~Capítulo 2~ Hola Primor

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Jueves 10 de Diciembre:

Oigo el canto de los pájaros, pero mis ojos no se despegan. Siento que mi cuerpo está completamente pegado a la cama. Ése es mi mayor problema en las mañanas. Levantarme temprano.
Tomo mi celular, aún dormida, que está debajo de mi almohada y lo enciendo. Marcan las 8:26 am. Tengo el tiempo suficiente para bañarme, decidír qué me pondré hoy y... ¡Oh, por Dios! Casi lo olvido. Hoy a las dos de la tarde tengo clases de canto y actuación en Lomas de Zamora. Mi mejor amigo, Gustavo, también tiene las mismas clases que yo. Por eso siempre vamos juntos. Por lo general salimos una hora antes, comemos algo y nos vamos al estudio. Todo lo hacemos mirando al reloj, para llegar puntual. Tanto a él como a mi, no nos gusta llegar tarde a ningún lado.
Me tomó unos minutos levantarme, como siempre; corro las cortinas, abro las ventanas y salgo al balcón que da hacia la calle. El día está bastante soleado, pero no hace tanto calor. Me apoyo en las barandas del balcón y observo a mis vecinos, como suelo hacer. Mi vecino de al lado, Raúl, está lavando su auto. Nancy, mi vecina de enfrente, está tomando el desayuno afuera con su esposo. Sonrío al verlos tomados de la mano. De repente pienso en el mesero y su nombre retumba como un eco en mi cabeza (Lucas). Y sonrío aún más cuando imagino que podríamos llegar a ser nosotros de adultos. Miro mi celular y no hay ningún mensaje de Gustavo. Lo que me extraña, porque él siempre me envía un mensaje por las mañanas. Para levantarme.
Vuelvo a entrar a mi habitación y abro mi armario. Tomo mi remera blanca, mis jeans ajustados azules, mi cinturón ancho marrón y los dejo sobre la cama. Estaba a punto de buscar mis zapatillas marrones de lona, cuando unos golpes en la puerta hace que me gire hacia ella.

-: Pase-. Digo y desvío mi vista de la puerta para posarla en un rincón donde estaban mis calzados.

-: Disculpe, buenos días - oigo a Sergio decir desde la puerta mientras agarro mis zapatillas. Sergio es el mayordomo y chofer de la familia. Bueno, mejor dicho, mi chofer. Mis papás salen temprano para controlar las mercaderías y si todo está en orden en la fábrica. Ellos se van juntos en la camioneta de papá, dejándolo a Sergio a cargo de mí. Digamos que también es mi niñera. Una niñera con bigote - El señor Lemos llamó para decir que llegará en una hora-.

-: Gracias por avisármelo - él se inclina un poco hacia adelante y baja su cabeza. Acción que hace siempre cuando le agradezco, y que trato de corregir en él. Porque yo no soy ninguna princesa ni nada, para que se comporte así - Sergio - al decir su nombre, él vuelve a enderezarse y me presta suma atención - ¿Mis papás ya se fueron? - yo ya sé la respuesta, pero quiero oírlo de él para reclamárselo una vez más.

-: Si señorita, se marcharon a las siete y media - Él me mira algo confundido pero luego sonríe.

-: Bien ¿ Y no quedamos en que me tutiarías y no te comportarías como si yo fuese la reina de Inglaterra cuando ellos no están? - le digo levantando una ceja.

-: Si, disculpe - llevo mis manos a mi cintura y lo miro seriamente con la cabeza inclinada hacia un lado - Perdón - se corrige, yo sonrío - Si me necesitas voy a estar en la cocina, ayudando a Inés con el desayuno - le costó decirme "necesitas", pero lo hizo y fué divertido escucharlo.

-: Dudo que lo haga. Voy a entrar a bañarme y no voy a salir por un buen rato - sonreímos al mismo tiempo. Ambos sabemos que un buen rato es un BUEN RATO. Él asiente y está a punto de irse, pero mi voz hace que vuelva a abrir la puerta - Aunque pensándolo bien, te voy a dar más tiempo. Espero que no lo desperdicies- Le guiño el ojo. Él me mira algo curioso y, a la vez, confundido pero sin borrar su sonrisa. No se molesta en preguntar a qué me refiero, pero estoy segura que lo sabe. Inés, la cocinera. Sergio siente algo por ella, pero no se lo dijo a nadie. Aunque todos en la casa lo sabemos, o por lo menos lo notamos. Todos menos mis papás. Si se enteran que la cocinera y el chofer andan a escondidas, desaparecen a menudo o andan en algo raro que a ellos no les termine de cerrar, lo averiguarían y los echarían. Y si mis sospechas son ciertas entonces Inés, probablemente, ya se haya dado cuenta de cómo Sergio la mira o pone excusas para estar cerca de ella y ayudarla en algo. Para ser honesta, no sabe disimular cuando se trata de mujeres. El problema es que Inés no es una mujer a la que puedas impresionar fácilmente. Pero él tiene sus encantos y yo creo que puede con eso - Andá. Andá tranquilo-. Sergio se ríe y cierra la puerta.

¡Déjenme Amarlo!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora