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La pequeña humana estaba loca si esperaba que fuera a participar en toda esa locura navideña por iniciativa propia. Nada más regresar a esa pequeña caja de zapatos que tenía por casa había sacado la compra del maletero del coche y le había obligado a cargar con las bolsas hasta el interior.

—¿Piensas alimentar a todo un ejército? —preguntó refunfuñando al coger dos enormes bolsas de papel marrón de la que sobresalían legumbres y pan.

Ella se limitó a reír y pasó ante él para abrirle la puerta.

—Fuiste tú el que dijo que era vegetariano —aseguró ella pasando al interior de la casa—. Déjalas sobre el mostrador de la cocina, Jimin.

Pero aquello no había sido lo peor, lo realmente malo había llegado cuando había empezado a sacar adornos navideños de una vieja caja, algunos de ellos parecían haber sufrido los daños causados por un incendio, aunque Jimin no era capaz de explicarse cómo y se los había tendido pidiéndole ayuda para colgarlos.

—Dame una buena razón por la que tenga que hacer algo tan estúpido, humana — refunfuñó él.

—Porque eres mucho más grande y alto que yo y llegas a los sitios sin necesidad de una escalera o hacer equilibrismos sobre una silla —le aseguró palmeándole suavemente el hombro sano para darle ánimos—. Considéralo tu buena obra de estas navidades.

—La navidad me trae sin cuidado y las buenas obras están hechas para los blancos, no para mí.

Jiyoon se había limitado a decirle que sí, a darle la razón aunque no la tuviese como si se tratase de un niño pesado e insistente al que se había visto obligada a cuidar y al final, sin saber todavía como, Jimin había terminado colgando las cintas de colores, bolas y adornos navideños que en su opinión hacían aún más pequeña de lo que era la pequeña caja de cerillas.

—Si metes alguna otra cosa más, tendremos que salir nosotros —masculló él de mal humor. No sabía que le pasaba, pero junto a ella ese parecía ser su perpetuo estado.

Jiyoon terminó de asegurar los calcetines sobre la chimenea y se volvió hacia Jimin.

—Agradece a que el abeto de plástico se quemó las navidades pasadas y no he podido reemplazarlo —respondió ella observándole asegurar la última de las cintas de colores sobre la cocina.

—¿Qué hiciste? ¿Lanzarlo a la chimenea?

Jiyoon hizo una mueca.

—En realidad, se cayó solo —aceptó ella con un leve encogimiento de hombros—. Y tuve suerte de que solo fuera el árbol y que tuviese el extintor a mano, o podría haber sido mucho peor. Desde entonces, no he vuelto a encender la chimenea.

Jimin se volvió hacia ella y la observó mientras arreglaba los calcetines de diseños navideños que había colgado en la repisa de la chimenea como dictaba la tradición humana, uno de ellos era de un gastado tono rojo, incluso el muñeco de nieve que tenía gravado parecía haberse descolorido, el otro sin embargo era de un intenso color verde, con un gordo Santa Claus subido en su trineo arrastrado por renos y parecía estar absolutamente nuevo. Su mente vagó a las últimas navidades humanas a las que había asistido en donde había asistido también a una escena como esa; Ella había estado colgando cuatro coloridos calcetines sobre la chimenea mientras dos niños correteaban por el enorme salón persiguiéndose uno al otro, las risas habían inundado el hogar a cada momento del día y en la mañana de Navidad los pequeños habían chillado de felicidad al ver que las galletas que habían dejado sobre el plato y el vaso de leche habían sido probados por Santa y sus calcetines estaban repletos con dulces y juguetes. Aquellas habían sido las últimas navidades a las que Jimin había asistido, poco tiempo después las risas habían dejado de escucharse en aquella casa siendo sustituidos por los gritos y las palizas hasta que ya no se oyó nada más.

Cuando la nieve se derrita ➳ Jimin  [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora