Capítulo 5

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Hacía como quince minutos que conducía a no se donde, por lo que decidí preguntar a dónde iríamos.

-¿Dónde vamos?

Él giró la cabeza por un segundo para mirarme y luego volvió a mirar al frente con una sonrisa en la cara.

-Es una sorpresa- dijo ampliando aún más la sonrisa.

-Sabes que sólo tengo media hora ¿no?- le pregunté elevando una ceja.

-¿Tienes algún examen o algo importante después de comer?- me respondió con otra pregunta.

-No, ¿por?

-Porque por hoy para ti las clases ya han acabado- me sonrió, y yo entre en pánico.

-¿¡Qué!?- le dije. Bueno, más bien le grité -No puedo hacer eso, Alex.

-Sí que puedes. Mañana le pides los apuntes a alguna amiga y punto- me respondió con tanta tranquilidad que me dieron ganas de abofetearle su preciosa mejilla -Vamos Scarlett,- me animó- no seas aburrida.

-¿Aburrida? ¿Yo?- él solamente asintió con una sonrisa de labios sellados -Yo no soy aburrida, soy la alegría de la huerta- sentencié con una sonrisa triunfal, a lo que él soltó una enorme carcajada.

-Por favor, Scarlett, no me hagas reír- se burló de mí.

-Ya lo verás, te lo demostraré- y al decir esas palabras, me arrepentí.

-Vale- dijo con una enorme sonrisa, y siguió conduciendo.

-¿A donde vamos?- volví a preguntar.

-Eso ya me lo has preguntado- me contestó sonriendo mirando a en frente.

- Bueno, pero es que si no me lo dices me puedo imaginar lo peor- él soltó una fuerte carcajada.

-¿Como que?

-Como que me vas a secuestrar y que le pedirás a Katy dinero por mi rescate- a veces podía ser demasiado creativa. Él tan solo volvió a reirse.

- Tranquila, no tengo intención de secuestrarte- contestó sin quitarse la sonrisa del rostro, como me encantaba esa sonrisa.

El resto del viaje se nos hizo corto. Alex aparcó en frente de la playa, cosa que no me lo esperaba, y nos bajamos del coche, él se dirigió a la parte trasera del coche, abrió el maletero y sacó una cesta.

-¿En serio?- le pregunté con una ceja levantada.

-Sep.- respondió- ¿Puedes coger esas toallas, porfa?

Me señaló el interior del maletero donde se encontraban dos toallas; una de color azul marino y otra blanca. Las agarré y cerré el maletero para luego dirigirnos hacia el camino de madera. Cuando llegamos al final, me quité los zapatos y él hizo lo mismo. Caminamos hasta estar lo bastante cerca del agua, pero también lo suficientemente lejos para que no nos empapáramos.

Alex dejó la cesta en la arena para luego abrirla y sacar un mantel de color rojo. Dejó la cesta en medio y se sentó en frente de ella, yo hice lo mismo pero me senté en el otro lado, en frente de él, y dejé las toallas a un lado mío.

-Bueno...- empecé- ¿qué has traído?- le pregunté curiosa.

-He traído...- sacó un Tupper del interior de la cesta -¡Mi famosa ensalada de pasta!

No pude evitar soltar una carcajada por la emoción de su voz.

-¿Sabes cocinar?- le pregunté con un toque de diversión en mi voz.

-Por supuesto- me respondió convencido- ¿Qué pasa? ¿Solo porque soy un hombre no debería saber cocinar?- me respondió falsamente ofendido. Solté otra carcajada.

Mi EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora