Hago mi rutina de todas las mañanas, y seguidamente salgo hacia el instituto. Llego a mi clase y me encuentro a la mayoría de mis compañeros y a Ana conversando con los gemelos animadamente. Espero que nos salga bien en plan; por lo que veo en estos momentos, va bastante bien.
-Ey Claudia.-me llama Jesús, sí, Jesús.
Sí, ya sé distinguirlos. Y no me preguntéis por qué, porque no lo sé.
-Qué quieres.-digo bastante borde y casi durmiéndome de pie de el puto sueño que tengo.
-Vaya, creo que alguien se ha levantado hoy con el pie izquierdo.-comenta Daniel divertido.
-Mira, pedazo de gilipollas.-digo amenazante acercándome a él, hasta quedar cara a cara.- Me caes mal, ¿vale? Y no quieras saber lo que hago con la gente que me cae mal. Eres demasiado arrogante y chulo, y odio a las personas así. Así que, o te bajas el ego, o te lo quito yo de una hostia.
-¿Me vas a pegar?-me susurra al oído con la voz ronca.
Trago saliva. Me siento incómoda por la maldita cercanía de nuestros cuerpos.
Estás to' cachonda.
¿Y tú quién coño eres?
Pues tu conciencia, y te estoy diciendo que este niñato te pone más de lo que crees.
Eso no es verdad.
Oh sí, claro que lo es.
Vale, estoy hablando sola.
-No, no te voy a pegar. Te voy a matar lentamente entre terribles sufrimientos.-digo disimulando mi nerviosismo y apartando un poco a Daniel de mí.
-Creeme que no serás capaz, muñeca. Vas a caer en los encantos de Daniel Oviedo.-me vuelve a susurrar, acariciandome la mejilla con su pulgar izquierdo.
Me muerdo el labio y cierro los ojos, disfrutando de este momento. Su aliento cálido choca contra mi mejilla, haciendo que contenga el aire.
Reacciono, ya que el timbre acaba de sonar indicando la primera hora, y le doy un suave empujón.
Y sin quererlo, me muerdo el labio inferior, para no dejar escapar una sonrisa.Daniel me echa una ojeada rápida antes de volver a su sitio.
Me siento observada, así que miro a mi derecha, porque si miro a mi izquierda me como la pared, y me encuentro a una Ana con la mandíbula hasta el suelo.
-¿Qué acaba de pasar ahí?-dice anonada.
-¿Qué ha pasado?-me hago la tonta.
-Rubia tenías que ser.-niega con la cabeza.
-Que pesada con lo de ser rubia, hostia.-alzo la voz llevándome las manos a la cara.
-Claudia, esas palabras, por favor.-me advierte la profesora de Física y Química.
-¿Qué palabras?¿Hostia? Eso no es una palabrota, pero bueno.-me cruzo de brazos, topándome con las miradas divertidas de las fotocopias, llamadas Jesús y Daniel.
-Claudia, no me contestes o acabarás en la calle.-suspira pesadamente la profesora.
-Que sí, que muy bien.-digo cogiendo un boli y llevándomelo a la boca.
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Always
Fiksi Penggemar¿Crees que tu vida podría cambiar si fueses a una discoteca para celebrar un examen con tu mejor amiga? Es algo simple, ¿no? Pues esa es mi sencilla historia. Yo, Claudia Quiñones, y mi fiel compinche en las peripecias, Ana Rodríguez, viviremos una...