Cambios (Reto de Junio)

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*Esta historia quedo en Tercer Lugar en el Reto de Junio*

Un nuevo día comenzó. A pesar de estar encerrado en lo más recóndito del lugar, en una jaula mugrienta y vieja, pude observar el sol elevarse en todo lo alto. A mi parecer, los rayos del sol se ven muy débiles desde aquí, opinión compartida con mis compañeros de jaula.

Para empezar, mi nombre es Toby y soy un perro encerrado en una perrera vieja. Mi raza la conocía, pero no la recuerdo en este momento. Estoy aquí desde hace mucho tiempo, muchísimo, y a decir verdad ya me acostumbre al lugar. A pesar de sus paredes despintadas, sus jaulas oxidadas, el lugar me da lo necesario para vivir: Comida, agua y aire. Para mí eso es suficiente.

Aunque si bien es cierto que pueden adoptarme en cualquier momento, no creo que eso llegue a suceder. Primeramente, porque poca gente visita el lugar, y la mayoría no llega hasta el final de la perrera, lugar donde se encuentra la jaula donde vivo. Y las contadas personas que llegan hasta aquí, no me eligen a mí por mi aspecto: Negro y bravo (Aunque si me llegaran a conocer, se darían cuenta que soy todo menos bravo). Ellos eligen al perrito más juguetón y bonito y no los culpo por eso. Además ya me acostumbre al lugar, y no es tan malo como se imaginan. Dormir, comer, dormir y volver a comer; ese es mi sistema de vida, ¿Muy parecido al de los gatos, no?

Si bien me pongo a pensar en cómo sería tener dueño (Y esto ocurre muy pocas veces) no pasan de simples fantasías. Hace mucho tiempo tuve dueño, y según lo poco recuerdo, la pasaba bien, no tanto, pero bien. Hasta un día en que mi "amo" se mudó de casa, y me dejo abandonado en la vieja morada. Anduve dos días vagando hasta que los de la perrera me abandonaron. Aunque no lo crean, eso no me afecto en lo absoluto. Mi amo no me acariciaba tanto como yo quería, por lo que no forme un vínculo tan grande. Me daba comida, eso sí, y bastante en comparación a la de hoy. Y aunque lo aprecio por eso y por los contados buenos momentos, no tengo nada de rencor en contra de él.

En fin, tener dueño no es algo que me quite el sueño (Prácticamente no hay nada que lo haga).

Tengo dos compañeros de jaula: El primero es un perro ya viejo, de unos ocho años, con el pelaje ya gris de la suciedad (Aunque él cuenta que originalmente era blanco como la nieve) y grande. Es muy simpático, y se la pasa contando historias sobre su larga vida. Siempre dice que jamás ha tenido dueño, y yo le creo, ya que; "Un perro sin dueño, es un perro libre". Ha pasado su vida viajando de aquí para allá, y de allá para acá. Nunca había estado en perreras hasta el día en que llego, hace varios meses. Llego diciendo que lo habían atrapado por pura suerte, y que era la primera vez en su vida que le pasaba eso. Se llama Sparky.

El segundo se llama Doki y es marrón y pequeño, con un pelaje esponjado, y en cierto modo, tierno. No sé mucho acerca de su vida, solo sé que le encantaría tener dueño otra vez. En verdad lo anhela.

Es muy tímido y reservado, de allí viene el conocimiento casi nulo que tengo de su vida. A pesar de eso, nuestra relación es normal. Entre los tres que compartimos jaula, hablamos todos los días, y esa es básicamente nuestra rutina diaria. Y a decir verdad, no está mal.

Pero todo en la vida cambia tarde o temprano. Nada es eterno, dice Sparky y luego agrega: Los cambios son buenos la mayoría de veces, y cuando son malos nosotros debemos ver el lado positivo de ello. A pesar de parecer una frase profunda para un perro, nosotros ya sabemos a lo que se refiere: Escapar de la perrera.

Como ya he dicho varias veces, quedarme en la perrera no es algo que me incomode, pero a mis compañeros si: Sparky quiere escapar para ser libre y disfrutar de sus últimos años, y Doki para buscar un dueño con quien ser feliz. Yo los apoyo ya que son mis únicos amigos, y en verdad, un cambio no estaría del todo mal...

