Capitulo. VIII. El Viaje.

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Al llegar al hotel se registraron en sus respectivos cuarto y quedaron en verse más tarde.

Después de estar cada uno instalados, Carlos la llamo para ir a su cuarto, ella le contesto, que sino quería descansar un rato y él le contesto que lo único que quería era estar con ella. Solo se deseaban uno al otro, en su mentes estaba solo el deseo de entregarse.

Como a los 15 minutos Carlos toco la puerta del cuarto. Penelope no le había dado tiempo de desvestirse y bañarse, le abrió la puerta, él cerro la puerta de la habitación, la agarro y la beso desesperadamente, ella le iba a decir que esperara y él le puso la mano en la boca y le dijo:

-"no me pidas que espere, vengo todo el camino deseando hacerte mía, más nada me importa"-.

La beso como un lobo hambriento y le quito la ropa con desespero, casi se la arranca, mientras no dejaba de besarla.

La acostó en la cama y se posicionó encima de ella.

Penelope solo deseaba que la llevara a ese mundo mágico de las pasiones contenidas que la besara toda, saboreando su cuerpo.

Él fue bajando desde el cuello con su lengua hasta que se sumergió en sus dos pequeños cúmulo de mujer, mientras masajeaba con suavidad su entrepiernas, que cuando ella sintió su contacto se irguió y su fuente empezó a emanar el jugo sagrado.

Siguió bajando por el camino que lo llevaba al cáliz sagrado de mujer y empezó a beber del jugo de la vida que producía sus deseos.

Penelope solo se arqueaba y sus manos agarraban sus cabellos como hembra que quiere dar riendas sueltas a galope.

No aguanto más le pidió que la poseyera, le decía que quería sentirlo dentro de ella.

Él, como si lo estuviera esperado de que ella se lo pidiera, invadió a esa mujer que tanto placer le proporcionaba. Carlos emitió un gemido como un lobo que aulla a la luna para contarle de sus deseos.

Empezó a bailar la danza del amor, primero con ritmos suaves y mientras pasaban los segundo fue aumentando la intensidad, llegando a un son de placer que se estaba convirtiendo en una canción de lujuria que bailaban los dos. Parecían uno solo al estar unidos con acordes de complacencia que se transmitían con los compases de gemidos unísonos.

Los dos cuerpos hicieron explosiones unidas que lanzaban la lava de sus placeres satisfechos, llegaron al cielo para luego caer en una nube de satisfacciones de la carne.

Carlos quedo rendido sobre de ella, era como si no quería abandonar ese cuerpo que lo había disfrutado tanto, la besaba suavemente casi sin aliento.

Se recostó en la cama y la atrajo hacia su pecho desnudo.

Penelope escuchaba su corazón agitado mientras jugueteaba con sus vellos pectorales y su cabeza se movía al ritmo de su respiración febril. El solo le acariciaba su cabellos.

Se quedaron rendidos por el cansancio.

Los despertó el teléfono de la habitación que sonaba con insistencia, era un empleado de de la sucursal para avisarle que los buscarían en 15 minutos. Ella le insistió que por favor le diera media hora que se había quedado dormida, le pregunto por Carlos ya que no contestaba el teléfono de su habitación, al momento tartamudeo pero después recapacitó y dijo que no sabía nada de él que seguramente se había quedado dormido y que trataría de localizarlo.

Ambos se rieron y Carlos salió apurado a vestirse.

A la hora convenida estaban los dos en hall del hotel esperando su búsqueda.

Renacer De Una MujerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora