CAPÍTULO 1

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CAPÍTULO 1

Sandra caminaba tranquilamente por la calle en dirección a su hogar, pues las clases de ese día habían concluido.

Sandra era una chica de diecisiete años que cursaba el último año de preparatoria. Era de tez blanca y bonita, rostro ovalado, ojos cafés de tamaño mediano y los que cerraba mucho a lo estilo oriental cada que sonreía. Era alta para el promedio con un metro setenta, además de que su complexión física era rellenita aunque no por eso desagradable, pues sus curvas y dotes femeninos estaban muy bien desarrollados. Era una chica muy feliz y esa felicidad quedaba evidenciada por su amplia, radiante y bella sonrisa de dientes blancos y parejos, sonrisa que iba de oreja a oreja; sin duda, una de las cosas más lindas que tenía. Su carácter era fácil de describir, pues aunque era generalmente tranquila, si se llegaba a enojar, se enojaba de verdad.

La joven se hallaba concentrada en lo que suyo de colocar un pie delante del otro como si fuera la mayor ciencia, hasta que alguien la sacó de su importante asunto al llamarla por su nombre. Detuvo su andar y miró a todos lados encontrándose con ningún otro que con Demian, su ex-novio. No era que su relación con él fuera mala después de su ruptura hacía más de un año. De hecho, seguían en contacto y podían considerarse buenos amigos, mas era verdad que las cosas habían dejado de ser como antes. Así y todo, a Sandra siempre le daba gusto verlo, por lo que esa ocasión no fue la excepción y no pudo evitar regalarle la mejor de sus sonrisas.

—Hola, Demy. ¿Cómo has estado? —lo saludó al tenerlo frente a ella, siendo "Demy" el apodo que casi todas las chicas le habían dado.

Demian tenía la edad de Sandra; era alto con un metro ochenta, delgado, tez blanca, cabello negro y ojos de un peculiar color verde que no parecían verde gracias al borde de éstos que era de un café oscuro, por lo que dependiendo de la ropa que usara y de la iluminación, a veces se veían más claros o más oscuros, siempre manteniendo el tono entre café y verde. Era bastante atractivo y por demás popular entre el género femenino; un adonis por el que todas las chicas suspiraban de amor e ilusión. Su actitud era compleja por naturaleza, aunque entre sus actitudes más comunes estaban el hecho de que era un avaro y tacaño a más no poder, que era algo vanidoso y que hasta el momento no se había contentado ni visto satisfecho con ninguna de sus antiguas parejas, ya que actualmente estaba soltero.

—Hola, Sandra. Diría que estoy bien, pero no estoy seguro —reconoció Demian frunciendo el ceño.

—¿A qué te refieres? ¿Por qué lo dices? —Sandra compartió la confusión que mostraba él.

—Es complicado de explicar. Tengo la cabeza hecha un lío —Se llevó una mano a la frente—. Creo que me levanté con unas lagunas mentales dignas de cuidado.

—¿Lagunas mentales? —Sandra se cruzó de brazos y lo miró con desaprobación—. ¿Acaso te has metido en el vicio de la borrachera, Demy? O peor aún, ¿de las drogas?

—¡Por supuesto que no! —Demian se indignó por la acusación—. ¿Por quién me tomas? En ese tipo de asuntos soy muy cuidadoso.

—Pues con las amistades que te marcas, no creo que esa precaución sirva de mucho, ¿sabes?

—¿Qué eres? ¿Mi madre para que me digas con quién andar o no? —Demian la miró con expresión irritada—. Además, al menos yo sí tengo amigos.

—Mira tú, ni porque me preocupo por ti. Pues bueno, me voy.

—Ya, ya. Perdona —se apresuró a detenerla él antes de que se fuera—. Pero tú empezaste y te he dicho que hoy no ha sido mi mejor día. Ni siquiera recuerdo qué hice esta mañana.

Sandra iba a preguntar algo más al ver la mortificación en el rostro de su amigo, pero entonces notó que detrás de Demian se acercaba Adriana, la más inteligente de las hermanas de Sandra básicamente porque era la única hermana que tenía; contaba con un hermano, pero no con otra hermana salvo ella.

Adriana era un año menor que Sandra por lo que tenía dieciséis años y asistía al mismo instituto que su hermana. Era alta, más que Sandra por cuatro centímetros, morena clara, cabello casi negro y muy largo, el que siempre lo sujetaba en una coleta y sus ojos eran cafés, muy grandes a pesar de que estaban enmarcados por los anteojos que usaba siempre al padecer de una miopía insana. Era buena para el estudio a pesar de que no le gustara nada, con una media general de más de nueve, por lo que sí era lista. En actitud era normalmente seria a pesar de que de vez en cuando se le salía su instinto malévolo natural, el que casi siempre era dirigido a Demian, a quien odiaba a muerte.

En realidad, en cuanto el pelinegro distinguió a la morena una expresión de completo fastidio se adueñó de su rostro, pues así como Adriana lo odiaba con locura, así él no la toleraba lo que vendría siendo nadita, nadita.

—Hey Sandra, creí que ya estarías en casa. Vámonos de una vez, ¿no? —le dijo Adriana en cuanto estuvo a su lado.

—Es de mala educación no saludar a las personas, Adriana. Deberías saludar a Demian —la regañó Sandra al ver que pasaba de largo a Demian. A veces en verdad no comprendía por qué ese desprecio hacia su ex.

—¿Cuál Demian? —indagó la otra mirando a su hermana como hubiese perdido un tornillo, logrando que el chico rodara los ojos.

—No seas tan grosera, Adriana. Ignorar a las personas de esa forma no es cortés —volvió a reprenderla la castaña.

—Pero si no veo a ninguna persona por aquí. Es más, no sé para qué te detuviste.

—¿Cómo que no ves a ninguna persona? —Sandra empezaba a exasperarse del jueguito de Adriana—. Demy está aquí y obviamente me detuve a platicar con él.

—Déjala, Sandra, ya sabes lo infantil que es ella —dijo él intentando picar a la joven, quien pareció optar por ignorarlo pues no dejó de mirar a Sandra con los ojos entrecerrados, escudriñadora, en lo que preguntaba:

—Oye, Sandra, ¿no me digas que no te has enterado?

—¿Qué cosa? —Tanto Sandra como Demian pusieron atención a lo que la morena les diría.

—Pues de que el sábado pasado hubo un accidente automovilístico y parece que Demian estaba allí.

—¿Pero qué dices?

Sandra abrió los ojos por demás incrédula y velozmente dirigió su visión a donde Demian se hallaba, notando con pánico que ya no estaba. ¿Cómo había desaparecido de un segundo a otro? Sintió que el color se le iba de la cara.

—¿Por qué dices eso, Adriana? ¿Cómo la sabes? ¿Quién te contó?

—En mi salón era la noticia del día; está en boca de todos, en especial de las chicas. Me sorprende que no te enteraras. Es más, me tienen hasta la coronilla con su "Ay, Demian esto..." "Ay, Demian lo otro..." "Ay, pobre Demy..." ¡Dah! Y lo peor es que de los tres que iban en el carro, él fue el único que salió vivo. ¡Maldita suerte la suya!

—¡Adriana! —se indignó Sandra.

—¿Qué? Sí es una desgracia que los otros murieran, ¿o me vas a decir que no?

—Pues sí, pero tu planteamiento del asunto hace pensar que la desgracia es simplemente porque Demy vivió.

—Me alegra que lo captaras.

—Ash —Sandra bufó con molestia—. Pero bueno, ¿dices que Demy está vivo? ¿Está bien?

—Desafortunadamente sí —Sandra le lanzó una mirada de advertencia—. Aunque no puedo decir que esté del todo bien. Creo que está en coma o algo así, por lo que oí. Sinceramente no presté mucha atención; el tema no era de mi mayor interés.

Sandra ya no dijo nada más, sino que se sumió en un mutismo total, al tiempo que volvía a mirar a donde había estado Demian instantes atrás, siendo el resultado el mismo: ni sus luces de él. ¿Qué significaba todo aquello? ¿Acaso había estado conversando con un fantasma?

Demian y SandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora