CAPÍTULO 7

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CAPÍTULO 7

Dieron por concluida la conversación en todo el camino de vuelta básicamente porque Demian no quería oír los insultos y desprecios de la morena hacia su persona, porque Sandra no deseaba cumplir su papel de portavoz y porque Adriana en realidad jamás tenía nada de qué platicar. De aquella manera llegaron a la casa de las chicas.

—De nuevo en casa, sanas y salvas —dijo Sandra al ingresar.

—Por ahora —arguyó la menor con mortificación.

—¿Y eso? —La castaña alzó una ceja, extrañada.

—Nos olvidamos por completo de la leche.

Sandra abrió los ojos con terror total. No podía ser verdad. ¡Iban a morir! Esperen, aún podían arreglarlo siempre y cuando su madre siguiera en su habitación; eso era, iría corriendo a la tienda a comprarla. Se dio la vuelta dispuesta a ejecutar el más brillante de sus planes, pero se encontró de frente con su madre y no pudo más que palidecer.

—¿Por qué tardaron tanto? —las interrogó su madre, sospechando—. Sólo iban por leche.

Sandra no supo qué decir. Balbuceó todas las incoherencias existidas y habidas por existir.

—¿Y dónde está la leche? ¿Por qué no han empezado a hacer el chocolate?

La mujer miraba a la mayor de sus hijos con reproche y demanda, ocasionando que Sandra casi se doblegara ante ella para contarle todo; Adriana no estaba en mejores condiciones.

—Diles que se les olvidó el dinero —aconsejó Demian, presuroso. Luego lo pensó mejor—. Un segundo. ¡Sí se les olvidó!

—Se nos olvidó el dinero. Nomás fuimos de hoquis —Sandra habló tan deprisa que su madre apenas pudo captar las palabras.

—Ah, bueno, eso explica muchas cosas —La doña sonrió confortadora, haciendo suspirar a sus hijas—. Aunque no explica una cosa.

Su madre volvió a ponerse seria provocando que Sandra y Adriana tragaran duro. ¿Las había descubierto en su mentira?

—Lo que no explica, hijas, es de dónde salieron tan distraídas y desmemoriadas, vaya. ¡Mira que olvidar el dinero! ¿A quién le pasan estas cosas?

—Nosotras tampoco sabemos por qué somos así —comentaron las hermanas sin creer todavía que se hubiesen salido con la suya, pero de nuevo, esta historia es muy conveniente y está llena de excusas para que siga su curso normal.

—Seguramente es por parte de la familia de su padre —avaló la madre antes de mirar a todos lados—. ¿A qué venía yo? ¡Ya se me fue el avión! ¿Qué quería hacer? Quizás si vuelvo al cuarto me acuerde.

Y sin más, la mujer regresó a sus aposentos en un intento por atrapar su memoria perdida. Podrán notar, entonces, que la distracción es definitivamente por parte del padre, ¿eh?

Sandra suspiró aliviada de que todo resultara bien al final. Centró su atención en Adriana, quien con gran amor corría a la laptop ubicada sobre la mesa del comedor, mientras la abrazaba con adoración y decía:

—Tranquila, pequeña. No volveré a dejarte sola por tanto tiempo, lo prometo.

¿Drama? ¿Dónde? Mas lo curioso fue que Sandra sintió que debía ser ella la que ocupara el lugar de su pariente, pues ella sí que estaba más viciada al computador.

—Vaya, esa loca tiene sus momentos para hacerte la vida divertida —declaró Demian al ver la chusca escena.

—Tienes razón —Sandra sonrió y luego miró de lleno al pelinegro, quien le devolvió la mirada—. Tengo que decirte algo, Demy.

Demian y SandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora