Me duele la cabeza tanto que me cuesta recordar mi nombre, llevo cinco días encerrada en un cuarto cuyo olor revuelve mi estomago, aunque lo peor de este infierno son los golpes que no cesan durante mucho tiempo.
He perdido la noción de mi vida y de mi misma, no se si prefiero salir de aquí o morirme, quizá si acabasen conmigo de una vez se acabaría tanto sufrimiento.
No me dejan dormir, tampoco me dejan comer, solo me dan agua y un trozo de pan por día, se que es por día porque vienen con ropa distinta, y sé que son varias personas porque diferencio las voces, pero no las he oído nunca, o eso creo, al principio creía que conocía una de ellas, me resultaba vagamente familiar, pero estaba equivocada, últimamente siempre estoy equivocada.
Oigo pasos acercándose, ya no se cuando fue la ultima vez que estuvieron aquí, me duele todo el cuerpo, no se si podre resistir otra tanda mas de golpes.
Les he oído en varias ocasiones hablar sobre un tal Smith, y por mucho que fuerce mi memoria, no recuerdo haber escuchado ese nombre nunca, o a lo mejor es mi subconsciente quien no me deja recordar ese nombre para no hacerme más daño a mi misma del necesario.
UNA SEMANA DESPUÉS.
- Llevamos una semana buscando a Yaiza, no sé donde está, no sé que le ha pasado, pero estoy seguro de que no se ha ido por voluntad propia, como dice la policía, yo sé que ella no me haría algo así, ella me ama, lo he visto en sus ojos, y yo la amo a ella Amaia, y necesito que vuelva, sana y salva, si no, no sé que será de mi, no puedo vivir sin ella. -Verás que no tardamos en encontrarla Harry, estamos todos buscándola como locos, y yo también estoy segura de que no se ha ido por voluntad, ella no haría algo así sin avisarme primero.
Mientras Amaia y Harry divagan acerca del paradero de Yaiza, hay dos personas, en la otra punta de la ciudad que están viéndola sufrir, y que disfrutan tanto o más que dos niños pequeños con un juguete nuevo, se sienten poderosos haciéndole daño, es un placer oculto desde hace tiempo.
Veintitrés patadas y catorce puñetazos después, se han ido, me duele la mandíbula, el estomago, las piernas, la cabeza, y hasta la vida misma.
He intentado preguntarles a que se debe tanto odio, tanto asco hacia mi persona, pero no he podido si no balbucear entre golpe y golpe, no puedo ni abrir los ojos.
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Hasta el final.
FanficGolpe tras golpe acabo cayendo al suelo, me duelen las muñecas de intentar aflojar las cuerdas, no deja de mirarme con rabia, con desprecio, no para de golpearme, hasta que no puedo más, siento como mis ojos se van cerrando y el sabor metálico de la...