PDV de Camil
Alcé temblorosa la vista, reconociendo la voz. ¿Por qué justamente debería encontrarme con él? No era justo, y menos estando como estaba ahora; con frío, pálida y con los labios mas oscuros que una mora mientras temblaba como un chihuahua.
—¿Quién está ahí? —volvió a preguntar . Sentía sus pasos acercarse cada vez más al lugar donde estaba acurrucada junto al viejo árbol.
—S-soy yo —mi voz apenas y fue un murmullo. Esperaba a que él me hubiera escuchado. Hubo un momento de silencio y yo ya estaba pensando que se había dado media vuelta y se hubiera ido, abandonándome aquí en el frío.
—¿Camil? —lo escuché acercarse algo más rápido que antes hasta que logré ver su oscura silueta entre los copos de nieve y el viento que se lograba apreciar como una neblina blanca.
Sentí sus profundos ojos marrones mirar hacía mi dirección, pero no me inmuté ya que no podía estando así de congelada.
Se acercó a mi a grandes zancadas para ponerse de cuclillas frente a mi. Tenía puesta una bufanda gris y un gorro negro de lana. Sobre sus hombros, llevaba una chaqueta impermeable que traía desabrochada, lo que me dejaba apreciar lo abrigado que estaba con una camiseta gruesa y un polerón de polar. Se bajó la bufanda y me miró escéptico.
—¿Qué haces aquí y estando así de desabrigada?
Acercó su mano para tocarme la frente, pero al hacerlo la apartó de inmediato.
—Estás congelada. Dios, Camil. Puedes morir estando aquí afuera. Acompáñame. —no era una sugerencia, más bien una orden. Negué temblorosa sin decir nada. Él se levantó y me agarró bajo las axilas, alzándome y obligando a mi cuerpo a levantarse.
—No te dejaré aquí para que te mueras de frío. Te llevaré a mi casa y en el camino dejaré que me expliques la razón del por qué estar aquí sentada y congelándote.
No me podía mover, y eso lo noté cuando intentó hacer que caminara. Los músculos de mis piernas no reaccionaban y dolían de una forma desagradable. Negué, mientras que, con miedo, me aferraba al cuerpo de Francisco para evitar caerme.
—N-no me p-puedo mov-ver —mi voz salía entrecortada por la fuerza que hacían mis pulmones al intentar inhalar aire caliente. Eran los primeros síntomas de que estaba comenzando a sufrir de hipotermia.
Francisco me miró y, sin esfuerzo alguno me levantó y me apretó contra su cálido cuerpo, esperando que así intentara recibir algo de calor. Caminó hasta llegar a su auto, que era donde se dirigía inicialmente y me subió al asiento del copiloto, cerrando la puerta.
Luego se subió el tras el volante y comenzó a manejar entre los caminos nevados. Encendió la calefacción del auto y sentí como el aire caliente comenzaba a chocar contra mi rostro. En ese momento tenía los ojos cerrados, intentando inhalar el cálido aire que estaba dentro del coche.
Luego de unos minutos, abrí los ojos y vi como en ese momento JongIn dirigía su mirada hacía la mía y suspiraba. Se quitó la bufanda y con cuidado, la enrolló alrededor de mi cuello, sin siquiera desviar la mirada del camino.
La bufanda tenía su aroma masculino y estaba tibia por dentro. La lana era suave y producía en mi un leve cosquilleo con cada movimiento.
Tal vez él no fuera tan malo después de todo, pero aún así, sacando aquella conclusión, no logré agarrar confianza.
—¿Y bien? —preguntó, sacándome de mis pensamientos.
—¿Qué?
—Explícame el por qué, Camil.
Pensé en la forma de cómo podría explicarle. ‘’Mi padre en vez de golpearme me tiró fuera de mi casa para que muriera de frío’’
No, no era convincente decirle de esa forma. Intenté en crear una mentira creíble.—Salí a caminar y comenzó a nevar pero en ese momento no me preocupé mucho. Luego de que la tormenta comenzara más fuerte, me di la vuelta para regresar pero no lograba distinguir los caminos. Entonces me senté bajo el árbol y esperé a que la tormenta terminará… Pero como puedes ver la suerte no está de mi lado —intenté que sonara lo más convincente posible y que no sospechara de que era una mentira.
Vi su expresión, y por primera vez me fijé en cómo era su rostro. Tenía una nariz entre recta y respingada de un tamaño que se veía bien en su rostro. Sus labios eran de un color rosado pálido, pero no sabía si eran así o por el frío. Sus labios era gruesos y carnosos.
Tenía una ligera barba de un día cubriendo la parte inferior de su rostro. Sus mejillas eran lisas, sus pómulos levantados lo que le daba una forma extravagante a su rostro. Su mentón estaba partido ligeramente por la mitad. Sus ojos eran largos y finos, que estaban rodeados por unas largas y finas pestañas de color negro. Sobre ellos, unas espesas cejas del mismo color.
Sus ojos se salieron por un momento del camino para mirarme fijamente, antes de desviar su mirada. Me sentí intimidada, por lo que me di la vuelta para observar por la ventana y acurrucarme contra el asiento de piel mientras esperaba en silencio su respuesta.
Suspiró antes de hablar:—¿Cómo puedes perderte? —preguntó.
Me encogí de hombros mientras juntaba mis congelados párpados y esperaba a que la calefacción me calentara lo suficiente como para dejar de temblar. Aunque no sabía si estaba temblando por frío o por el miedo y la inseguridad que tenía hacía él.
El camino fue una eternidad, por más que solo hubieran pasado cerca de dos o tres minutos. Detuvo el auto, sacando las llaves de la chapa y abrió la puerta, mientras yo abría los ojos para encontrarme frente a una enorme construcción.
Jamás pensé que de cerca sería aún más enorme. A través de las ventanas lograba apreciar un ambiente acogedor; las luces estaban encendidas y en lo que parecía ser la sala había una gran chimenea encendida.
La puerta de mi lado se abrió y vi como la mano de Francisco se acercaba a la mía para agarrarla firmemente y sacarme de allí con cariño. Me cubrió con un brazo para que el frío no me volviera a consumir y, luego de bloquear el auto, me llevó adentro a pasos rápidos. Entró y sentí como un aire cálido y suave se aferraba contra mi piel descubierta.
Miré a mi alrededor boquiabierta, jamás hubiera pensado que su casa sería así de grande.
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Gracias, mil veces gracias por salvar a Camil. De verdad gracias.Gracias por leer.
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HELP ME!!!
Genç KurguHelp Me! (¡Sálvame!) ''Sálvame, por favor, sálvame de esta pesadilla'' ''Haría lo que fuera por hacerlo, princesa'' ''Sácame de aquí, haz que se detengan... Haz algo'' ''Lo que sea por ti, nena'' [...] ''Ya sé cómo puedo salvarte'' ''¿Cómo? Dime, po...