FINAL ALTERNATIVO

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Camino por los largos y angostos pasillos del centro de rehabilitación "Savehearth". Mis pasos son lentos y pesados, casi arrastrando los pies por los blancos y brillantes azulejos. No sé hacia donde me dirijo, sólo estoy aburrido y salgo a caminar y recorrer el lugar para poder distraerme un poco.

Llegué a este centro hace tres meses. Luego de despertar en el hospital, cubierto de vías que atravesaban mis venas y maquinas que controlaban mis signos vitales. Eso ocurrió después de mi fracasado intento de suicidio.

Se supone que debería estar en prisión por el delito que cometí, pero ninguno de los chicos quiso declarar en mi contra... y eso es algo que me perturba, aun no puedo entender porqué. El juez encargado de mi caso también decidió que no era suficientemente malo y peligroso como para pudrirme en una cárcel. Tampoco era un loco psicópata que merecía estar en un manicomio, pero sí; era un adolecente con una seria enfermedad psicológica que necesitaba ayuda.

Tras varios análisis con sicólogos, psiquiatras y terapeutas; llegaron a la conclusión que mi problema era una depresión. Distimia –algo así- una jodida y oculta enfermedad que me ha arruinado la vida y me hizo arruinar la de quienes me rodeaban.
Al principio me negaba a venir a este lugar. Me negaba a estar aquí. Me negaba a seguir viviendo. Los primeros días fueron un infierno, sentía que realmente estaba loco y en un manicomio. Me negaba a la las terapias. Me negaba a la medicación. Me negaba a absolutamente todo porque yo solo quería dejar de existir...

Pero con ayuda, con la ayuda que realmente necesitaba; comprendí que aquí iba a estar bien y era mi única salvación. Con el tiempo comencé a entender que aquí sólo querían ayudarme, que no era un lugar para locos, si no para personas con problemas que tenían solución. Sólo... necesitaba tiempo.

Ya son tres meses estando aquí y debo reconocer que me he sentido mejor. La medicación funciona, las terapias con los especialistas también, y me han ayudado a sacarme la loca idea de no seguir viviendo. El dolor que sentía en mi pecho, esa angustia que me consumía y desesperaba, ha ido desapareciendo poco a poco. Cada día que pasa tengo más ganas de retomar mi vida, volver a la escuela para poder entrar a una buena universidad y poder mejorar mi futuro. Sí las cosas siguen así el próximo mes podre salir durante el día, bajo vigilancia de mis padres. Y, si continuo mejorando; en un par de meses me encontraré fuera de aquí. Sólo tendría que volver de vez en cuando por las terapias.

* * *

Paso por fuera de la sala de recreación y miro hacia adentro a través de los cristales que me permiten ver quien se encuentra allí. Una única figura masculina sentada en uno de los amplios sofás capta mi atención. Me acerco un poco más a la ventana para ver de quien se trata y me doy cuenta que es el chico nuevo, bueno, digo nuevo porque ha sido el ultimo en llegar. Lleva aquí sólo dos semanas.

Su nombre es Baek y es bastante tímido y solitario. Casi no habla con nadie, ni siquiera en las terapias de grupo, y es entendible, ser nuevo y estar en este lugar es muy difícil. Yo era igual a él cuando llegue.

Me toma unos cuantos minutos decidir entrar en la sala, y hacerle algo de compañía a Baek. Creo que platicar será bueno para los dos.

– Hola, Baek. – saludo amigable, mostrando una cálida sonrisa. El chico no se había percatado de mi presencia y ha dado un pequeño brinco al verme.

– H-Hola...– titubea. Se había asustado y puesto nervioso.

– Lamento si te asuste. – me disculpo, soltando una pequeña carcajada.

– ¡No, no!, esta bien...

– Kai. – le interrumpo y recuerdo mi nombre.

– Kai. – él repite – Lo siento, aún me cuesta recordar los nombres de las personas de este lugar.

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