Capítulo 16.

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Me levanto decidida a volver a mi vida, me doy una larga ducha de agua caliente y me pongo los mejores tacones que tengo, que da la casualidad de que también son los más grandes, esperemos acabar el día sin romperme nada, por supuesto.

Después de desayunar con Harry, si se le puede llamar desayuno, claro, ambos estamos demasiado tensos como para pensar en comer en este momento. Nos ponemos camino a la oficina en un riguroso silencio, y decido que es buen momento para comentarle mis planes de hoy, aunque después de como se ha tomado el hecho de que decidiera volver a la oficina...

-Harry, esta tarde quiero salir a correr.

-Hay una cinta en casa.

-Pero prefiero salir a tomar aire, necesito despejarme.

-Y yo necesito que estés a salvo.

-Voy a estar bien Harry.

Silencio.

Nunca me han gustado los silencios, se cargan de cosas que realmente no queremos decir, pero nos sentimos en la obligación de hacerlo, como si realmente fuera a mejorar algo por el simple hecho de hacerlo.

-Está bien, te acompañare.

Y sin querer discutir más, me bajo del coche, sin despedirme, no tengo humor para ñoñerías hoy.

Entre a la oficina como un rayo, sin siquiera pararme a hablar con Amaia, me senté en mi mesa y empecé a revisar todos los papeles que tenia atrasados, y para las once, ya tenía más de la mitad hechos, trabajar enfadada aumenta mi productividad.

-Sánchez, el señor Harry Styles te llama a su despacho- no soporto la voz chillona de esta tipa, si pudiera la dejaba muda, ganaría mas.

-Gracias Isabella.

Me levanto con todos los informes que tenía que haber entregado a principio de semana y me pongo de camino a su despacho. A ambos nos gustaba pensar que nadie de la oficina sabia lo nuestro, pero la realidad era distinta, pocos habían que no lo supieran ya.

Me aliso el vestido antes de llamar a la puerta, respiro tres veces y toco.

-Adelante- se oye desde dentro, aunque está molesta he de admitir que su voz me derrite tanto, o más, que la primera vez que la escuche.

-¿Me necesita señor Styles?-aunque intento decirlo todo lo seria que puedo, no consigo evitar que una sonrisa se escape de la comisura de mis labios.

-Sí, tiene informes pendientes de entrega desde hace mas de una semana señorita Sánchez- lo dice tan serio que me empieza a asustar, solo me faltaba perder mi trabajo vamos.

-He tenido algún que otro inconveniente señor, y no he podido hacerlos más rápido, lo lamento- digo mientras le miro por el rabillo del ojos, se levanta de su silla y se queda dando vueltas por el despacho.

-Pues habrá que buscar una solución, ¿no cree señorita?- dice, mientras cierra con llave la puerta del despacho. Así que le gusta jugar eh... pues juguemos.

Se queda mirando cómo me levanto de la silla fijamente, me muevo con suavidad, me levanto, me acerco a su cuerpo, y mientras no me quita los ojos de encima dejo que mi vestido caiga sutilmente al suelo, provocando que se muerda el labio inferior, cabe decir que no llevo sujetador, y que ahora mismo solo me cubre un culotte de encaje negro.

Se me acerca despacio, como si no quisiera asustarme. Pone su mano en mi cadera en un fuerte agarre, empieza a acercarse a mi cuello para ir mordiendo allá por donde pasa.

Empiezo a recorrer su pecho con mis manos, me encanta sentir su cuerpo tan cerca del mío, sin previo avisa me sube en brazos, dejándome con las piernas rodeándole las caderas.

Y como si ambos supiéramos que esto es lo que nos hacía falta, nos fundimos en uno.

En vez de ir al gimnasio me decanto por salir a correr, me pongo mis deportivas y me preparo para salir, al final Harry no ha podido venir conmigo, así que hare una ruta corta, tampoco quiero que le dé un ataque de ansiedad esperándome.

Nadie se había preocupado nunca por mí de tal manera, nadie me había querido como él me quiere.

EN OTRA PARTE DE LA CIUDAD.

-¿La tenéis ya?- pregunta una voz suave, pero tensa a un desconocido que se encuentra al otro lado del teléfono.

-Para mañana la tendrá donde nos ha pedido señor.-

-Entendido-

Por su cabeza pasan mil cosas, aunque está asustado, se muere por verla.

Diez minutos más Yaiza, tú puedes, tú puedes, me repito a mi misma como un mantra para intentar hacer al menos media hora, no sabía que mi condición física hubiera disminuido tanto, parece que se me va a salir un pulmón por dios. Pero no, no puedo más, así que me paro a la entrada de un callejón, dándome así cuenta de que sin pensarlo había llegado a la calle de mi edificio, y sin dudarlo decido subir a echar un vistazo.

Llegando a la puerta, me empieza a recorrer un escalofrio toda la espalda, debería de irme, lo se, pero no puedo evitarlo, necesito ver mi casa, saber como están mis cosas, cuando me encuentro delante de la puerta empujo del pomo, por si esta abierta, ya que me acabo de dar cuenta de que no tengo las llaves encima.

Justo cuando me estoy dando la vuelta, alguien con un pasamontañas negro me abre la puerta. 

Hasta el final.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora