Capítulo tres

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Un mes después



Berlín-Alemania,

10 de septiembre del 2015



El tiempo volaba y realmente era así. Había llegado a Alemania exactamente hace más de un mes y las cosas no habían resultado como pensé que lo harían.

Alexandre, Ahren y Alois se comprometieron a no lastimarme y al principio creí que era un truco por parte de ellos, pero después descubrí que había sido una orden directa de su padre.

Honestamente yo no tenía ninguna clase de relación con los hermanos, ellos ni siquiera hablaban entre ellos cuando todos estábamos reunidos. Sin embargo, mi relación con Christa había sido completamente diferente en el último mes, pues descubrí que ella tenía mi misma edad y que ambas cumpliríamos 18 el próximo año.

Vivir con los Van Helmont era particularmente extraño, llegué a saber cosas que nunca pensé ser capaz de conocer sobre ellos. Algunas de ellas, eran las edades de cada uno de los hermanos; Alexandre era el mayor, él tenía 23 años, Ahren tenía 21 años y estaba por graduarse de la universidad el próximo año. El último de los varones era Alois, quien tenía 19 y también era estudiante universitario. Todos los hermanos Van Helmont eran estudiantes universitarios, pero no todos eran tan brillantes como Ahren. Por el contrario, Alexandre era considerado la vergüenza de la familia, la oveja negra, debido a su falta de interés en los estudios y en los negocios de la familia. Además, supe que la madre de ellos murió hace muchos años y que no era la madre de Christa. La madre de Christa también estaba muerta y había sido una de las amantes de Hadrian, Christa me confesó todo esto, pero antes me hizo prometerle que no se lo diría a nadie jamás, ya que era un secreto entre nosotras.

Los días de verano estaban por llegar a su fin y yo quería disfrutar un poco más de ellos, pues era mi temporada favorita del año. Era una pena que Christa, mi única amiga aquí, no estuviese en casa. Ella había ido a la casa de un amigo para terminar un proyecto para las clases de música que ella tomaba en el conservatorio.

— Melrose, ¿podría platicar contigo? — dijo Alois, mientras descendía de las elegantes escaleras de la casa.

Estaba sorprendida, porque creí que era la única en casa esa tarde.

— Quiero que tomes ese ramo de flores y me sigas. — señaló las flores que reposaban sobre la mesa del recibidor —. Apresúrate, no me gusta que me hagan esperar por mucho tiempo. — finalizó con una expresión seria en el rostro.

No lo contradije, sabía cómo Alois era cuando se enojaba y no quería ver ese lado de él de nuevo, así que decidí hacer lo que me había pedido. Después de todo, no tenía nada que hacer.

Terminé por acompañar a Alois con el ramo de rosas en la mano, a lo que parecía un cementerio. Miré hacia los alrededores un poco asustada, nunca imaginé que él me traería a un lugar como este, quizás visitaría la tumba de su madre.

— Por favor, deja las rosas, allí mismo. — me pidió de una manera educada y suave. Realmente estaba impresionada por su repentino cambio de actitud.

¿Quién realmente era este muchacho? Esta pregunta vino a mi mente mientras lo observaba con sorpresa. Quizá estaba pensado mucho en el tema. A veces deseaba que Alois me pidiera las cosas de una manera más amable. No era mucho para él con intentarlo.

— ¿Está bien aquí? — le pregunté, mientras colocaba las hermosas rosas blancas sobre la tumba.

— Está bien allí. — contestó —. No he estado aquí en mucho tiempo. — lo escuché suspirar, casi nunca lo hacía.

Intenciones OscurasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora