Capítulo Cinco
El delgado cuerpo de Sabina se removió entre los firmes brazos de Charlie cuando lo sintió jodear con más fuerzas. Pero él, con fuerza desmedida, intentó inmovilizarla. Sabina abrió los ojos enormes y sus pupilas dilataron. ¿Qué mierda pretendía? Sabina se seguía removiendo como podía mientras Charlie no la dejaba de penetrar, hambriento y demandante.
—¡Charlie! —lo nombró desesperada—. ¡Por favor!
—¡Oh sab-! —no dejó de moverse.
Sabina se desesperó y se atrevió a morderle el hombro, Charlie gritó de dolor y se quitó de ella, al mismo tiempo que se corría sobre el pulido escritorio. Sabina lo veía totalmente horrorizada y él hacía lo posible por regular su respiración.
—¡¿Qué mierda pretendías?! —preguntó ella molesta mientras acomodaba sus ropas.
Charlie la miró en silencio.
Ni él tenía claro su comportamiento.
Sabina negó molesta y decepcionada, se vistió rápidamente, se puso de pie y acomodó su vestido, buscando las bragas que él había dejado tiradas en el suelo. Una vez que dio con ellas las apretó con fuerzas. Volvió a ponerse el abrigo que él le había quitado de las manos, y echó la íntima prenda en uno de los bolsillos. Charlie la vio vestirse en silencio y del mismo modo, abandonar su despacho, sin decirle ni una sola palabra.
Estaba confundido.
Observó su miembro, el cual descansaba sobre sus dedos. Vio su blanquecino semen sobre el escritorio y se desconoció a sí mismo por un instante, al recordar haber intentado inmovilizarla para irse dentro de ella.
¡Joder!
Sin protección y anticonceptivos de por medios... ¡qué tontería pasó por su cabeza! Él sabía perfectamente que los anticonceptivos estaban completamente prohibidos en los cuerpos de sus muñecas, él mismo había puesto esa regla, ya que las podrían hacer subir de peso o provocarles alguna reacción secundaria.
—Sabina... —la nombró en un susurro.
¿Acaso una parte de él pretendía mantenerla para siempre a su lado, amarrarla a él? ...qué cobarde.
—¡Pero que estupidez! —maldijo al acomodar su masculinidad y arreglar su pantalón.
Si ella no se hubiese resistido como lo hizo, ahora tal vez, sus espermatozoides estarían en el interior de Sabina, luchando por entrar en ella y joderla para siempre, dejándola a su completa merced.
¡En qué mierda pensaba! Aún no se lo podía explicar. Los hijos eran un tremendo error para él, de esos que te ponen y debes cargar el resto de la vida. No. Hijos con él, definitivamente no.
De pronto, las lágrimas de Rachel volvieron a hacerse presentes y el recuerdo del pacto de silencio entre ambos volvió a molestarlo.
—No le debo explicaciones a nadie.
• • •
Luego de esa noche, en la que obligadamente estuvo con Charlie, no volvió a saber de David Evans. Ella explicó que no se sentía bien a sus compañeras, las cuales hablaron con Charlie y éste mismo, extrañamente, pidió un taxi para que la llevara directo a su departamento. Habían tantas interrogantes en su mente, que hasta se sintió frustrada por pensar en quien no debía.
En momentos cómo ese, los de hace casi una hora atrás en aquel solitario despacho, la hacían sentir la basura que era. Estúpidamente sometida.
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Sentimientos De Una Prostituta
Roman d'amourNo debía enamorarse, ese tipo de sentimiento estaban estrictamente prohibidos en los juegos de las prostitutas. Pero cuando crees tener la vida solucionada gracias a la sensualidad y manipulación que has aprendido a manejar, ¿te conformas con lo que...