CAPÍTULO 2

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CAPÍTULO 2

Sandra se encontraba en su habitación, pues en cuanto ella y Adriana arribaron a su hogar, se había ido a encerrar allí para meditar largo y tendido en todo lo que estaba pasando. Simplemente no podía creer que Demian estuviera en coma; tenía que ser imposible por el sencillo hecho de que ella lo había visto como si nada e incluso había conversado con él. ¡Ni siquiera había lucido como un ente espectral traslúcido! ¿Pero entonces por qué Adriana no lo vio? ¿Por qué había desaparecido de su ángulo de visión en un parpadeo? Y lo que era más importante: ¿por qué ella sí podía verlo?

Claro que debía recordar que no era un fantasma tal cual dado que no estaba muerto, sino sólo en coma pero daba igual; la sensación era aterradora. ¡Vaya suceso paranormal estaba viviendo! Afortunadamente había desviado el tema de conversación con Adriana para que no la interrogara más con respecto a su supuesta extraña actitud. Después de todo, ¿qué le diría si ella misma no terminaba por dar crédito a lo que sucedía? Lo mejor sería esperar a tener todo en claro.

Estaba echada sobre su cama boca abajo, reposando de la larga caminata hasta que de soslayo notó que una figura se aparecía de la nada, para después oír su nombre. Gritó despavorida y a todo pulmón al tiempo que se levantaba en tiempo récord de la cama, blanca como la nieve.

—Shh, Sandra, cálmate —intentó tranquilizarla Demian, siendo él el invitado no deseado y mucho menos esperado.

—¡Aléjate, aparición del demonio! —chilló ella en lo que le lanzaba uno de sus innumerables cojines, el que vino a traspasar el cuerpo intangible de él, lo que provocó que volviera a gritar histérica.

—Eh, ¿qué pasó? —Adriana hizo acto de presencia abriendo la puerta de golpe, preocupada—. ¿Qué traes? ¿Por qué gritas así?

Sandra miró fugazmente a Demian, el que le decía con señas que guardara silencio e igualmente le rogaba que se tranquilizara.

—Necesito que me ayudes, Sandra, por favor —suplicó él juntando sus manos a manera de plegaria.

—¿Qué pasó? —insistió Adriana en saber qué mosca le había picado a su pariente, pues desde hacía rato que se comportaba más raro de lo normal.

—Ah, nada, es que... —Sandra barrió el cuarto con la mirada, intentando buscar una excusa que la sacara de su predicamento—. Vi una araña y me asusté.

"Así que ahora soy una araña, ¿eh?", pensó Demian deprimido.

—¿Y una araña merecía que hicieras tanto escándalo? Creí que Pablo era el que tenía aracnofobia, no tú —Adriana se mostró algo escéptica haciendo alusión a su hermano menor que le tenía pánico desmedido a las arañas.

—Se me apareció muy de repente y me sorprendió, es todo —intentó persuadirla Sandra—. Pero ya, mira, el cojín la mató.

Y muy campante fue a recoger el proyectil acolchonado que usó contra Demian, regresándolo a su sitio.

—¿Lo ves? Ya puedes regresar a tus asuntos.

—Ah, okey.

Adriana decidió regresar a su cuarto no del todo convencida, pues estaba segura de que Sandra tenía algo y dado que la conocía de toda la vida era fácil deducirlo; mas ya le preguntaría más calmada y razonablemente —en realidad la chantajearía, pero bueno— a que le contara qué ocurría. En cuanto la morena se fue a lo suyo, Sandra se apresuró a cerrar la puerta para encarar a Demian nuevamente. Abrió la boca procurando decir algo, pero los pensamientos eran tan atropellados que al final no fue capaz de formular ni una palabra.

Demian y SandraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora