"Un Angel en la Tierra"

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Todo comenzó como un día cualquiera. Yo, caminando por las calles de Santo Domingo, buscando un lugar para refrescar la mente. Cuando de pronto, pasa frente a mí, el ser más divino y angelical que haya podido ver en toda mi vida.

Sus ojos reflejaban todo el brillo del sol. Sus labios y mejillas los colores más encarnecientes y rojizos que haya visto. Su piel tan limpia y tierna como los pétalos de una rosa. Parecía un ÁNGEL. Un ANGEL acabado de bajar del cielo.

Me iluminó la vida y mis ojos brillaron al ver tan grandiosa hermosura, pero mi voz no pudo salir al aire, mi garganta se cerró, la respiración me faltó y no tuve fuerzas para acercarme a ella.

Solo pude quedarme ahí, parado, observando cómo se trasladaba de lugar, como su cuerpo dejaba boquiabierta a todos los hombres que estaban en ese alrededor, mientras yo solo seguía observando.

Mi mente repetía una y otra vez "Realmente es un Ángel".

El viento jugaba con su pelo suelto; como jugaba con las hojas caídas de sus árboles, como juega el mar con las pequeñas embarcaciones que navegan en él. Su cuerpo estaba moldeado por un hermoso vestido azul cielo, que jugueteaba con el viento.

Sus pasos eran firmes; como la firmeza de una enorme montaña o un enorme pilar soportando el peso de un castillo. Solo miraba a los lados para cruzar la calle. Siempre la vista al frente y decidida en lo que deseaba.

Su andar dejaba fuego en el transcurso de su recorrido por aquella calle. Sus poros destilaban un aroma extraterrestre; jamás conocido en esos alrededores.

De repente, escuche una voz a mi oído derecho que me decía: "No la dejes ir, dile algo", mientras que otra voz me susurraba a mi oído izquierdo: "Ni la mires, no la podrás tener. Es demasiado alta para ti. No ves su clase, compárala con la tuya".

Entonces, la duda llegó a mi mente. Una controversia entre el que hacer; si la sigo o la ignoro, pero era tanta la belleza que mis instintos la seguían solos, automáticamente, sin poder controlarlos.

Y así fue. Mis instintos me impulsaron y mi cuerpo tomo fuerzas, se movilizó, siguió su aroma. Un aroma inconfundible y armonizante que brindaba paz y amor a todo el que lo respiraba. Si! la seguí. La seguí hasta un parque cercano. El parque que justamente tenía en mente para tranquilizarme.

Ella se sentó y luego lo hice yo, en un banco cerca de ella. De pronto, una gota de oro líquido rodó por su mejilla, entristeciendo su rostro. Sentí tanto dolor en esos momentos, como si fuera yo quien lo estuviera sufriendo.

Mi mente solo imaginaba y preguntaba: ¿Qué le sucedía? ¿Por qué un ángel podría llorar? Cuyas preguntas me obligó a acercarme a ella y entablar conversación.

-¡Hola!, perdone mi atrevimiento, -dije con voz temblorosa. -¿Cómo es posible que una princesa de tal belleza conozca lo que es una lágrima? -Me quedé mirándola fijamente, pero sin poder ver su rostro, ya que ella miraba hacia abajo, tratando de evitar que la vean llorar.

-Disculpe, no lo conozco. -Me dijo un poco molesta. Su voz estremecio mi piel. Fue como un trueno que se escucha en medio de una tormenta en la noche oscura. -Déjeme sola, por favor.

Ella me miró como si quisiera desaparecerme de su vista en un abrir y cerrar de ojos. Su mirada era tan profunda y llena de odio. Sus ojos brillaban por las lágrimas que intentaba retener.

A pesar de eso, sus enormes ojos verdes como el color de la esmeralda se clavaron en los míos. Intentaba transmitirme todo el odio que sentía en su interior a través de su mirada.

En ese momento mi corazón se estrelló. Se quebró como si lanzaran una pedrada en un cristal y ese cristal fuera mi corazón.

De pronto, una voz en mi oído izquierdo se burlaba de mi diciéndo: "Te lo dije. Si me hubieras hecho caso no te hubiera pasado esto". Pero la otra voz me insistía: "Eso fue sólo por el momento. No la dejes ahora. ¿No vez que está llorando?"

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