Capítulo 25

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LAUREN

Navidad estaba pronta a llegar y los nervios en mi casa se hacían cada vez más presentes: el día antes de nochebuena darían los resultados de las elecciones y en las últimas encuestas realizadas, mi padre era quien tenía mayor ventaja. Pero aun así el ambiente era tenso.

Todos estábamos felices y ansiosos por esa noticia y lo que aquello significaba, pero a la vez sentíamos un vacío y aunque nadie se atrevía a hablar del tema.

Sería la primera navidad en la que Camila no estaría en casa con su familia y la primera en tres años que no pasaríamos juntas.

No nos habíamos rendido, pero tampoco habíamos hecho una búsqueda más exhaustiva. Íbamos a dejar que ella volviese cuando quisiera, si es que algún día lo hacía. Pero aún estaba esa voz en mi cabeza que me decía que no me rindiera y que la buscara porque tal vez ella me necesitaba. Así que hice algo que debí haber hecho desde que ella había desaparecido: fui a buscarla yo misma.

Era una locura, una pérdida de tiempo, de dinero y de sueño porque todo indicaba a que Camila había dejado la ciudad semanas antes y ahora podría estar en cualquier lugar de Estados Unidos. Pero estaba cegada por mi desesperación y por no tener noticias de ella. 

Yo me encontraba en 'la primera fase el duelo': la negación. Me rehusaba a creer que Camila había huido porque no me amaba, porque no quería estar conmigo o porque yo había hecho algo mal. Y más que nada, me negaba a siquiera pensar en la posibilidad de que ella nunca volviese... Y hasta ahora mi fase de negación era lo que me mantenía de pie, con ganas de levantarme cada día con la esperanza de tener nuevas noticias de Camila, noticias buenas. Pero no sabía por cuanto tiempo pudiese mantenerme en esta fantasía hasta derrumbarme por completo.

— Voy a salir, mamá. Regreso antes de las cinco— le avisé, saliendo de la casa con las llaves de su auto.

Conduje por horas hasta llegar a Chicago, un viaje que me tomaría menos de dos horas de no haber sido por la nieve que cubría la carretera y con la que debía tener sumo cuidado. Al llegar a la ciudad, busqué desesperadamente una gasolinera para llenar mi tanque y comprar comida chatarra. No me sentía con el ánimo de ir a un restaurante a comer sola, y tampoco me apetecía la comida de algún lugar de comida rápida.

La verdad es que estaba agotada. Parecía que todo el cansancio que había estado acumulando desde que Camila desapareció decidió salir a la luz hoy. El viaje había sido estresante y frustrante, había estado pendiente de la matrícula de cada auto que veía y me fijaba en el rostro de cada persona que pasaba. Tal vez alguna de ellas podría ser Camila.

Y ahí me di cuenta de lo muy desesperada estaba como para hacer un viaje de casi tres horas, en invierno y sin haber dormido mucho solo para ver si por cosas del destino, me llegaba a cruzar con Camila. Esto estaba volviéndose insano.

¿Qué sería lo próximo que haría, guiada por la desesperación? ¿Comprar un pasaje de avión a Uzbekistán por si llegaba a cruzarme con Camila allá? ¿Tirarme al océano y bucear hasta el fondo por si Camila estaba esperándome ahí? ¿Caminar todo el desierto del Sahara por si veía un destello y resultaba ser Camila?

Al salir de la gasolinera, caminé hasta el lugar en donde había dejado el auto de mi mamá estacionado. Pero una chica llamó mi atención, se veía un poco más baja que yo y de contextura delgada, vestía jeans negros y una sudadera color rojo, su cabello marrón caía en ondas por sus hombros y una gorra negra lo cubría. Llevaba lentes de sol negros, junto a un pequeño bolso en su espalda.

— ¿¡CAMILA!?— Grité, buscando llamar su atención. La chica volteó ligeramente su cabeza y no hizo ningún ademán de reconocimiento, solo comenzó a caminar más rápido.

Estaba completamente segura de que era ella y ahora que la había encontrado no pensaba dejarla ir. Así que comencé a correr, gritando su nombre, mientras ella corría también. Sentía que estaba por alcanzarla, pero entonces cruzó una calle transitada y cuando fue mi turno, el semáforo de peatones se puso en rojo y decenas de autos comenzaron a circular.

La perdí de vista en el mar de personas que transitaban por las calles y suspiré frustrada. Estaba casi segura de que era ella, pero a juzgar por la forma en la que corrió, debía estar equivocada.

Decidí que era hora de volver a casa.

*

No entendía porque sentía tanta hambre, si me había alimentado de todo lo que había comprado en Chicago. De todos modos, me detuve en la primera gasolinera que encontré en el camino y entré a la pequeña tienda.

Comencé a recorrer todos los pasillos en busca de algo para comer, hasta que la vi. Estaba en la sección de bebidas y su cabello se veía más hermoso que antes, vestía los mismos jeans negros con la sudadera roja, a excepción del bolso y los lentes de sol.

— Hola— le dije, sintiendo que finalmente estaba volviendo a casa. La boca de Camila se abrió en sorpresa y me miró fijamente.

Camila estaba parada frente a mí después de tres semanas.

— Yo...— comenzó a decir, bajando su mirada al piso—. Lauren... esto... yo...

— Shh, no importa, Camz.

La envolví en un abrazo y la apreté tanto hasta que sentí que la dejaba sin aire, pero necesitaba confirmar que era real y sentirla en mis brazos parecía ser la manera más efectiva. Al separarnos, incliné mi cabeza hacía un lado para unir nuestros labios en un beso, porque solo Dios sabía lo mucho que había extrañado la sensación de sus labios sobre los míos.

—No...— dijo, apartándome suavemente. La miré confundida y a la vez herida por su rechazo.

— ¿Qué pasa, mi amor?

— No puedo— respondió, mirando al suelo y jugando con sus manos. Estaba nerviosa.

— ¿Por qué? ¿Hice algo mal?— Pregunté preocupada, tomando sus manos y entrelazando sus dedos con los míos.

— No quiero lastimarte, Lauren. Eres una excelente persona... Alguien que se entrega por completo cuando ama y que merece alguien que la ame de ese mismo modo y que sea capaz de entregarse a ella... pero yo no soy esa persona. Creí que lo era, pero nunca lo fui. Me sumergí tanto en nuestro contrato y en lo difícil que era anularlo hasta que me olvidé de lo que yo quería y de lo que pasaba dentro de mí. Traté de complacerlos a todos pero nunca me sentí cómoda y creo que es momento de hacer lo que yo quiero por una vez en la vida.

— ¿Por qué huiste entonces?— Pregunté, con las lágrimas inundando mi cara y el corazón roto por sus palabras.

— Porque no quería casarme contigo.

¿Nunca les ha pasado que todo a su alrededor se detiene, y de repente parece que están fuera de este mundo y todo lo que escuchan es a una voz en su cabeza repitiendo las mismas dolorosas palabras una y otra vez, hasta que su visión se nubla y su nariz se tapa?

A mí me pasó eso en ese momento. Todo mi mundo se derrumbó y me arrepentí de haber ido a buscar a Camila, de pensar que ella había huido por otra cosa que no fuese yo y aprendí que a veces el ignorante vive más feliz que aquel que lo sabe todo.

— Hey... Cariño.

Abrí mis ojos, sintiendo mis párpados pesados y sin poder ver mucho por lo nublada que estaba mi visión. Pero pude reconocer la voz de mi madre y logré darme cuenta de que estaba en mi habitación.

Había llegado a casa dos horas atrás y tomé una siesta de inmediato. Mi encuentro con Camila había sido un sueño.

— ¿Esto es el mundo real?— Pregunté solo para confirmar. Mi mamá asintió, algo confundida.

— Necesito que hablemos algo.

— ¿Vas a castigarme por llevarme tu auto? Te avisé antes de salir y antes de que lo preguntes, también te dejé el tanque lleno y lo estacioné sin ningún golpe o rasguño. Sabes que soy responsable y...— Mi mamá me interrumpió antes de que siguiera hablando.

— Encontraron a Camila.

N/A:

A veces los sueños también se hacen realidad...

gone; camrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora