CAPÍTULO 8;
Han pasado nueve días desde que hemos vuelto a casa, no he vuelto a ver a Harry desde que me dejo en mi piso el martes, no ha venido a la oficina, ni ha respondido a la única llamada que le he hecho, alguna parte de mi, por muy pequeña que sea, esperaba que empezáramos a vivir un cuento de hadas, pero a quién quiero engañar, ni siquiera me siento decepcionada, a estas alturas ya me parece natural.
No he dejado el gimnasio, sigo mi dieta con Amaia, cada día me siento mejor conmigo misma, en parte sé lo debo a Harry, pase con él unos maravillosos días que me hicieron ganar confianza en mí misma, no le culpo, sabía que esto pasaría, él no me debe nada, pero tampoco tenía porque haber dicho que al volver a casa todo seguiría igual, no le guardo rencor, pero simplemente, hay cosas que no se deberían hacer.
-¿Vamos a comer?- me pregunta Amaia al sentarse en la mesa.
-¿No te tocaba hoy traer la comida? Últimamente andas escaqueada.
-No ando escaqueada, si la he traído, lo juro, pero me apetece salir de aquí, últimamente solo trabajamos y vamos al gimnasio, preferiría pasar ocho horas en el gimnasio antes que aquí, ya no vamos ni de compras, ¿de qué nos vale machacarnos en el gimnasio si luego no salimos a lucirnos?
Ambas empezamos a reírnos, mientras yo me pongo mi abrigo beige y cojo el bolso, lo cierto es que yo también tengo ganas de salir de aquí.
-¿Planes para este fin de semana?
-Ninguno
-Mejor, porque ya los organice yo- asegura Amaia
-¿Qué planes?
Mete la mano en el bolso, mientras entramos en el ascensor me pasa un gran sobre blanco, lo abro y al ver el contenido me quedo perpleja, dos billetes a Tenerife...
-¡¡ERES MAGNIFICA!!- me abrazo a ella y empiezo a darle besos por toda la cara, hasta que siento que las puertas se abren, me separo de Amaia y veo que mira fijamente al frente.
-En su puesto de trabajo agradecería que guardaran la compostura, no estamos en un patio de colegio.
Su voz hace que me congele, me doy la vuelta lentamente, no quiero mirarle, no puedo mirarle, pero debo contestarle, me pongo mi mejor sonrisa y le contesto, yo puedo hacerlo.
-Lo lamento Señor Styles, se trataba de una simple celebración, no se preocupe, que no volverá a suceder.
Amaia se baja del ascensor antes que yo, empiezo a moverme cuando Harry me atrapa del brazo.
-Yaiza, tenemos que hablar de lo que ha pasado, yo simplemen...
-No hay nada de qué hablar señor Styles, que tenga un buen día.
Salgo del ascensor con la cabeza en alto, el estomago me da mil vueltas, y me siento algo mareada, sabía que verle me trastocaría un poco, pero no sabía cuánto.
-¿Estás bien?- me pregunta Amaia en cuanto salgo
-Sí, perfectamente- no sé que hay en mi cara que consigo que no siga preguntando, pero agradezco que no lo haga, ni yo misma sabría qué contestar, lo que acabo de sentir, el simple sonido de su voz me altera, y su toque produce algo totalmente desconocido para mí, pero tan agradable, como si todos estos días solo hubiera estado necesitándole a él, pero él no me necesita a mí, y eso, no lo debo olvidar.
Después del gimnasio, solo necesito una ducha, pero cuanto más camino más lejos parece que esta mi casa, dios, hoy me siento realmente cansada.
Necesitaba quitarme a Harry de la cabeza, cuanto más pensaba en el mas repeticiones hacia, tengo las piernas temblando, siento que en cualquier momento me puedo caer, espero tener el sofá cerca para cuando llegue ese momento.
Empiezo a buscar las llaves de mi piso, si alguien mira dentro de mi bolso pensara que soy Mary Poppins, realmente lo parezco, encuentro las llaves en el mismo instante que un escalofrío recorre mi espalda, la puerta se abre al primer movimiento de llave, no estaba cerrada, yo siempre dejo la puerta cerrada, estoy cien por cien segura de que hoy también la deje cerrada.
Unos brazos me rodean y empiezo a gritar intentando darme la vuelta-
-Yaiza, Yaiza tranquila soy Harry- el corazón me va a mil por hora, siento que empiezo a marearme -¿Qué pasa? Yaiza, ¿estás bien?
-Yo, yo siempre dejo la puerta cerrada, y ahora no estaba cerrada, y tu, y tu simplemente yo...- no puedo más y me pongo a llorar.
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Hasta el final.
FanficGolpe tras golpe acabo cayendo al suelo, me duelen las muñecas de intentar aflojar las cuerdas, no deja de mirarme con rabia, con desprecio, no para de golpearme, hasta que no puedo más, siento como mis ojos se van cerrando y el sabor metálico de la...