Capítulo 3

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—¿Dónde estoy?— susurré para mí.

Me encontraba rodeada de oscuridad, no veía nada, y me estaba empezando a asustar.

—Scarlett— dijo una grave y ronca voz muy familiar.

—¿Quién ha dicho eso?— pregunté mirando hacia todas partes.

—Scarlett, cielo— volvió a decir esa voz... Había escuchado esa voz antes...

—¿Tío?— pregunté con lágrimas en los ojos.

—Sí, cariño— dijo, y sentí que un nudo se me formaba en la garganta.

—¡Tío! ¿Dónde estás?

—Aquí cariño.

Miré por todas partes. Nada.

—No te veo.

Me di la vuelta para ver  dónde estaba, pero nada.

—Detrás de tí.

Me volteé y ahí estaba, con su cariñosa sonrisa.

—Tío...— murmuré sin poder creérmelo, y él me sonrió cálidamente.

—Sí, Scarlett. Soy yo, cielo.

Sin pensármelo dos veces, intenté correr a sus brazos, pero no podía. No podía mover los pies. Estaban como pegados al suelo.

—¡Ven a darle un abrazo a tu tío, anda!— me sonrió mientras abría los brazos.

—Tío, no puedo moverme.

Mi tío me miro aún con la sonrisa en la cara, como si no me hubiera escuchado. Entonces escuché el motor de un coche y de repente estaba en la calle. En la misma calle donde pasó todo...

El coche se estaba acercando y mi tío estaba caminando hacia mí.

El coche no paraba y yo intentaba moverme para sacarle de la carretera, pero no podía...

—¡Tío, ten cuidado!— grité desesperadamente. Él me miró con el ceño fruncido y giró la cabeza hacía el coche, y... Pasó.

El coche no se detuvo y le atropelló.

—¡NO!— grité intentando moverme y, al fin, lo conseguí y sin pensarlo, corrí hacia él.

-¡Tío!— me arrodillé a su lado y cogí su cabeza. Estaba inconsciente.

—Tío, no, por favor... No...— decía entrecortadamente mientras lloraba.

—Tío...—murmuré.

—¡NO!— grité despertándome de golpe, sudando y llorando.

No podía más y me rompí a llorar. Pasé así como quince minutos y luego fui al baño a lavarme la cara.

Volví a mi habitación y agarré una chaqueta y mi móvil. Miré la hora; la una menos veinte de la noche.

Abrí la puerta de casa y salí en dirección a las escaleras que subían al terrado.

Abrí la puerta y me dirigí a la barandilla del enorme terrado.

El viento golpeó en mi cara y me sentí mejor.

—¿Qué haces aquí?— me preguntó una voz detrás de mi y yo me sobresalté.

Me di la vuelta y ahí se encontraba Alexander con una lata de Coca-Cola en la mano.

—¿Qué haces tú aquí?— le pregunté yo.

El sonrió y se acercó más a mi.

—He preguntado yo antes.

Le miré a los ojos, que por la oscuridad se veían más oscuros.

—Eh...— intenté ganar tiempo para inventarme una excusa —Tuve una pesadilla.

《¡¿Por qué se lo has dicho?!》Me regañó mi subconsciente.

—¿Una pesadilla?— me preguntó curioso.

Yo sólo asentí y me dediqué a mirar el paisaje; desde allí podía observar casi toda la ciudad en comparación a mi terraza. El edificio era muy alto.

—Y...— se puso a mi lado y yo le miré de reojo —... ¿Se puede saber de qué se trataba?

Dudé un par de segundos en responderle. Era un desconocido y no sabía si podía confiar en él pero, sentía que sí.

—Sobre el accidente de mi tío.

Miré a un punto fijo y con ganas de llorar. Pero, obviamente, no lo hice.

Alex no me contestaba así que le miré de reojo; estaba mirándome fijamente.

—¿Cómo fue?— esa pregunta me tomó por sorpresa. Solté un suspiro y le contesté con un hilo de voz.

—Estaba cruzando la calle cuando una coche se lo llevó por delante.— sentía arder los ojos, pero no quise llorar —Era la única persona que me quedaba... Mi madre murió en el parto y mi padre... nunca lo conocí. Mi tío me dijo que ni siquiera se presentó en el parto.— una lágrima solitaria bajo por mi mejilla derecha, pero la aparté enseguida —Supongo que no le importé...— dije en un hilo de voz para mí.

En ese momento una ola de confusión cruzó mi mente; Porqué le conté eso? Era un desconocido, y no tenía porque saber nada, pero sentía una sensación rara y a la vez agradable a su lado que me inspiraba confianza.

—Lo siento mucho, sé lo que se siente— murmuró, y yo le mire frunciendo el ceño.

Alex me miraba y se acercaba a mi aún más.

—Yo... perdí a mi madre.— me dijo, y no pude evitar mirarle a los ojos —Tenía cinco años, ella tenía una enfermedad, no me acuerdo cuál era... era demasiado pequeño para darme cuenta de lo que pasaba a mi alrededor.

Yo le miré y tenía unas enormes ganas de darle un abrazo al ver su cara de melancolía. No me eché atrás y se lo di.

El tardó en corresponderme pero me rodeó la cintura y nos fundimos en un cariñoso abrazo.

No sé cuanto tiempo pasó, sólo sabía que en sus brazos me sentía segura y libre de precupaciones.

Nos separamos lentamente y mi rostro quedó a escasos centímetros del suyo. No pude evitar bajar la vista a sus labios, eran tan apetecibles...

Él también estaba concentrado en mis labios y cada vez se acercaba más. Era consciente de lo que iba a pasar, por eso me aparté.

—Bueno... Creo que ya es hora de irme.

Alex me miró fijamente, pero luego asintió y se acercó conmigo hacia la puerta.

—Si, yo también.

Bajamos las escaleras en un incómodo silencio hasta nuestro rellano.

—Emm... Adiós— dije abriendo la puerta. Él hizo lo mismo y se despidió con un gesto con la mano.

Entré y no pude evitar soltar un suspiro.

《¿Qué acaba de pasar?》

Negué con la cabeza y me dirigí a mi habitación para intentar dormir.

Mi EsperanzaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora