Capítulo 1. Obligación

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El día estaba tranquilo, soleado como de costumbre en el Imperio. Los rayos del sol entraban por la ventana abierta de par en par dando de lleno en el escritorio que tenía delante de él, alumbrando a su vez los pergaminos que estaban pulcramente organizados junto a otros documentos en la superficie. El cielo estaba despejado y afuera todo estaba en silencio, sólo podía oírse el canto de algunas aves sobre los árboles que rodeaban el palacio. Kouen no prestaba atención a esto. Realmente no estaba prestando atención a nada. Sus ojos estaban sobre los documentos mientras su mente divagaba en otras cosas, nada relacionado con los papeles que tenía en frente, sólo podía pensar en una cosa: la sentencia de su padre.

Así es como él lo veía, una sentencia. Y es que él no estaba para nada interesado en comprometerse. No le interesaba casarse ni nada de esas cosas. El hecho de ser tan popular entre las mujeres, no sólo por su posición como Primer Príncipe Imperial, también por ser considerado el guerrero más valiente del Imperio, la pieza más importante para este, además de su gran porte, y es que nadie podía negar que fácilmente era el hombre más apuesto en todo Kou, sobrepasando a sus hermanos más jóvenes incluso, todo esto hacia que pudiera tener a la mujer que deseara tan sólo con pedirlo. Aunque tampoco era algo que le llamara la atención. Estaba mucho más ocupado pensando en como lograr sus objetivos.

La unificación del mundo. Su maravillosa utopía. Esto si que era importante para él. No en vano se había esforzado tantos años junto a sus hermanos para lograr la expansión de Kou. Por algo, el que su padre le hubiera dicho que tenía que buscarse una esposa le parecía una idea vana.

Era cierto que la mayoría de sus hermanas ya estaban casadas, todas con nobles de reinos que ahora formaban parte del Imperio, era algo fundamental para tener su completa lealtad, sólo faltaba Kougyoku, pero ella aún era joven, y al ser dueña de un contenedor metálico no podía desposarla con cualquiera, debía asegurarse que fuera alguien merecedor de su hermana menor. Y sus hermanos, aún solteros, pero no importaba, Kouha también era joven y nada de eso le interesaba; y Koumei, él ya tenía una idea de como quería que fuera su mujer, y podía casarse cuando él quisiera. Pero él, el hermano mayor, el próximo emperador del Imperio, debía escoger una mujer pronto, una que estuviera a la altura de Kouen, una digna de ocupar el puesto de emperatriz de Kou. Pensar en todo esto le provocaba dolor de cabeza.

El emperador le había ordenado a Koumei que él se encargara de seleccionar algunas posibles opciones para su hermano, pues confiaba en el buen juicio del estratega. Así, durante una semana Koumei estuvo hablándole de varias princesas de diferentes reinos, posibles candidatas. Kouen estaba a punto de decirle a su hermano menor que eligiera la que le pareciera mejor, pero la imagen de su padre, repitiéndole que no podía cometer un error en la elección, lo detuvo. Aunque no quisiera, debía ser él quien seleccionara a la chica, a pesar de que ninguna era de su agrado. Todas le parecían demasiado simples. Su hermano seguía afanándose por encontrar una princesa del agrado del Primer Príncipe.

Kouen suspiró levantando la vista hacia su habitación. Inconscientemente sus ojos se desviaron hacia una repisa a su derecha, la repisa más alta del librero donde se encontraban más pergaminos y objetos antiquísimos. Pero no era nada de eso lo que sus ojos observaban. No, era algo más insignificante si se comparaba con cada cosa de lo que ahí había, pero a la vez algo que valía mucho más que todo junto. Al menos así era para él.

Un broche. Un simple broche para el cabello. Alargado. Fino. Hecho de plata y con incrustaciones de topacios azules y ópalos que simulaban pequeñas enredaderas alrededor de una columna. Bonito. Tal vez simple para alguien de la realeza. Pero no era por eso por lo que valía. Para Kouen lo que importaba era a quien había pertenecido.

Tocaron a la puerta. Kouen se sobresaltó tratando de volver sus pensamientos a lo que tenía frente a él.

-Adelante -la puerta se abrió dando paso al segundo príncipe que, como de costumbre, tenía cara de no haber dormido.

-¿Ya terminaste con eso hermano? He traído más propuestas -Koumei no esperó una respuesta. Encima del escritorio dejó unos cuantos papeles más. Al ver la cara de fastidio de Kouen, suspiró. -Más vale que te des prisa a elegir. El emperador está empezando a desesperarse.

-Lo sé...

-Te dejaré para que puedas pensarlo .

-Mei.

El chico, que ya había comenzado a caminar hacia la puerta, se detuvo mirando a su hermano en cuanto este lo llamó. La mirada de Kouen estaba de nuevo sobre la repisa.

-... Nada. Te avisaré si decido algo.

Koumei asintió sin decir nada más y salió de la habitación cerrando la puerta tras de sí. Sabía que su hermano se encontraba en un conflicto interno debido a la presión que su padre estaba ejerciendo por el asunto del matrimonio. Pero sabía que había algo más que preocupaba a Kouen. Aún así tenía claro que lo mejor era dejar que se relajara. Le contaría sus preocupaciones cuando se sintiera listo. Siempre había sido así con Kouen.

Antes de revisar los papeles que Koumei acababa de dejarle, Kouen pensó que no era malo sumergirse de nuevo en los recuerdos que ese broche le traía. Esos recuerdos que podían hacerlo sentir libre.

Te Esperaré... [#SA19]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora