Bueno, creo que debo empezar desde el principio. No recuerdo muy bien cómo comenzó mi vida, ni creo que haya mucho que decir sobre ella. Lo unico que sé es que me desperté en un montón de esas cosas raras planas, flexibles con un montón de símbolos y dibujos extraños en ellas. Sepa qué sean, pero se puede dormir aceptablemente bien.
Vivo en un lugar con un montón de cubos enormes y duros con agujeros en forma rectangular. Los humanos de verdad hacen cosas muy extrañas. Muchas veces, veía a humanos altos y fornidos atacar desde lejos a otros con aparatos pequeños, tiraban misiles pequeños y los que recibían el impacto morían. Yo no podía siquiera pensar en ello, entre nosotros siempre nos respetamos y ayudamos, todos somos compañeros y cierto que había un líder y alguien que quedaba al fondo de la pirámide, «omega» se les llamaba, pero no nos matábamos unos a otros. Eso sí, es una historia completamente diferente con los gatos, a esos no los quiere nadie.
Fui a buscar algo de comer ya que no había comido en... ¿unos dos días? Si no encontraba al menos una misera rata moriría.
Me encontraba haciendo mi rutina diaria para encontrar comida, cosa que en el mejor de los casos me encontraba una rata —lo sé, es hábito de odiosos gatos pero tengo hambre— en el peor de los casos no comía y debía esperar al siguiente. De vez en cuando iba a uno de esos cubos gigantes donde viven los humanos a ver si me daban sobras, a veces me iba bien y conseguía un pedazo de masa aplanada de forma circular.
Me acerqué a donde más tenía suerte, un lugar de donde salían exquisiteces humanas y casi nada para mí. Yo esperaba que alguien me adoptase y llevar una mejor vida, pero los humanos siempre se alejaban de mí al verme. ¿Por qué? ¿Era porque me rascaba mucho o quizá porque yo estaba lleno de bichos? Tal vez ambas. Nada podía hacer.
Además algunos colegas míos me dijeron que antes tenían un dueño que los descuidaban o maltrataban. Ellos decían que era cosa de suerte, así que yo siempre desconfiaba bastante de los humanos.
Cuando llegué al cubo enorme donde casi siempre tenía suerte me le quedé viendo a una de las mesas con humanos, abrí mucho los ojos, me senté y puse las orejas hacia atrás. No sabía qué efecto surtía eso en los humanos pero siempre me servía... bueno, la mayoría de veces. Nah, bueno, no me sirvió esta vez, probaré en otra.
Luego de haber probado con todas las mesas, un hombre con una enorme tela blanca puesta (bueno, no tan blanca pues estaba llena de manchas) se acercó a mí, me tendió un plato con ¿agua? no, no era eso, pero sabía delicioso, tenía muchos gusanitos, no, no eran insectos, no estaban vivos, estaba rico así que me lo comí en menos de diez minutos.
Ya con la panza medio llena, me fui a vagabundear por ahí; siempre me gustaba ver a esas criaturas tan extrañas que modifican el mundo a su conveniencia, matando a la naturaleza e imponiendo sus propias reglas.
Llegué a una ¿calle? Creo que así se llama en idioma humano, por aquí acostumbraba a caminar para llegar a mi cama de cosas planas con símbolos. Seguramente debe estar hecha un desastre con todo el aire que está haciendo y que esas cosas con círculos y que van muy rápido siempre me las vuelan, entonces debo hacerla de nuevo o encontrar algún lugar mejor dormir.
Cuando estaba en una esquina, junto con un cilindro de esos rojos que usan los hombres con algo redondo en la cabeza para apagar el fuego —bueno, creo que para eso sirven, siempre le conectan algo largo como una serpiente— me encontré con un cachorro, era colochito e imagino que tenía a penas unos meses. A mis ojos era blanco, así que diremos que era de ese color.
Me acerqué a él y este se hizo un poco para atrás, estaba asustado, seguramente se quedó huérfano porque uno de esos enormes aparatos que usan los humanos le debió haber pasado por arriba, eso se veía mucho; o quizá alguien se la llevó a saber donde, también pasa, no se por qué, simplemente te persiguen con un cubo gigante y si te atrapan te encierran para siempre —según unos colegas— hay mil posibles cosas que le pudieron haber pasado a este inocente cachorro y era normal su nerviosismo.
Pero me daba curiosidad. Así que no le hice caso y traté de ignorarlo para que él se me acercara. Cosa que siempre funciona en estos casos; y así fue, cuando se acercó empezó a olfatearme, me puse de tal forma de que me oliera debajo de la cola —puede parecer asqueroso pero así nos saludamos—. Ahora estaba interesado en mí, me quería conocer... creo que he hecho un nuevo amigo.
Por ahí andaba con mi nuevo colega, varios humanos nos veían, apretaban los ojos y hacían sonidos extraños. Mientras se ponían a nuestra altura, nos querían puyar con sus dedos, o a veces tocar con la mano. Nosotros nos alejábamos, mi amigo había aprendido por las malas que no siempre es bueno acercarse a los humanos.
Caminábamos varias distancias esquivando las cosas rodantes. Hasta que una pequeña cachorra humana se nos acercó, no iba tan cubierta como los demás, no estaba tan limpia. ¿Cómo es que estaba sola? Obviamente no podría sobrevivir por su cuenta, me di cuenta de que estaba asustada, le daba curiosidad lo que éramos, y era cautelosa.
Y a mi también me daba curiosidad saber de ella, no proyectaba amenaza así que me acerqué, proyectando calma y sumisión. Mi compañero estaba al lado mío. Un poco más atrás, a él no le daba tanta curiosidad... estaba muy temeroso.
Despacio, la niña extendió su mano y con duda acarició mi cabeza, subió la comisura de su boca y emitió un sonido, un lindo sonido... creo que era la risa.
—Añslskdjdkañ —dijo algo, pero no entendí, ahora un poco más fuerte dijo alegre— ¡añskslañaldkd!
Se acercó a mi amigo, esta vez el no se alejó, movió la cola en señal de felicidad. Le lamió la mano y se echó para que lo rascaran. Y ella le correspondió, podía ver la alegría que le daba el estar con nosotros.
«El mejor amigo del perro, es el hombre» decía el dicho de nuestra especie, nunca lo había entendido ¿cómo puede ser tu mejor amigo alguien que te abandona? ¿Alguien que te pega?
Ahora lo entendía, los humanos hay dos clases, los amigos, y los enemigos. Yo nunca había conocido un amigo humano, todos eran siempre intranquilos, sentía la maldad en muchos, pero esta cachorra no... ella era pura, en paz e inocente.
Lo único que esperaba ahora era que sus iguales no la corrompieran.
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Vida a travéz de ojos de perro
Kısa Hikaye¿Alguna vez te has preguntado como es ser un perro? creo que no. Probablemente pienses que es una vida bella, relajada y tranquila; no tan cargada como la de un ser humano. Ese es el caso de un perro con hogar, pero... ¿y los callejeros...