Son las 1:00 de la mañana, la hora perfecta para escapar. No hay nadie en la perrera, a excepción de los perros que yacen tranquilamente dormidos. Ya estamos listos:

-¿Están seguros de esto?- Les pregunte antes de comenzar.

-Segurísimo, ya verás todo saldrá de perlas- Me respondió sonriente Sparky, y yo asentí. En mi interior pensaba: Bueno, a ver qué es lo que la vida nos tiene reparado...

El primer paso era abrir la jaula. Yo ya había visto a varias personas hacerlo, así que asumí que no sería tan difícil. Solo era cuestión de mover una palanca pequeña que se encontraba afuera de la jaula. Estire mi pata, y jale. Nada. Debo hacerlo con más fuerza. Jale otra vez. Y otra vez. Y de nuevo, otra vez. Y otra. Y...

Y así hasta que lo logre, en el intento numero veinte más o menos. Salimos de la jaula silenciosamente. Antes de irme, la mire por última vez. Y entonces sentí un poco de melancolía, en esa jaula estaban mis últimos 11 meses, y era hora de cambiar. Y sentí que esa era mi misión.

Cruzamos todas las jaulas, hasta llegar a la puerta. Nuestro plan era salir por la ventana rota que se encontraba al lado de la puerta, pero vaya sorpresa que nos llevamos. ¡La ventana estaba tapada con maderas! Pensamos que no éramos los únicos con ese plan, y que alguien ya lo había ejecutado. Fugazmente cruzo la idea de abandonar el plan, que el cambio no era para nosotros, que vivir para siempre en la perrera no era malo, que el cambio podría ser nefasto, que...

Pero antes de hacer algo, Sparky arrojo una calculadora hacia la ventana, utilizando el hocico (Que era más fuete de lo esperado) La calculadora solo rompió una parte de la madera, pero al chocar y romperse contra el suelo causaron un gran ruido que despertó a los demás. Todos los perros empezaron a ladrar. Entonces tuve miedo de que el guardia despertara (Ya que vivía a la par de la perrera) y nos encerrara en una jaula con mucha protección. Y todo por culpa de querer cambiar. Pero no.

En ese momento, Doki descubrió una saliente junto a la ventana, tapado por una gruesa cortina, y en el que no había reparado antes.

En esa saliente había un hueco pequeño, por el que cabía Doki. Sin pensarlo, Doki se escabullo por él. Después, ya afuera, dado que el suelo era de tierra, comenzó a cavar, e hizo un hueco por el que cabíamos perfectamente los tres.

Huimos a toda prisa, y así nos alejamos de la perrera. Después de despedirnos visualmente de la perrera, corrimos sin rumbo y dirección. Y esos fueron nuestros últimos momentos juntos, y en verdad, el pase excelente. El mejor final para una amistad.

Nos detuvimos en una acera, y allí pasamos el resto de la noche. Rápidamente nos dormimos.

Cuando desperté, ya no estaba Doki. Con la mirada lo busque, y lo comencé a llamar. Hasta que lo encontré. Iba en manos de una mujer, y se alejaban por la calle. Por lo que observe Doki iba feliz como jamás lo había visto, y sus ojos brillaban. La mujer se veía simpática, y entonces me di cuenta de que jamás volveríamos a ver a Doki, y que el sería feliz. Completamente feliz. El cambio había sido bueno para él.

A pesar de que me hubiera gustado una despedida, un adiós siquiera, soy feliz al imaginar que por el resto de su vida, él es feliz como él quiso. Y eso no lo quiero cambiar.

Desperté a Sparky y le conté lo de Doki.

-Está bien, sé que será feliz- Me respondió

- Si, lo sé- Y sonreí. Después de unos segundos de silencio agregue- ¿Y ahora? ¿Qué será de nosotros?

Sparky me miró fijamente, y dijo:

-Los cambios son para bien si nosotros lo vemos así, y este es un cambio que nos vendrá genial ¿Ok? Ahora somos vagabundos, viajaremos a donde queramos, y haremos lo que se nos dé la gana. Ahora somos libres, y eso es genial.

Y entonces, nos alejamos caminado por la acera, hacia el norte aunque sin rumbo y sin dirección, pero libres. Totalmente libres...

¡Que gran cambio!


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