14.

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-Adam, ¡Amigo mío!, ¡Que bueno verte!- Hablo ella saliendo de su casa cerrando la puerta, al verme que estaba sentado en él porche, ella se sentó afuera de mi nueva casa.

-Eiden, ¡Amiga mía!, ¡El gusto es mío! -Hable contento.

-¿Que haces afuera?- Hablo ella mientras se recargaba en él barandal a pocos centímetros míos.

-Esperaba a que mi vecina saliera y así pudiéramos dar una caminata nocturna, juntos, ¿Qué dices?- Hable sonriendo.

-La vecina, dice que, ¡Si!- Ella sonrió.

Yo me pare del piso de concreto y difícilmente aparentaba que casi me caía con una pequeña roca enfrente mío.

-¡Cuidado vecino!- Hablo percatándose de mi casi posible caída.

-¡Gracias vecina!- Me reí al intento de como yo pensaba que no había visto que yo me iba a caer.

Los dos fuimos caminando y riéndonos de las cosas que decíamos, hacíamos o veíamos.

Lo estaba ocultando, claró. Era notório; a mí me empezaba a gustar Eiden.

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Cuando Las Luces De La Ciudad Se ApaganDonde viven las historias. Descúbrelo ahora