Al despertar en la mañana veo que se hace tarde para la universidad. Tengo muy poco tiempo para alistarme, pero después de un momento, bañado, cambiado: jeans claros, tenis blancos con franjas rojas a los costados y una camisa blanca. Sin darme cuenta, estoy listo en poco tiempo es entonces en que cojo la mochila que está en la sala tirada en el sofá, me la cruzo y la dejo colgada en mi. Sin preámbulo salgo pitado casi tirando la puerta para la U. Bajo saltando los escalones del cuarto piso, ignorando a uno que otro vecino que me saluda <<no hay tiempo>> pienso levemente mientras desciendo.
En la portería, el guardia me detiene un momento:
- Joven Santiago. Tenga usted un muy buen día. Ayer en la noche, un grupo de jóvenes vinieron preguntando por usted. – No me interesa ellos. Me da remordimiento por ella. Ángela.
Ángela es una de las personas que ha marcado casi por completo mi vida. Cuando mamá murió en ese accidente de avión solo quede con mi papá, él cayó en una extraña depresión que lo hizo perder su sentido común, mi hermano heredo el puesto de jefe a los veintiocho en su empresa, y yo a los diecisiete años no encontraba un apoyo estable en el colegio. Poco a poco me acerqué a ella. Me ayudó. Me consoló. Me dio su amistad. Su confianza. Hasta que después de casi cuatro años fui confundiendo el sentimiento, bueno aun no sé ni que siento por ella.
- ¿Por qué no los dejo seguir? – pregunto un poco seco.
- Señor, en realidad estuve insistiendo muchas veces a su teléfono, pero no hubo respuesta. Ya sabe las reglas. Si no hay respuesta no hay permiso. – Contesta algo engreído.
<<No hay tiempo de platica. Adiós>>.
- Gracias Gerardo. – Él asiente y yo salgo del conjunto a coger un taxi que espera enfrente del edificio blanco.
Escojo uno de la fila conformada por los vehículos y abro la puerta del copiloto.
- Señor buenos días, por favor lléveme lo más rápido que pueda a la universidad de la Santo Tomas. – Digo.
El señor me mira un poco indeciso, después de un tiempo me dice:
- Listo, hágale pero por favor pase atrás como la gente normal. – Contesta con una sonrisa. Cierro la puerta y abro la que le sigue, me subo y la cierro fuertemente. Miro detenidamente al conductor: piel morena, vestidura y rasgos faciales extravagantes.
- ¿Algún camino en especial?
- Si, el más cortó. – El señor me mira un poco incrédulo por el retrovisor y sonriente, le devuelvo la sonrisa y el taxi arranca. Saco mi celular y miro brevemente mis redes sociales. Después me decido llamar a Ángela.
- ¿Alo? – Jamás me acostumbrare a no escuchar su voz dulce, melosa y carismática.
- Ángela, ¿cómo estás? – Digo para empezar la conversación.
- Santi, muy bien, ¿En dónde estás? – Parece angustiada.
- Voy camino para la universidad, ¿pasó algo?
- Sí, hay una protesta, bastante fuerte delante de la
U, se extiende muy rápido, la policía ya viene en camino, esto se va a poner feo, ¿tú me puedes recoger? - Dice entre jadeos.- ¡Voy por ti! ¿En dónde estás?
- Estoy unas cuadras antes a la U, en la avenida calle 53, en una panadería llamada Panbi.
- Perfecto. Voy por ti. – Cuelga. ¿Protesta?
****
Aproximándonos al lugar que me indico Ángela, la distingo por uno de los vidrios del taxi. El vehículo frena salvajemente y le abro la puerta, ella sube y la cierra, aún con la poca distancia que tomó, la protesta se ha salido de control, hay compañeros corriendo y lanzando piedras, papas bomba, policías disparando por todas partes, se ha convertido en una zona de batalla. Hay autos chocados, escombros regados en el suelo, casas y negocios casi destruidos. Nada volverá a ser igual por este sector de la ciudad.
- ¡Rápido, salgamos de aquí! - Le digo al conductor que está algo activo por la situación.
El taxi arranca y aumenta la velocidad para huir del lugar. Se mete en la calle 54. Los disturbios han sido bastante fuertes por que han generado trancones y los vehículos van y vienen sin control alguno. Parece que el conductor comienza a desesperarse.
- ¡Señor!, ¿qué está haciendo? - digo un poco molesto, porque nos lleva directo a los disturbios, el vehículo va tan deprisa que no alcanza a ver el momento en el que se estrella con un camión de contenedor. El taxi da un duro golpe y el conductor sale por la ventana. Muerto. Ángela se dio un golpe en la cabeza bastante fuerte con la silla del piloto que la hizo desmayar, y yo recibo el golpe del mismo modo. Fuerte, salvaje y brutal, que apenas me puedo mover.
<<Debo sacarla, como sea>> pienso. La sangre me escurre de la frente y la nariz. Parece que tengo el brazo izquierdo fracturado. Pero es ella. La tomo como puedo de los brazos y dejo las cosas en el vehículo estrellado. El hedor a pólvora, a suciedad me invade la nariz. Unos cuantos pasos ligeros y caigo al suelo con Ángela, poco a poco voy perdiendo la conciencia, y también a ella.
****
Lentamente voy abriendo los ojos, y sacudo la cabeza del mareo y la inconsciencia que tengo. Toco mi frente con la mano derecha donde recibí el impacto y me quejo por un momento. Mi brazo izquierdo está envuelto en yeso.
- Ángela..., Ángela..., - digo tratando de levantarme y cayendo al suelo torpemente. Dos doctores: uno alto y otro bajo, entran a la habitación blanca y me sostienen como pueden para levantarme, me sientan en la camilla y me examinan brevemente.
- ¿Te encuentras bien, joven? – Dice uno de ellos.
- ¿Dónde estoy? – Contesto algo ido.
- Te encuentras en el hospital de la Candelaria – contesta el mas grande mientras sostiene una planilla en sus manos.
- Yo venía con una chica... - digo ignorando sus comentario.
- Tranquilo muchacho. - Dice el más bajito. – Dígales que despertó. - Le dice al otro. El doctor de estatura alta sale de la habitación para notificar a alguien.
Mi padre y mi hermano entran juntos. Ambos a paso ligero. Angustiados.
- Hijo, ¿cómo estás? – dice con la voz sollozada.
- ¿Qué día es hoy? – Ignorando de nuevo el comentario aun siendo de mi padre.
- Hoy es primero de octubre Santi, has estado en coma por casi una semana. – Contesta mi hermano.
- ¿Y ella?
- Tu compañera está bien, se encuentra en otra habitación, ella despertó hace dos días, insiste mucho en venir aquí, a verte..., pero sus heridas son graves. - Contesta el doctor. Ángela, mi chica, da satisfacción que está bien.
Después de un tiempo una enfermera me trae una silla de ruedas, mientras el doctor termina de hacer unas observaciones para desplazarme a la habitación de mi ¿amiga? ¿Novia? Mi hermano me conduce por el pasillo hasta la habitación 4B, me entra y espera afuera con mi padre.
Me levanto, camino hasta ella, y me siento en su camilla al lado de su pierna izquierda. Le veo su cara, pálida, su cabello rizado, sus labios rosados y carnosos.
- Hola – digo con la voz muy sollozada.
- Hola – responde ella, con una sonrisa y se la devuelvo.
Nos quedamos mirándonos fijamente, manteniendo la sonrisa, sin decir palabra alguna, casi el silencio parece perfecto, como si un momento de la vida se estuviera congelando. Entonces, el televisor se enciende solo y habla la presentadora del noticiero:
- Muy buenas tardes. Acabamos de recibir informes de un ataque terrorista a la alcaldía mayor de Cali, - ambos miramos algo sorprendidos . - No se han registrado heridos o en cuyo caso, muertos. El alcalde ha anunciado públicamente una amenaza bastante grave en su territorio.
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TIERRA DE NADIE
Science FictionPrimer libro de la saga "TIERRA DE NADIE". Código de registro: 1606058081818 Safe Creative. Prohibida la copia.