Berlín-Alemania,
11 de septiembre del 2015
Desperté y descubrí que estaba en mi habitación. Era un día soleado, realmente uno hermoso a pesar que el otoño estaba a la vuelta de la esquina. Lo último que recordaba era que había sido acorralada, mordida y besada por Alois mientras yacía sobre el suelo del cementerio. Las intenciones que Alois había tenido conmigo ayer incluían hacerme sufrir de dolor, sólo porque lo disfrutaba, pero lo que nunca imaginé es que él llegase a besarme. Sus acciones me confundían y sorprendían al mismo tiempo.
¿Por qué era tan bipolar?
¿Cuáles eran sus verdaderas intenciones?
¿Y por qué me besó después de todo lo que hizo?
Tenía muchas preguntas en mi cabeza, las cuales necesitaban de respuestas, pero que tenía mucho miedo de llegar de saberlas, debido al mal carácter del muchacho de los ojos verde.
— Sólo quiero saber la razón por la cual estoy aquí, tan sólo eso. — suspiré.
¡Bam!
La puerta se abrió bruscamente, el autor de ese golpe había sido Alexandre, quien estaba furioso. Sus hermosos ojos azules estaban rojos de la ira y tenía los puños apretados, parecía un león listo para devorar a su presa.
¡Oh no! No ahora.
— ¡Cómo te atreviste a desobedecer mis órdenes! — Alexandre me tomó bruscamente de las muñecas y me sacó de la cama. Su agarre era fuerte y a la vez muy doloroso.
Realmente dolía mucho.
— ¿Por qué insistes en provocarme con tu comportamiento tan desleal? — preguntó furioso. Estaba atónita, sin palabras, intenté descubrir qué es lo que lo había molestado o había hecho mal para que él estuviera de esa manera.
Su agarre me lastimaba cada vez más, al punto de hacerme llorar de dolor. No merecía que me tratara de esa forma, ni él, ni nadie tenía el derecho de hacerlo en esta casa.
— ¡Respóndeme, Melrose! — gritó, esperando una respuesta mía.
— ¿De demonios hablas, Alexandre? — le pregunté aun quejándome de dolor. Él estaba fuera de sí —. No sé qué es lo que hice mal, hasta donde recuerdo, me pediste que no me acercara a ti, ni que te dirigiera la palabra. Hasta ahora lo he cumplido, ¿no?
Sonrió maliciosamente, como siempre solía hacer.
— ¿Te crees muy lista, no?
— ¡Suéltame ya, me estás lastimando! — le ordené —. No tienes derecho a tratarme de esta manera, ¿quién rayos crees que eres? — Mi paciencia había llegado a su límite, no podía permitirle que se siga comportando así conmigo. No lo haría.
Alexandre Van Helmont era un vampiro cruel y despiadado, no podía esperar nada bueno de él. Tenía que ser lo suficientemente tonta si esperaba que se detuviera y dejara de hacerme daño.
— ¿Qué quién rayos creo que soy? — replicó —. Soy la persona que te está pidiendo explicaciones a tu conducta tan desleal en este momento. — explicó muy hilarante y volvió a formular su pregunta: — ¿Por qué insistes en provocarme con tu comportamiento tan desleal?
— Y yo te repito que no sé de qué demonios me hablas. — me quejé más de dolor y el despiadado vampiro pareció compadecerme y decidió soltarme, claro que de la manera menos delicada.
— No es propio de una dama mentir, Melrose, — Su voz tenía un tono más de oscuridad —, además no eres buena haciéndolo. — agregó.
— No te estoy mintiendo, juro que no sé de lo que estás hablando. — le expliqué —. Si tan sólo me dieras una idea de lo que hice, te daría una explicación más convincente. Vamos, Alexandre, por favor, dámela. — dije, sobando mis muñecas, intentando así aliviar el dolor que el histérico de los Van Helmont me había provocado.
Sentí como una de Alexandre se dirigió a mi cintura, esta vez sus manos no ejercían ninguna clase de presión en mi cuerpo.
Alexandre suspiró, su respiración era pesada, pero cuando él empezó a hablar, finalmente pude sentirme aliviada.
Estaba a salvo, al menos sólo por ahora.
— Eres una mujer traicionera, ¿cómo pudiste dejar que Alois te mordiera? — sentí cómo Alexandre quitó sus manos de mi cintura y las llevó hacia mis muñecas, las que él había lastimado y en las que había dejado marcas rojas.
El apuesto vampiro no pudo evitar sonreír maliciosamente, mientras mordía mi muñeca, era la primera vez que él me había mordido. Sus colmillos eran tan pequeños como los de su hermano menor. Pude sentir cómo hacían contacto con mi piel.
No quería permitírselo, tenía que evitar que hiciera conmigo lo que quisiera, pero también conocía el hecho que era en vano, ya que todos sabíamos que la fuerza de los vampiros era superior a la de los humanos.
Mis quejidos de dolor pronto se escucharon en la habitación y él los había escuchado también.
— Tan sólo fue un pequeño sorbo, el cual no debe haberte dolido para nada, Sin embargo, tu rostro ya refleja cierto dolor ¡Qué mujer tan débil eres! — exclamó.
Si tan sólo supiera que dolía infernalmente.
« Como no eres tú a quien han mordido, no puedes sentir lo que yo estoy sintiendo en estos momentos. ¡Qué desgraciado y desconsiderado eres!»
— Deja de moverte, Melrose, — me ordenó —, si sigues moviéndote, será peor y no quiero lastimarte más. — dijo, tomándome por sorpresa.
¿Qué había querido decir el mayor de los Van Helmont con que no quería lastimarme más?
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Intenciones Oscuras
VampirosMientras que una ambiciosa nación espera la llegada de su nuevo rey, el único que será capaz de ganar una guerra que lleva siglos sin concluir, una inocente adolescente nunca pensó convertirse en el objeto de pelea entre dos mundos distintos y una f...