Capítulo 3

3.3K 235 10
                                        

Su fría mano recorría mi cadera desnuda. Las sábanas de seda resaltaban la piel pálida de Taemin. Sus ojos se posaron en mí, sin saber lo que sentía, solo lo miré tratando de descifrar esa mirada.

—¿Te quedarás? —le susurré. Mi rostro estaba encondido en la curva de su cuello.

—TN. —Su voz sonó en mi oído.

—¿Qué sucede? —Lo observé.

—Perdóname —dijo, acariciando por un momento mi mejilla, hasta que desapareció.

***********************---------***********************

Su susurro se desvaneció, dejando un eco en mi habitación.

Sus labios seguían acariciando mi oreja hasta llegar a mi cuello. Era solo un leve rose que me hizo cerrar los ojos y devolverme al pasado.

Sus manos trataban de tocar mi cadera. Sentía la punta de sus dedos querer tocarme.

—Taemin...

Pronuncié su nombre, abriendo los ojos. Al hacerlo, recuerdos volvieron a mi mente.

"—Serás siempre mi perdición —susurró esa voz ya conocida.

—Debo matarte —dijo su fría y seca voz."

Sentí su tacto. Recorría mis brazos con la yema de sus dedos. Su respiración yacía en mi cuello; su nariz rozando mi hombro.

—¡Volviste! —dije, sin creerlo.

—Te dije que nunca me iría. No cuando tú estés viva —Lo sentí aún más cerca de mí.

Sus brazos me rodearon el cuerpo. Percibí su corazón latir con demasiada fuerza.

Sus brazos me apretaron más. Cerré los ojos y volví a sentirme cálida y segura.

Él había vuelto. Taemin había vuelto a mi vida.

*

*

Un año antes...

**28 de octubre de 2014

Por quinta vez en esa semana, volvía a sentirme vigilada.

Miraba repetidas veces hacia atrás, asegurándome de que nadie me siguiera.

Mis manos sudaban a medida que caminaba. Escuchaba el crujir de unos zapatos detrás de mí.

La noche estaba por caer, solo faltaban unos cuantos minutos.

Desde hacía algunos días venía sintiendo que alguien me observaba. Había visto a un sujeto persiguiéndome durante mi trayecto al colegio, incluso dentro de él. Un chico de cabellera oscura.

Entraba a casa cuando un ruido se escuchó en el patio trasero.

Me sobresalté. Mis padres no estaban allí; eso significaba que era alguien más quien se encontraba fuera.

Tomé el bate de mi padre y lo coloqué en alto. Entonces, caminé hasta la puerta trasera.

Al abrirla vi que un chico yacía sobre el césped. Su respiración era dificultosa. Su piel estaba pálida y cubierta de sangre.

—¿Cómo entraste aquí? —fue lo primero que dije sin dejar de mirarle.

Su gruñido se hizo presente.

Sabía que debía ayudarle, así que lo llevé dentro.

Desde entonces volvió cada noche. Escondiéndose entre las sombras, volvía a mi habitación. Su ceño fruncido, su piel pálida y aquella severidad en su voz.

H E L L - TAEMINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora