Me desperté en una cama que no era mía.
Me levanté, pero un ligero mareo hizo que me acostase otra vez. Cuando pasaron un par de segundos, volví a levantarme y esta vez sí que pude.
Me encontraba en una habitación muy diferente de la mía; las paredes eran de un color azul muy claro; había una estantería llena de medallas, trofeos y fotografías; debajo de la estantería se encontraba un escritorio con un portátil negro encima y alrededor hojas bien ordenadas; la colcha que cubría la cama donde hace un rato estaba tumbada era de color azul muy oscuro y al lado, una pequeña mesita de noche con un reloj-despertador en el que marcaba las diez menos cuarto de la noche.
Mi vista se dirigió a la pared llena de fotos, más bien a una en concreto.
Se trataba de un chico rubio, con unos preciosos ojos azules claros y sonriendo al objetivo mientras sujetaba una pelota de baloncesto entre sus manos. Tendría como unos catorce o quince años.
La puerta se abrió de repente. Me sobresalté, pero al ver un rostro algo conocido me tranquilicé un poco.
-Ya te has despertado- me sonrió el chico que me salvó del hombre encapuchado. Se acercó hacia mí con una encantadora sonrisa y me extendió una taza de chocolate caliente -Toma, bébelo- la agarré y mis dedos tocaron los suyos y un leve cosquilleo pasó por estos.
-¿Que-que ha pasado?- pregunté con el ceño fruncido y sobándome la sien con la mano libre. Me dolía aún.
-Vamos a la cocina y te cuento- me dijo, y yo solo asentí. Se puso en marcha y yo le seguí.
No sé por qué, pero ese apartamento me sonaba bastante.
Ya en la cocina, me indicó que me sentara en uno de los taburetes de la isla. Eso hice y él se quedó de pie en frente mío, mirándome detenidamente lo que provocó que me pusiera nerviosa.
-Emm... te cuento: estaba caminando por la calle hacia aquí cuando te vi con ese encapuchado, así que decidí darle la paliza de su vida por atacar a una dama- hizo una pausa para mirarme a los ojos y sonreírme, mostrándome sus blancos y brillantes dientes. Eso provocó que sonriera tontamente -entonces luego te desmayaste y decidí traerte a mi apartamento.
Le miré procesando todo lo que me acababa de decir.
-Vaya... muy caballeroso por tu parte- dije sonriendo, a lo que el respondió soltando una sonora carcajada que en ese momento fue música para mis oídos.
Me quedé observándolo por un par de segundos. Era guapo, muy guapo y fuerte, pero no en plan exageración.
Nos quedamos en silencio hasta que él habló:
-¿Cómo te llamas?- me preguntó curioso.
-Scarlett.
Él se quedó mirándome con su sonrisa aún intacta.
-Hermoso nombre para una chica tan hermosa como tú- se apoyó en el mármol acercándose más y no pude evitar sonrojarme.
-¿Y tú?
-Alexander- qué bonito nombre, me gusta.
-Es bonito.
-Gracias. Normalmente todos me llaman Alex, pero tú llámame como tú quieras.
Yo solo me dediqué a asentir levemente con la cabeza.
Miré a mi alrededor y cada vez me parecía más conocido ese lugar.
-¿Qué pasa?- me preguntó Alexander.
-Nada, es sólo que...- volví a mirar a todas partes con el ceño fruncido -creo que yo ya he estado aquí, porque me parece familiar.
Él me miro con el ceño ligeramente fruncido.
-Pues... yo me acabo de mudar esta mañana- dijo señalando las cajas. No me di cuenta de que estaban hasta que él me lo dijo.
Y de repente, como si hubiera escuchado un click en mi cabeza, ya sabía porque me resultaba familiar.
Me levanté del taburete y me dirigí hacía la puerta. Cuando la abrí, vi la puerta de mi apartamento en frente de mí.
-Eh, ¿qué pasa?- me preguntó él detrás de mí.
-Vives en frente de mí.
No obtuve respuesta, por eso giré mi cabeza hacia donde se encontraba él, mirándome confundido con esos hermosos ojos azules.
-¿Cómo?
-Que te acabas de mudar en frente de mí.
Y de repente, sonrió.
-¿Me lo dices en serio?- me preguntó con la sonrisa intacta y con un brillo en sus ojos.
-Muy en serio.
Me dirigí hacia la puerta de enfrente, saqué de mi bolsillo derecho mis llaves y, efectivamente, la puerta se abrió.
-¿Ves?- le dije girándome.
-Vaya. ¡Menuda casualidad!- rió él, a lo que le acompañé asintiendo con la cabeza.
-Bueno... Nos vemos.
-Adiós, Scarlett- me dedicó una sonrisa y sin dudarlo, se acercó a mí y me dio un suave y lento beso en la mejilla, lo que provocó que me sonrojara y que algo en mi interior se removiese.
Se dio la vuelta y entró a su casa dejándome ahí, sola y en estado de shock por lo que acababa de pasar.
Involuntariamente, lleve una mano a mi mejilla y una tonta sonrisa se mostró en mis labios.
Un pensamiento me estampó en la cabeza; me podría estar viendo por la mirilla de la puerta.
Rápidamente entré en casa y sin pensarlo, me dirigí a la ducha.
Fue un día agotador.
Capitulo dedicado a -GoldenSoul- por ayudarme en esta historia.
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Mi Esperanza
Novela JuvenilScarlett Woodhouse es una universitaria de 20 años, sin padres, sin familia... Su única familia era su tío, pero murió por un accidente de tráfico y su vida desde ese momento se volvió triste, apagada... Hasta el día en que conoció a Alexander McCa...