Un Golpe de Suerte... ¿O No?

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Ferim:

"¡Maldita Sea!" Exclamaba yo en mi encarcelamiento. Habíamos conseguido tanto y yo por coger con una ramera, lo había perdido todo. Habíamos robado cotas de malla, morriones de hierro y acero, algunos con barra nasal ancha, cinchos de cuero, espadas largas con fundas de madera y cuero rectas y de doble filo, pesadas y livianas, de buen acero con guarnición de cuero blando sobre madera y el pomo de piedra negra pulida, dagas, piedras de afilar, grebas, golas, lanzas de seis codos de fresno con puntas de hierro, escudos de roble mellado de metal, entre otras armas y mucho, mucho oro.

Mi estupidez me había jugado una mala pasada. Caí preso en las Islas del Verano y el destino no me deparaba nada bueno. Yo ya había perdido toda esperanza de escapar, lo había intentado todo. Traté de sobornar al guardia dándole una moneda de oro que me había escondido cuando me confiscaron mis pertenencias, pero me la quitó, me golpeó y siguió con su vigilia. Traté de romper los barrotes, imposible, traté de arrancarlos de la ventana, mismo resultado. Incluso traté de fingir mi muerte con un falso ataque al corazón, los guardias ni se inmutaron. O yo no les importaba, o ya habían visto de todo y ningún truco que yo me inventara se lo creerían.

Justo cuando estaba por rendirme, luego de mi juicio, cuya sentencia fue la ejecución en la plaza pública, mi capitán Wyeth y su tripulación aparecieron armados con el arsenal que robamos. Un peculiar hombre los acompañaba, también, a él lo seguía un considerable número de fuerzas.

Me sacaron de aquella prisión, junto con varios de nuestros compañeros, y todos aquellos hombres que quisieran ser reclutados, como la mayoría estaban esperando morir, muchos se fueron con nosotros.

Al parecer, el capitán había decidido asentarse y establecer un campamento a poca distancia de las tierras costeras de donde desembarcamos al llegar, y zarparon al escapar. Aquel hombre que lo acompañaba, era el tal Fox de quien tanto había hablado el capitán. Al parecer, habían hecho negocios hacía tiempo y de nuevo ahora. Se escribieron acordando el lugar de encuentro y la fecha aproximada. Al parecer, el capitán había hecho una lista con las cosas que Fox quería que le consiguiese, y lo que robamos fue precisamente eso, yo como un tonto no sabía por qué buscábamos esos objetos puntuales, pero lo demás que robamos, se lo guardó el capitán en su botín personal.

Además, la huida estaba planeada para que algunos de nosotros cayéramos presos, y juntáramos apoyos en la prisión. "Hmpf. Más soldadesca para Fox", pensé cuando el capitán nos informó de sus intenciones de ponernos a su servicio, y fusionar nuestra tripulación permanentemente con su compañía de bandidos, o por lo menos hasta que consiguiésemos un mejor negocio que lo que él pagaba, nos dijo por lo bajo.

Las intenciones de Fox, eran viajar a las islas Peldaños de Piedra, junto con otras dos compañías de mercenarios, una de 17 y otra de 23 comandadas por líderes independientes.

Acompañado además de una flota pirata que consistía en nuestro barco y tripulación más la de otros 20 barcos, más pequeños y con menos hombres. La idea me fascinaba. No había nada que quisiera más que ver de rodillas a los señores piratas de aquellas islas, lugar donde nací y viví un corto período de mi vida. Lugar donde vi morir a mi padre y abandoné a mi madre a merced de los rematadores de la subasta por las pertenencias de mi ya difunto padre.

Su plan era establecer un pequeño asentamiento, tomando un castillo o una aldea. Manteniéndolo por un tiempo hasta que lograse reunir más apoyos o contratar otros ejércitos de mercenarios y asesinos como los Segundos Hijos o los Inmaculados, para expandir su control sobre aquellas tierras.

Fox tenía en la mira la Isla Dolor, pretendía tomar el Castillo Isla de la Vergüenza, gobernado por el Señor Pirata Daario de Isla Dolor.

Cuando llegamos a la isla y estuvimos por desembarcar, las defensas del Señor Pirata entraron en acción, bordeando las costas, rodeándonos.

Cuando estábamos virando para atacarlos, ¡17 de los 20 barcos pirata nos traicionaron!

Al parecer estaban a la disposición de Daario y de otro Señor Pirata vecino, que le debía un favor a este último. Habían timado a Fox, dejándose reclutar, tomando todo el dinero para su señor para al final, darse vuelta en contra de él. "Pobre tonto que resultaste ser, eh Fox" pensé, y luego me corregí "Pobres tontos salimos nosotros que confiamos tan ciegamente en la victoria sin prever que esto podría suceder".

Con solo 4 barcos enfrentándonos a una inmensa flota no tuvimos más opción que rendirnos. Pero el barco que llevaba a los mercenarios no bajó las velas y las anclas y se dejó abordar, no querían ser capturados. Lucharon contra muchos piratas y lograron llevarse a muchos de ellos consigo. Pero al final, los piratas decidieron ahorrarse las molestias y hundieron su barco.

Al resto nos tomaron prisioneros, salvo a Fox, Daario le cortó el cuello de lado a lado en frente a todos.

Al ser tantos los prisioneros, era difícil identificarlos a todos cuando bajaron de las embarcaciones.

Yo seguido por mi capitán, y otros tantos logramos escabullirnos entre la confusión que generó una riña entre un prisionero y un guardia. Todos fuimos en distintas direcciones, salvo el capitán Wyeth y yo, que nos mantuvimos juntos.

Él sentía gran afecto hacia mí, y yo devoción hacia él, aunque no lealtad, lo conocía. Se sintió como un torpe por emprender tal aventura. Pero, ¿Cómo podía saber el desenlace de la historia? no podía, incluso él se equivocaba a veces, también era humano. Pero Wyeth no lo podía tolerar, toda su tripulación había caído presa por su culpa, por su insensatez. Cayó en una profunda depresión.

Yo lo ayudé y procuré cuidarlo lo más que pude mientras se encontraba en ese estado.

Conseguimos que nuestros persecutores nos perdieran la pista y nos unimos a la tripulación de un simple barco mercante que viajaba de puerto en puerto por aquellas islas piratas, esperando no ser atacado. Trabajábamos limpiando la cubierta y haciendo trabajos forzosos y otros algo embarazosos como limpiarle la ropa, toda la ropa, al capitán del embarcadero. Al parecer, la embarcación contaba con la protección de uno de los Altos Señores Piratas, cuyas influencias, desalentaban a la mayoría de tomar cualquier acción contra ellos, aunque no a todos. Siempre habría algún loco de atar que probaría su suerte con ellos. Por eso siempre había que tener cuidado.

Solo espero encontrarme pronto con alguna otra compañía que pretenda tomar uno de los asentamientos piratas para unirme a ella en combate. Vine aquí a luchar y no me iré sin ver correr sangre pirata isleña. Esperaré lo que sea necesario hasta que el momento oportuno llegue. Prestaré mucha atención ante noticias de un inminente ataque para ir a su encuentro, o tal vez logre escuchar de alguna conversación, rumores de un posible ejército dirigiéndose en esta dirección...

Otra historia que no conocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora