Capítulo II

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-Rocinante, Doffy... ¿¡Qué han hecho!?-exclamo Homing Donquixote con preocupación al ver que sus hijos llegaban a casa junto con su guardia especial y un joven moreno que venía atado con una correa y el collar especial de los esclavos.

-Tranquilo padre, no pasa nada-soltó Doflamingo en tono despreocupado mientras jalaba la cadena de su nuevo humano-. Solo salimos a pasear y...

-Yo me voy a mi habitación, con permiso...-dicto Rocinante totalmente serio. Realmente no quería verse involucrado en la discusión de Doffy y su padre.

Rocinante llego a sus aposentos, cerró la puerta y se dejó caer al piso, manteniendo la espalda pegada a la puerta, de manera que pudiera escuchar cuando Doffy y sus padres subieran a sus cuartos.

-Doffy, lo hemos platicado muchas veces, creí que habías entendido...

-¡NO PUEDE SER! ¿¡Acaso no recuerdas quiénes somos?! ¡Somos tenryubitos, somos la familia Donquixote! ¡ES POR ESO QUE TODOS HABLAN DE TI Y DE NUESTRA FAMILIA!-grito Doflamingo alzando los brazos en gesto de enojo.

-Doffy, por favor...-musito su madre con cierto temor mientras se acercaba a su hijo en un intento de calmarlo.

-¡¿Ves esto!?-inquirió Doflamingo señalando al joven humano que yacía a sus pies-¡ESTO NO ES MÁS QUE UN SIMPLE HUMANO! ¡Nosotros somos algo superior a esto...! ¡Nosotros tenemos poder sobre ellos! Y por eso... Nunca dejaré de ejercer este derecho; no importa cuántas veces me recites tus sermones y discursos de moralidad...

Los padres Donquixote se quedaron sin palabras, solo pudieron retirar con tristeza y decepción sus miradas de su hijo y dirigirlas hacia el joven esclavo, deseándole toda la suerte del mundo para que su hijo no se desquitara con el de formas tormentosas.

-Bien... Si no tienen nada que decir, me retiro a mi habitación, buenas noches madre-dijo Doflamingo despidiéndose solamente de ella y llevando consigo a su joven humano, dándole ligeras patadas al andar.

Rosinante escucho de pronto los pasos de su hermano dirigiéndose a su respectiva habitación; también pudo oír claramente el sonido de la cadena que ataba al humano.
¿Se lo llevaría a su habitación? Por costumbre Doffy los dejaba encerrados en una gran y ostentosa jaula que tenía en uno de los jardines de la mansión. ¿Acaso lo golpearía hasta cansarse y quedarse dormido? Es lo único que se le pudo ocurrir.
Así que, reuniendo el valor que le quedaba por ese día, se puso de pie y decidió ir a "visitar" a su hermano y aminorar el tiempo de tortura del humano por lo menos unos breves momentos.

-Doffy... Soy yo, ¿puedo entrar?

-Pasa-respondió Doflamingo secamente-¿Qué se te ofrece Roci?

-Bueno... Quería saber cómo terminaron las cosas con papá, ya sabes...

-¿En serio te lo preguntas? No fastidies Roci, ya conoces la historia-dijo el rubio de las gafas con un tono que mezclaba enojo y resignación-. Lo mismo de siempre...

-Sí, debí imaginarlo...-y Rocinante echo una fugaz mirada al muchacho humano que se encontraba sentado en un rincón de la enorme habitación-. Y olvidando esa discusión, ¿Cómo se llama tu humano?

-¿Qué? ¿Su nombre? Vaya no había pensado en eso... ¡Oye, tu, basura humana, ven aquí!-ordeno Doflamingo haciendo un ademán con su mano derecha indicándole que se acercara a ellos.

El muchacho de cabello oscuro llego a los pies de los hermanos y se plantó de nuevo en el suelo. Los hermanos bajaron sus miradas, en verdad resultaba algo incómodo que el humano fuera tan pequeño comparado con ellos.

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