Capítulo 12

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CHARLOTTE

Supe que era él, por el color de pelo.

Era rubio, pero no la clase de rubio que parecía blanco, sino rubio arena. Un color que me hubiese gustado tener a mí, pero tenía que aguantarme con el color que había heredado, por parte de mi abuela. Negro azulado, no era que no me gustara, lo hacía, pero tenerlo de este color y encima liso, que te callera hasta media espalda, hacía que mucha gente quisiera tocártelo, decían que tocar mi pelo era como tocar una nube, a lo que yo siempre respondía, sarcástica que cuántas nubes habían tocado ellos.

Cuando comenzó a caminar hasta el final de la clase, hacía la puerta, pude ver como su pelo rubio arena hacia que sus ojos se vieran incluso más bonitos a como se los había visto durante el curso de orientación, donde, estaba oscuro y no pude detallarlos muy bien ,pero aun así pensé que eran increíbles.

Tenían un color que no era muy común en Renelia, allí, la mayoría de nosotros los teníamos de tres tipos diferente de colores, azules oscuro, grises (como los míos) o violetas, colores que entre los humanos, no abundaban y cuando lo hacían, significaba que tenía sangre mágica en su familia, ya sea por parte de la madre o el padre, o años atrás, quizás la madre de su bisabuela. Pero tener magia en la sangre no te hacia hechicero automáticamente-aunque esto nunca pasaba, me parece que han habido dos casos en toda la historia de Renelia, en la que alguien en una familia salió sin poderes-y menos si tu sangre estaba mezclada con sangre humana, pero había casos de hechiceros que habían tenido un hijo con un humano, y este tenía magia en él, aunque cuando esto pasaba, no la solían desarrollar hasta pasada la pubertad, sobre los diecisiete o dieciocho años, pero casos así habían muy pocos.

Daniel se giró, como si estuviera buscando algo, y entonces fijo su vista en mí. ¡Mierda! se había dado cuenta de que le había estado mirando y me sonrió, aparte la cabeza rápidamente, esperando que no se me hubiera notado. Pero si lo hizo, lo supe por la carcajada que soltó mientas se iba.

Dios, que patética soy, pensé. Pero aun así sonreí contra mi voluntad.

Pasaron dos semanas, y podía decir que respecto al tema de estudios, estaba aprendiendo bástate rápido, y además me divertía mucho haciéndolo. Respecto al tema social, eso ya era otra cosa.

Nadie, aparte de Daniel, quien cada mañana al pasar por mi clase, hacia de las suyas, me saludaba de una manera original y extrañamente particular. Esta mañana se había parado en medio de la clase, y sin esperarlo había hecho una reverencia a todo aquel que le miraba, después de haberme hecho la que me correspondía,por supuesto. Normalmente intentaba ignorarle, pero era demasiado difícil cuando, todas las chicas, decían que era muy romántico y que él estaba muy bueno. Yo no veía como, pero si ellas eran felices pensando eso, ¿Quién era yo para contradecirlo? Pero aun así me gustaba saber que tenía algo parecido a un amigo, aunque desde el día de la presentación no había vuelto a hablar conmigo. Supongo que la chica que siempre estaba con él, su novia¿ tal vez? seria celosa. Era bastante guapa, se le veía lista y además tenía que admitir que tenía un cuerpo de escándalo. Era el tipo de chica perfecta para él, además, resoplaba siempre que Daniel me daba algunos de sus saludos, y mientras se dirigían juntos hacía su clase, ella siempre le decía algo. No la culpaba, yo también haria lo mismo si mi novio le hacía estupideces a otra que no fuera yo.

Pero no tenía novio, y eso era lo que me preocupaba. Sabía que conseguir un novio, no era fácil. Me había pasado. Y sabía que enamorase de una persona y que esa persona se enamorara de ti, era todavía más difícil. Y el hecho de ser una hechicera no cambiaba nada. Mi madre siempre decía que el amor era la magia más poderosa que había, incluso para nosotros. Nunca nadie había conseguido comprenderlo y hoy en día, nadie todavía lo había conseguido .Pero lo que a mi realmente me preocupaba, era que ningún chico se fijara en mí, ya fuera por mi extravagante pelo, mis grandes ojos o mi personalidad- aunque no me hubiesen conocido todavía, nadie podía asegurarme de que iban a caer rendidos a mis pies- enamorase de alguien era muchos más que besos y caricias. Enamorarse de alguien significaba enamorase de todo el, de su carácter, de sus defectos, de sus virtudes, pero sobre todo de su alma. Decían que si te enamorabas del alma de alguien, estabas perdido. Pero en el buen sentido de la palabra. Porque una vez conocías el alma de alguien, ya no había vuelta atrás, era todo un laberinto, con sorpresas agradables y desagradables por el camino. Muy pocos conseguían amar de esta manera. En las películas mundanas, te hacían creer que todos teníamos un alma gemela, pero yo no creía eso, en mi opinión era solo porque ellos se habían enamorados de las almas de otros.

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