Calle

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El doctor Solomon Meinl, estaba en su último año de la carrera de medicina. En el hospital donde estaba la mayor del tiempo, iba y venía con estudios de los pacientes de urgencias ya sean porque eran victimas de accidentes de tránsito o accidentes domésticos. Aunque tenía varios colegas siempre resaltaba sobre los demás, por su eficacia y certeza. En momentos de presión estaba realmente preparado para casi cualquier ocasión , no solo por su formación académica sino  era que, lo conformaba mayormente por su carácter. Su curiosidad lo llevó muy lejos pero cuando se trataba de tratar con alguien personalmente debía escoger las palabras adecuadas para no dejarse llevar por su impulsividad algo que había controlado a través de sus distintas experiencias ya sea con mujeres u hombres. Claro que algunas veces no podía evitarlo. En su vida sentimental era parco y trataba de alejar las relaciones pasajeras aunque ciertas veces se dejara llevar por el simple motivo de encontrar cierto consuelo en los brazos de alguien para apartar su estrés. Aquello le funcionaba con personas que no fueran del ámbito hospitalario. Sería muy arduo tener que lidiar con una persona cerca cuando hubo terminado dicha relación, si es que la transitoria pareja se diera cuenta de querer algo más que solo un compañero de cama. Por lo tanto, él no se arriesgaría a lo que traería eso aparejado.  

 Era otoño y las hojas secas se soltaban de los árboles tranquilamente, Solomon Meinl las contempló un largo tiempo. El doctor estaba paseando por los pasillos de internados  cuando escuchó a unas enfermeras hablado de los nuevos jefes de algunas áreas como radiología, neurología y cardiología. Los jefes de los antiguos puestos estaban jubilándose cuando no padecían de alguna enfermedad terminal que les obligara a dimitir tristemente en su trabajo. Los que les sucederían ya habían tenido cargos en otros institutos de salud, hospital o clínica como lo era el caso del doctor Marcelo Torrico. Para Solomon Meinl eran simplemente nombres sin rostro, solo hasta que se los viera. Pasó de largo de las enfermeras que lo miraron con ciertas intensiones. 

Leticia Lobo tenía un nuevo trabajo y el acoso que había sufrido por algún desquiciado había llegado a su fin aparente. El trabajo que tenía era de moza en un bar no muy lejos de su casa. Su empleo no era tan bien pago pero le alcanzaba para apañárselas y comprarse cosas que le gustaran. El porte que llevaba era un poco más sobrio, no obstante se había comprado una campera de cuero de un rojo muy potente  y unas botas negras de plataforma de unos diez centímetros de altura. Había cortado su larga cabellera hasta los hombros. Realizaba ejercicio en una bicicleta fija para mantenerse en forma hasta que un día tuvo que detenerse por el dolor que le causaba en una de las rodillas. El trabajo que realizaba era desde la mañana hasta la tarde y luego iba a estudiar a un claustro donde le enseñaban a tocar el piano.

Leticia Lobo volvía del trabajo a su casa. Eran las cinco de la tarde y la calle estaba atestada de gente que volvía a sus hogares, de autos que iban velozmente hacia algún lado, de camiones que seguían una ruta; por lo que trataba de prestar atención a las señales de tránsito. Realmente había mucha gente. Leticia Lobo esperó un poco impaciente a que el semáforo se pusiera rojo a su favor para poder cruzar. El semáforo se puso en rojo y Leticia Lobo cruzó rápida y precavidamente por la senda peatonal con la masa de gente a su alrededor. Las personas del otro lado de la calle también cruzaban, era como si estuvieran a punto de haber una colisión de personas. Cuando terminaba de cruzar la calle y alcanzar la vereda una persona choca el hombro de Leticia Lobo, acto seguido ella volteó para ver al mal educado, y constató que era una mujer vestida con un sobretodo largo y con tacones. Leticia Lobo inspiró aire y volteó nuevamente y escuchó una voz que vino de frente hacia ella.

- Te están vigilando.-

  Leticia se dio vuelta lo más rápido que pudo pero tanto la voz, como el portador de la voz se esfumaron mezclándose con el resto de la gente. Miró a su alrededor. Nadie le despertaba sospecha alguna. Luego pensó que estaría imaginándose cosas en la mente debido al cansancio o que tal vez alguien estuviera hablando por celular y justo ella había escuchado infelizmente esa parte de la conversación. No planeaba sentir aprensión por aquel sujeto invisible que la acosaba, de manera tal que racionalizó aquello como una simple coincidencia no dejándose influir por el miedo.

Mariposa Escarlata (Seikeigekai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora