Prólogo

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La muerte de un humano es como una estrella a punto de caer. Se espera que millones de luces en el cielo infinito caigan en cualquier momento, en cualquier segundo y en cualquier lugar.

Y en realidad es que la vida de un mortal podía valer tan poco o nada en un mundo de inmortalidad, uno donde los vampiros dominaban por completo y el cual era desconocido hasta ahora por muchos.

¿Cuál sería la primera estrella en caer?

¡Qué irónica podía ser la vida!

Un día podías estar aquí y el otro ¡Quién sabe! Tal vez, muerto.

La vida solía ser así de frágil y lo que la mayoría ignoraba es que sólo era prestada.

— ¡Dejame ir! — grité fuertemente. Tenía miedo de que él me matara.

Él no tenía corazón y sus ojos azules eran tan fríos como su alma; los mismos que me observaban con ira. Sus ojos terminarían con los míos.

Él no tendría piedad de mí, ni de nadie.

— ¡Por favor, detente! — le rogué una vez más, pero esta vez mi voz pendía de un hilo. El miedo y la preocupación habían tomado posesión de mí y no querían abandonar mi ser.

No quería morir, muy dentro de mí, esperaba que él se detuviese y dejara de estrangularme, pero no lo hizo. El hombre de los ojos azules disfrutaba torturarme.

— ¡Vamos, ya deja de gritar como una maniática! — Todo esto le parecía gracioso y divertido. No dejé de gritar, porque mi vida dependía de ello — ¡Ya callate! — me ordenó furioso, su mirada estaba llena de odio —. Eres una mujer infiel, no puedo confiar más en ti.

Sentía mucho dolor, no podía respirar apropiadamente, y si él continuaba, de hecho moriría.

— ¿De qué manera estoy siendo infiel? — me atreví a preguntarle, pero él no respondió. Por su mirada noté que él estaba listo para matar.

— Me agrada mucho verte sufrir. Tú más que nadie lo mereces. — anunció con una media sonrisa.

Por naturaleza su actitud era sádica y hasta diabólica ¿Qué demonios esperaba? Era un vampiro después de todo.

Una estrella a punto de caer.

En cualquier momento, en cualquier segundo y en cualquier lugar.

— ¿Aún estás segura que deseas escoger a uno de ellos? — ¿Qué es lo que realmente pasaba por su mente? —. Me refiero a mis hermanos ¿Aún escogerás a uno de ellos? — No pude escuchar más, su voz estaba perdiendo fuerza y sonaba como si fuese un eco.

En un abrir y cerrar de ojos, estaba teniendo un sueño. En realidad, no lo era, sino todo lo contrario, eran mis recuerdos de cuando era niña; cuando mi padre y mi madre aún estaban vivos, tiempos aquellos.

"Papi, no puedo dormir." — le dije, aferrándome a él. Esa noche había entrado a la habitación de mis padres.

"¿Qué es lo que ocurre, cariño? — Mi padre preguntó bostezando.

"Quizá tuvo una pesadilla. ¿Qué tal un cuento para regresar a la cama?" — Mi madre sugirió con una sonrisa, pensando que eso me calmaría.

"Suena maravilloso, Amanda." — comentó —."Vamos, pequeña, tenemos una historia que espera a ser contada." — Él me cargó hasta mi habitación, me envolvió entre las sabanas y empezó a contarme la historia. Era una sobre vampiros ¡Qué irónico!

Cuando él terminó con la historia, la misma que no había llegado a asustarme; sino todo lo contrario, me fascinó. Estuve tentada a hacerle una pregunta, pues yo era una niña muy curiosa en ese entonces y sabía que esto algún día me traería problemas.

"Papi, ¿los vampiros realmente existen?" — pregunté, haciendo que mis ojos se abrieran de la curiosidad. Mi padre sólo rio con dulzura.

"Claro que no, princesa". — contestó, conteniendo la risa, aunque era una de nerviosismo.

"¿Estás seguro?" — insistí.

"Lo estoy, Melrose" . — Una vez más las palabras sonaban como ecos.

Y había regresado a la realidad, al presente.

— ¿Así que pensaste que podías escapar de mí? — sonrió con maldad —. Déjame decirte que estabas equivocada. ¡Nunca serás capaz de hacerlo, no ahora, ni nunca! — Él estaba en lo correcto y yo miserablemente equivocada, como siempre.

— Entonces mátame. — me atreví a desafiarlo, pero en realidad me había resignado.

— Sólo eres una simple humana, estás siendo muy obstinada. — declaró con seriedad que posteriormente sería reemplazada por una sonrisa maquiavélica —. Quizás me deshaga de ti, pero será después y no ahora. Además, no puedes decirle qué hacer a tu amo. — terminó con su agarre y caí al suelo. Él se arrodilló y me miró profundamente a los ojos, dejándome totalmente sin palabras —. Tú eres mía y no tienes permitido que otros beban de ti y hablo en serio, Melrose. La próxima vez no tendré piedad de ti, ni de ninguno de mis hermanos.

Con esto me di cuenta que esto sólo era el comienzo de una larga y terrible pesadilla para mí.

¿Sería capaz de escapar?

¿Tenía fe de lograrlo?

Intenciones OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora