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  La vida de una bibliotecaria en el anónimo condado de Dalseong-gun en la ciudad de Daegu podía llegar a convertirse en un verdadero aburrimiento si no encontrabas algo en que entretener tus días y para Min Jiyoon aquello se había convertido en su ordenador portátil y las extrañas ideas que pasaban a toda velocidad por su cabeza y aún más rápidamente en la hoja en blanco de su ordenador. Si la vida de una bibliotecaria era aburrida, la de una escritora en ciernes era todo un mundo de posibilidades, posibilidades que deberían convertirse en remuneración económica para su bolsillo si tan siquiera pudiera conseguir que alguna editorial se interesara por sus escritos, y quizás las editoriales se interesaran si ella encontrase la valentía suficiente para enviarlos.

Jiyoon deslizó rápidamente los dedos por el teclado, su mirada fija en la pantalla del ordenador, en la hoja en blanco que poco a poco se iba llenando con sus palabras, la espalda empezaba a dolerle por el tiempo que había pasado en aquella posición, las galletas de mantequilla y naranja de alguna marca escocesa que había conseguido milagrosamente en la tienda del pueblo descansaban a medio comer a un lado del viejo escritorio cubierto por libros, registros y más papeleo del que una biblioteca pública en un pequeño pueblo como aquel debiera tener.

Dejó de teclear por un segundo y suspiró leyendo rápidamente lo que acababa de escribir, había algo en aquel nuevo libro que no acababa de cuajar, había escrito aquella escena como diez veces y todavía seguía sin encontrarle sentido o quizás el que no tenía sentido era el satírico humor del protagonista.
El reloj de la sala de lectura empezó a sonar, Jiyoon echó un vistazo al suyo de pulsera y suspiró, no eran más que las seis menos cinco, el estúpido reloj seguía atrasándose y por más que intentaba ponerlo en hora no había forma en que funcionase. Se desperezó echándose hacia atrás en su gastada silla, la tapicería había sufrido por el volcado de café, té e incluso mermelada y con todo seguía resistente, descolorida, pero resistente.

— Necesito terminar este capítulo.— Murmuró mientras apretaba la tecla de guardar en el ordenador.— Vamos, vamos... sólo un poco más... una página más y seré feliz.

Pero la inspiración parecía esquiva a aquella hora de la tarde y Jiyoon se conocía lo suficientemente bien para saber que pasar más tiempo delante de la pantalla esforzándose en algo que no quería salir no sólo sería una pérdida de tiempo si no un auténtico dolor de cabeza y no tenía tiempo para eso, no cuando le había prometido a su amiga EunByul acoger a su hermano durante unos días en su pequeña casa.

Había conocido a EunByul en uno de los foros de lectura que frecuentaba en la red, un día estaban chateando y al siguiente se habían reunido en una cafetería para conocerse y charlar largo y tendido de su pasión, la novela romántica. Desde aquel momento se habían convertido en amigas, una amistad que duraba ya cinco años y si bien no se veían muy a menudo, sí se mantenían en contacto por teléfono y por e-mail. En una de sus últimas llamadas, EunByul le había pedido de favor si podía alojar a su hermano durante unos días en su casa, para Jiyoon había sido realmente una sorpresa el saber que EunByul tenía un hermano, ella había insistido en que habían hablado a menudo de él y sabiéndose lo olvidadiza y despistada que era con todo, se había encogido graciosamente de hombros y sin saber todavía como, había acabado accediendo a alojar al desconocido hermano de su amiga en su hogar. Jiyoon había intentado sacarle a EunByul toda la información posible sobre su pariente quien al parecer necesitaba tomarse unos días de tranquilidad lejos de sus alumnos (ya que era profesor) y de las mujeres en general. Según su amiga estaba un poco harto de las aventuras de una noche, de las mujeres que veían solamente su apostura, así que buscaba un momento de paz y retiro. Ella le había asegurado que estaría totalmente a salvo, pues su preferencia eran las mujeres altas y exuberantes, de cabello rubio y largo y de pechos grandes, es decir todo lo contrario a Jiyoon, quien no sobrepasaba el metro sesenta y tres, era ligeramente rellenita, se decantaba por la ropa cómoda y había relegado el maquillaje a aplicarse máscara y lápiz labial una sola vez al año, por la época de Halloween cuando sabía que sus infructuosos intentos por parecer un poco más hermosa irían acorde con el tono oscuro y festivo de la noche.

Cuando la nieve se derrita ➳ Jimin  [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora