CAPÍTULO 4

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CAPÍTULO 4

Sandra terminó de lavar los platos en tiempo récord ya que era su habilidad especial hacerlo velozmente, y de esta manera se dirigió a la habitación de Adriana para ver de una buena vez de qué quería hablar y por qué le ponía tanto misterio al asunto. En cuanto ingresaron a la pieza, Demian sintió que una gran fuerza de rechazo lo golpeaba con furia, con asco y con rencor; un aura asesina en el ambiente que hasta casi lo hizo sentir escalofríos y le quedó claro que los aposentos de Adriana eran para él una zona peligrosa, excesivamente peligrosa. Pero nuevamente, hablaban de Adriana, la chica que lo odiaba a muerte, por lo que no debía sorprenderle. Los dos notaron que la morena estaba acostada en su cama jugando con el Gameboy.

—¿Qué hubo? ¿Qué quieres? Estoy un poco ocupada aquí, ¿sabes? —indagó la chica sin despegar sus enmarcados ojos de la pantalla.

—Fuiste tú la que me pidió venir —le recordó Sandra rodando los ojos y colocando las manos en su cintura.

—Ah, de veras —Adriana apagó el juego y se sentó apoyando la espalda en la cabecera en lo que miraba fijamente a su fraterna—. Muy bien, Sandra, ¿qué te está pasando? Has estado actuando muy raro últimamente.

—¿Últimamente? ¿Y desde cuándo es eso? —cuestionó Sandra incrédula.

—Pues desde hace rato que veníamos de la prepa.

Demian rodó los ojos con impaciencia y Sandra rio por la ocurrencia.

—¿Ves? Ya me estás pegando tu sentido del tiempo distorsionado; como cuando dices "el otro día" y en realidad te refieres de ayer —se quejó Adriana, frustrada—. Pero esto no viene al caso. Lo que quiero saber es qué pasa contigo. Sé que estás ocultando algo, puedo sentirlo en el aire y no es por nada, pero ha de ser algo por demás apestoso porque aquí huele como a muerto.

—O medio muerto —susurró Sandra para que la otra no la oyera a pesar de que Demian sí lo hizo.

—¡Oye! Más respeto para los heridos y no le digas nada a ella —Demian señaló a Adriana, molesto—. No tiene por qué enterarse de nada de esto. Que sea nuestro secreto, Sandra, únicamente de los dos.

—Pero...

—¿Pero qué? —Adriana enarcó una ceja—. ¿Ves por qué te digo que estás actuando raro? Anda, dime qué pasa, Sandra. ¿Sí, please? O te advierto que si no me dices ten por seguro que no volverás a ver a Mr. Chicharrón.

—¡No! —gritó Sandra por demás en pánico antes de correr a su cuarto.

—¿Quién es Mr. Chicharrón? —quiso saber Demian yendo tras ella, observando con confusión cómo buscaba algo entre todos los cajones de sus muebles con desesperación.

—Es mi querido mini-Hulk.

—¿Mini-Hulk?¿Tanto drama por un estúpido juguete? —Demian no pudo creerlo.

—¡Hey! —se defendió Sandra al sentirse atacada—. Me costó mucho conseguirlo en las promociones especiales de las cajas de dulces.

Desafortunadamente para ella, el dichoso juguete no apareció, por lo que volvió al cuarto de su hermana con el pelinegro pisándole los talones.

—¿Dónde lo escondiste, Adriana? —exigió saber.

—Por allí —dijo ella encogiéndose de hombros, inocente.

—¡Devuélvemelo!

—No, es mi rehén hasta que me cuentes qué te pasa.

—No te dejes dominar —la alentó Demian—. Eres demasiado buena como para dejarte intimidar por esto.

—Piénsalo, Sandra —amenazó la morena—. Sería una pena que cayera en las manos de un piromaníaco loco alias Pablo.

—¡No! —Sandra recordó que su hermano tenía una obsesión insana por el fuego, por experimentar y por cualquier cosa que fuera incendiable—. Te lo diré todo.

—¡Ay, por favor! —Demian alzó los brazos con exasperación.

—Comienza —animó Adriana cabeceando.

—Lo que pasa es que veo a Demian.

—Eso es imposible —Adriana negó con la cabeza cruzándose de brazos—. Él está en coma y si me va bien, a punto de morir.

—Cierto, pero también es cierto que lo veo; veo su "fantasma" o algo así.

—¿Y por qué sólo puedes verlo tú? —Adriana desconfió bastante de que todo esto fuera verdad.

—No lo sé. Tal vez soy especial —Sandra alzó la barbilla, altiva.

—Especialísima —dijo Demian con sarcasmo ganándose una mirada de reproche por parte de su ex, quien después se dirigió a su hermana para convencerla.

—Pero es verdad, Adriana, lo veo y es bastante tenebroso si soy honesta. Me gustaría que se despertara de una buena vez.

—En realidad prefiero quedarme así —comentó de pronto él al pensar en algo terrible—. Conociendo a mis padres, si me despierto harán que pague la cuenta del hospital con mis ahorros y luego me castigarán bajándome la mesada por sabe cuánto tiempo. Uff, ¡qué pesadilla!

—¿Cómo puede preocuparte eso? —Sandra lo reprendió, irritada.

—¿Qué, qué? —Adriana miró a todos lados, obviamente perdida de la conversación.

—Demy dice que prefiere quedase en coma con tal de no pagar la cuenta —le informó la castaña aún disgustada.

—¡Oh, por Dios! ¡Sí es Demian! —Adriana gritó por demás espantada al reconocer que sólo un maldito, desgraciado e infeliz tacaño haría un comentario tan miserable como ese—. Esto es horrible.

—Lo sé —Sandra asintió con pesar—. Todo esto del accidente de Demy es muy feo.

—No lo digo por eso —La morena sacudió la mano indicando que eso no era importante—. Lo horrible es que ni estando entre la vida y la muerte soy capaz de librarme de cualquier rastro de su apestosa existencia.

—Si pudiera hacerte algo o tan siquiera pudieras oírme —siseó Demian mirando a la hermana de su ex con ira mal contenida.

—Calma, Demy —le advirtió Sandra.

—Apuesto a que está amenazándome, ¿no es así? —Adriana adivinó lo que Demian querían hacer y no pudo evitar reír burlona provocando que el joven se enfureciera todavía más—. Pero claro, es imposible para él hacerme algo.

—Sí, no puede porque es un "espectro intocable" —afirmó Sandra.

—¡Qué va! —la corrigió la menor, socarrona—. Ni aunque lo tuviera enfrente, fuerte y sano podría hacerme nada. Que al cabo que...

—¿No tiene la inteligencia ni la valentía suficientes como para intentarlo? —quiso saber Sandra pensando que sería una típica respuesta de Adriana.

—¡No me defiendas, ¿quieres?! —demandó el joven, más molesto todavía.

—Eh, bueno, iba a decir que era porque la autora nunca lo haría defenderse solo —confesó Adriana, pensativa—. Pero eso que dices tú me gusta más.

—¡Ya basta! No tengo por qué soportar esto —declaró Demian hastiado de la ruin actitud de Adriana y de la ingenuidad de Sandra, así que salió de esa habitación que deseaba sacarlo a patadas desde que la pisó.

—¡Espera, Demian! —Sandra se apresuró tras él.

—Claro, ¿qué más saben hacer los cobardes aparte de huir? —se dijo Adriana al quedar sola en la habitación en lo que volvía a encender el Gameboy dispuesta a continuar con su juego.

Demian y SandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora