La desesperación comienza.

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Nuestro (si puede llamarse así) "algo", no duró para nada, como dije al principio, la vida no es un cuento de hadas, el destino siempre trae consigo sorpresas no tan oportunas o deseadas y así, como llegó el amor, el se fue...

Se fue no muy lejos de donde vivo, bueno, donde solíamos vivir; se mudó a high sources, un residencial que quedaba próximo al mío, sin embargo, le perdí el rastro durante algunos meses. Traté de hacer de cuenta que su existencia en mi corazón debió ser pasajero, algo que sólo sentí porque me sentía sola en ese entonces; me cambiaron de colegio, a él también, fue como si hubiera escrito algo en la arena y el mar lo engullera tratando de salvarme de una terrible tormenta que se venía aproximando, pero que no vi.

Ya en mi nuevo colegio, conocí a mucha gente que lo traía a mi memoria más de una vez al día, no porque se parecieran, sino porque se conocían , sabían que Mason y yo habíamos pasado por tantos momentos juntos (más malos que buenos) y trataban de hundirme en un abismo con mis ideas y sentimientos hacia él. Esas personas, no descansaban ni por un segundo sin traer a mi memoria:
Su aroma, su rostro, su vigorosidad, sus típicas frases, su manera de ver la vida, me hacían extrañarlo; y si ya es feo extrañar a alguien con quien tienes lindos recuerdos, imaginen mi frustración al extrañar algo que nunca había tenido, pero que deseaba poder tener aunque sea un segundo más en mi vida.

Gerardo, hijo del director de mi colegio, un chico alto, moreno, como de 1.75, delgado, cabello rizado, era como un chico friki que se volvió un buen amigo, próximamente se volvería en mi salvación...
Gerardo era grandioso, -él solía pasar mucho tiempo con Mason y el mejor amigo de Mason, Alex; otro de los chicos más (físicamente hablando) atractivos que conozco.-
Al contarle mi dilema a Gerardo, al principio no lo creyó, pero luego, creo que mi mirada logró darle a entender que hablaba en serio y me dijo las palabras más anheladas en esos momentos: -Te ayudaré.

Pasaron los días, sin respuesta alguna; pero por fin, en Abril; Gerardo llegó con buenas noticias...¡Consiguió su número telefónico! Juro que ese día moría de la emoción sin haberle hablado, rápidamente y sin importarme que el maestro me viera, inserté su número en mi celular, lo guardé y esperé. Moría de miedo, no sabía que diría, que pensaría o que sentiría al saber que era yo quien le buscaba desesperadamente.

Al salir a recreo, saqué mi teléfono, cambié mi foto de perfil para que no me reconociera (síúper nerviosa) y le escribí:

-Hola.

No contestó en ese momento y tuve que contener las ganas de invadir su celular con mis mensajes. Al volver a casa, no pude esperar ni a la comida, así que me metí en mi habitación, tomé mi celular y...

¡BOOM! Mi más esperado mensaje en años; sólo contestó con otro hola y un ¿Quién eres? Pero fue uno de los mejores mensajes de mi vida...


Tú allá, yo aquí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora