¡Que ironía!

15 3 0
                                    

Bueno, aún con tanto dolor, no debía permanecer estática; así que un día me miré al espejo y dije:
-Ya Sophie, no vas a seguir lamentándote por algo que no podrás cambiar. Debes salir y tomar un poco de aire fresco.

Por la tarde, tomé dinero de mi habitación y salí por un helado; estaba más animada, se notaba en mi rostro; iba cantando la canción de una película que acababa de oír en la TV, iba danzando al ritmo de la música; cuando de repente, me volteo y ¡Boom! Él estaba justo en la otra esquina, me quedé paralizada, no pude decir, ni hacer nada, ni siquiera pude articular palabra. Él me vio, con esa mirada de conquistador y su traviesa pero a la vez mortal sonrisa; solo eso hizo, sonrió y se fue. Yo seguía ahí parada, como una estatua, ni siquiera podía respirar bien hasta que comencé a llorar; fue como morir por un segundo. Luego compré el helado y sequé rápido las lágrimas para que mi padre no las notara; entré a casa, me encerré en mi cuarto y rompí nuevamente en llanto.


No entendía porque tuve que verlo, porque había llorado, porque no grité, no entendía nada; lo único que pude hacer fue llorar amargamente por horas.

Mason aún me erizaba la piel, aún lograba ser tan profundamente amado, sin rencor alguno.
Como tres o cuatro veces más me contaron, él regresaba por esos rumbos.

Meses después, de regreso del colegio, no me contuve, busqué en mi diario y encontré su número de nuevo, así que lo ingresé y le escribí de nuevo:
-"Te vi, me viste, me quedé y te fuiste."

Horas después recibí una respuesta, casi tan fría como la cima del monte Everest:
"¿Qué esperabas? ¿Qué corriera hacia tí?"

Era tan desgarrador saber que no le importaba, más sin embargo ese mensaje hizo que siguiéramos hablando; todo iba bien hasta que, me dijo, que se mudaría a "El Salvador"; eso me desplomó nuevamente, no podía creer como cada vez se alejaba más de mí.

Tú allá, yo aquí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora