26-Final

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He anulado cuanto ocurría a mi alrededor. Estoy concentrado tan solo en ella. Mi cuerpo entero se rige por reflejos, o bien es que mi cerebro se ha aferrado literalmente a dos únicas tareas: tratar de liberarme de la presa de Steve y mirarla a ella.

Si deja de respirar, creo que también yo lo haré.

Ahora que he dejado de debatirme, solo se oyen gruñidos, respiraciones, murmullos. También algunos llantos. Tal vez el mío sea uno de ellos. Tanto da. Sin embargo, la totalidad de esos sonidos está ritmada por el bip lento, tremendamente lento del monitor.

La curva luminosa me hipnotiza. Paso de ella a Elsa, consciente de que, por primera vez, puedo oír su respiración sin artificios. Parece tan lenta, tan débil...

Con tanta gente rodeándome y vigilándome, no me atrevo a abrir la boca. Tengo ganas de decir tantas cosas a Elsa... Y al mismo tiempo, todo podría reducirse a unas cuantas palabras. Relajo los hombros de golpe, el apretón de Steve se afloja poco a poco.

—Tienes que dejar que se vaya, tío.

Mi cabeza se lanza hacia delante y los ojos se me anegan de lágrimas. Mi boca repite una y otra vez el nombre de Elsa sin pasar del murmullo, luego recupero la voz con una última brizna de esperanza.

—¡Elsa, demuéstraselo!

Noto que todas las miradas se vuelven hacia mí.

El bip sigue con su pulsación cada vez más lenta. Tengo los puños tan apretados que mis manos deben de estar completamente blancas. En mi mente, inicio una cuenta atrás. «Diez... Nueve... Elsa, despierta... Ocho... Siete... Va, sé que me oías... Seis... Reaccionaste cuando... Cinco... Cuatro...»

—¿Qué es lo que...?

La voz de la joven con la que ya he tenido ocasión de cruzarme me saca del recuento. Supongo que es la hermana de Elsa. Aunque no se parecen mucho, he detectado cierta semejanza en sus rasgos.

—Se diría que su ritmo cardíaco está aumentando...

Levanto la cabeza. Su hermana tiene razón, los números en la pantalla son más elevados que cuando he mirado antes. Vuelvo la vista hacia los médicos, a mi izquierda. A uno lo reconozco, fue el que me explicó lo de la asistencia electrónica de Elsa. Los dos parecen perplejos, pero creo ver un fulgor de esperanza en los ojos del interno. Su superior niega con la cabeza al tiempo que le cuchichea algo. El interno se vuelve hacia la familia.

—Aleatorio.

Es lo único que dice. No quiero volver a oír esa palabra en mi vida.

Solo una vez. Solo una vez.

El ejercicio acapara la menor parcela activa de mi cerebro.

Ya no oigo nada. Únicamente deseo una cosa.

Solo una vez.

Quiero volver la cabeza y abrir los ojos.

Mi corazón deja de latir en el momento en que el suyo acelera. Me hundo en esa mirada que solo pude ver una vez. Mis labios se entreabren en una inspiración común a cuantos se encuentran en la habitación. Todo permanece en suspenso.

Sé que las agujas de mi reloj siguen girando, pero la inmovilidad total de los que me rodean, incluido Steve, me produce la impresión de que el tiempo se ha detenido. Me siento un privilegiado, soy el único que se acerca a ella.

Vuelvo a cerrar los ojos. Había demasiada luz. Los abro lentamente otra vez y en ese momento él está delante de mí. No llegaré al extremo de decir que lo prefería como arco iris, porque mi cerebro aún no consigue interpretar todos los colores visibles. Solo sé que lo he conseguido, y sus palabras se hacen eco de mis pensamientos.

—Estás aquí.

Estoy aquí.

Sé Que Estás AquíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora