ¿Supongo que la cuestión es hasta qué punto estás dispuesta a ir conmigo? -Su boca se curvó en una sonrisa lenta-. Todavía no estás lista para eso, ¿verdad?
Parpadeé. -Yo n-no puedo. No es que...
Se rio en voz baja. -No estés tan asustada. Sólo lo comprobaba.
Mi cara se sentía como si estuviera en llamas. Me moví sobre mis pies y clavé la punta de la llave del auto en la carnosa almohadilla de mi pulgar. Moví la mirada hacia algún lugar por encima de su hombro, con la vista perdida en la noche oscura. Era demasiado humillante. No podía mirarle a los ojos mientras discutíamos si quería o no más lecciones en sus juegos previos y hasta qué punto estaba dispuesta a ir.
En lugar de contestarle directamente, le pregunté-: ¿Tu hermano no está esperando por ti esta noche?
Sí, quería más. Sí, estaba dispuesta a ir más lejos, pero no me pareció que fuera a suceder esta noche.
-Sí. Lo está. Supongo que nuestro tiempo se ha terminado.
Asentí, mojando mis labios mientras pasaba mi mirada a su pecho, a la escritura curvilínea que enunciaba MULVANEY'S en su camisa. Era más fácil que estar mirando esos ojos brillantes que parecían tener el poder de hipnotizarme.
Las piedrecillas crujieron mientras él se acercaba más. Bajó una mano a la puerta de mi auto, enjaulándome parcialmente. Seguí su largo brazo extendido, explorando la piel tatuada, hasta que le miré de nuevo a los ojos.
-A menos -empezó a decir-. ¿Que me estes invitando a tu dormitorio?
Santo infierno. ¿Quiere venir a mi dormitorio conmigo?
-¿Quieres ir a mi dormitorio?
-A menos que tengas un compañero de cuarto. -Sus labios se torcieron en esa media sonrisa sexy-. Eso podría dificultar las cosas.
-Um, de hecho no lo hago. Comparto zonas comunes. Estoy en una individual. Tengo la habitación para mí sola.
Mis palabras se quedaron flotando entre nosotros. El aire crujía, lleno de tensión y algo indefinible. Y sin embargo, lo reconocí. Sucedía mucho a su alrededor, zumbando sobre mi piel como una carga eléctrica.
-Eso es conveniente -murmuró.
Me lamí los labios. Se sentía como si nos hubiéramos estado mirando el uno al otro desde siempre. Otro segundo y podría estallar por toda la tensión.
-Entonces. -Arqueó una ceja-. ¿Me estás invitando?
-Oh. -Una risita nerviosa escapó mis labios-. Sí. Sí. Supongo que lo hago.
Sonrió y me derritió allí. Agarré el borde de la puerta para evitar que mis rodillas se doblaran.
Se inclinó hacia adelante, un brazo todavía cerca, enjaulándome. -De acuerdo. Te seguiré.
-De acuerdo -repetí, sonriendo como una tonta.
Bajó el brazo de mi auto y caminó hacia atrás, sin dejar de mirarme mientras se movía. -Espera aquí. Voy a traer mi Jeep.
-De acuerdo -le dije de nuevo, deseando poder encontrar algo mejor que decir. Algo inteligente y coqueto.
Solté un suspiro tembloroso cuando se giró y se alejó corriendo.

**************************************************

JUEGOS PREVIOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora