Capítulo 10

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CHARLOTTE

Creo que era la segunda vez que pedía un chocolate caliente ¿o tal vez la tercera? Después de recoger los materiales y explicarnos que los de primer año de criminología tenían clase todos los de días excepto los viernes, vine a la cafeteria, para estar sola un rato.

Sinceramente a mi no me ilusionó mucho ni me llamó la atención eso de que no tuviéramos clase los viernes, pero el resto del curso se volvió loco, no supe porque hasta que escuché a dos chicas diciendo que las mejores fiestas las organizaban ese día de la semana, en las hermandades alrededor de la universidad y que estas tienen "permiso" para hacer fiestas, siempre y cuando, no sea del tipo en la que la policía tuviese que intervenir, las chicas también dijeron emocionadas que sin tener que estudiar, tenían todo el día para arreglarse para la fiesta. Que idiotez, todo el día para arreglarse- así de perfeccionistas tendrán que ser para pasar horas y horas en frente de un espejo- cada vez me daba cuenta de que no todo el mundo pensaba igual que yo, estudiar, aprobar y novio.-Esto último no lo había decidió yo -.También era cierto que me gustaba divertirme y que lo haria, de vez en cuando. Pero esas dos chicas habían sonado como si vivieran por y para las fiestas universitarias, era cierto que ellos tenían otros cuatro años por delante y que yo tenía una meta, la cual desgraciadamente era conseguir un chico.

Había decidido ir a la cafetería a comer algo y como tenia el resto del día libre decidí ir a dar un paseo y ver las tiendas para comprar algunos materiales de estudio, ya que la universidad sólo nos proporcionba los libros, el resto teníamos que conseguirlo nosotros, y como yo venia de Renelia, dónde hacíamos aparecer los materiales con magia, no tenía nada conmigo.

Me terminé mi chocolate número tres y subí a mi habitación, esta vez pendiente de los carteles ya que no quería acabar en ningún sitio equivocado y mucho menos tener que encotrarme otra vez con los idiotas de anoche, ya había tenido sufiente con que esta mañana se sentaran al lado mio, aunque a decir verdad el tal Daniel o Dan o como quiera que sea, no parecía tan idiota como los demás, pero aun así mientras más los evitara mejor.
Sabía que el punto de la apuesta era enamorar a alguien, pero sin duda no quería que ese alguien fuera idiota, así que empezaría a socializar con la clase de gente que sabe qué hacer con su futuro y por supuesto que no piensa solamente en fiestas, chicas y sexo.
O sea más gente como yo, menos gente como Chad, a ver adoraba a Chad Miller, era uno de mis mejores amigos, pero él no es la clase de chico en la que mis expectativas están puestas, él es inteligente, pero también demasiado fiestero e inmaduro, al igual que los chicos de anoche.

Llegué a mi habitación, y decidí que me cambiaría de ropa y me pondría algo más cómodo, opte por unos jeans y una sudadera azul con las letras C.C (Charlotte Claudson) estampadas en ella, me recogí el pelo en un moño, me puse unos tennis, me miré al espejo una vez más antes de salir y decidí que estaba lista para explorar Londres. Antes de salir me dirigí al cajón dónde había guardado la carta que nos dieron en Renelia con toda la información.

Leí la carta, por quinta vez, revisando que no me había saltado ningún detalle sobre el dinero del que disponía y el cual utilizaría para comprarme lo que necesitara aquí, como bien decía en la carta. Me darían una tarjeta de crédito con este dinero, pero a mí no me dieron nada, así que me tocaba ir al banco y preguntar si ellos sabían algo y si no lo sabían. ¡Oh cielos! No quería pensar en ello, si en Renelia me habían dicho que me la iban a dar, me la darían.
Cogí mis llaves y mi abrigo, el cual segun mi madre era perfecto para el tiempo de aquí. Salí de mi habitación y comencé a caminar hasta la recepción, sin perderme, empezaba a cogerle el punto a esto de saberme el camino.

Cuando bajé, todavía quedaban un montón de estudiantes, algunos sentados junto al fuego en los cómodos sofás que habían, hablando y formando nuevas amistades, otros saliendo de la cafetería y otros sentados leyendo un libro, se podía sentir la tranquilidad en el ambiente. Me dirigí hasta la puerta, pero sabía que me había ido todo demasiado bien y que no podía faltar ese momento que lo estropeara y este vino en forma de voz masculina y diciéndome que me detuviera.

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