Capítulo 2:

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Contaba con veinte años de edad, mi hermana Sol tenía dieciocho seguíamos desempeñando el trabajo de hace cinco años.

Aunque ya habían pasado cinco largos años desde la muerte de padre, nunca me había olvidado de la promesa que le había hecho. "Algún día encontraría al asesino que le mató y acabaría con él"

Estaba tan concentrada en mis pensamientos que no me había enterado de la aparición del jefe, estaba entrando en mis aposentos.

- Señorita Reverte, perdóneme por molestarla - dijo el actual jefe de las bodegas.

- No se preocupe señor, no pasa nada. - respondí educadamente.

- Me gustaría informarle de que voy a abdicar mi puesto en mi hijo Alfonso, me encuentro ya demasiado mayor como para seguir. - me explicó el actual jefe.

- Gracias por informarme señor, pero no tenía porque hacerlo, ya ha hecho bastante al no cambiarle el nombre a las bodegas, señor. - le expliqué.

- Señorita Reverte ya me ha dado muchas veces las gracias por eso , no se preocupe más por eso querida.Bueno, me gustaría presentarle a mi hijo Alfonso. ¡Acércate por favor! - dijo mientras un joven se posicionaba a su lado.

- Buenos días señorita Reverte, un placer conocerla. - dijo el joven. 

- Buenos días señor, el placer es mío. - respondí.

- También me gustaría informarle, señorita - continuó el padre de Alfonso - que ahora mi hijo será quien ocupe de todo. Es decir, ahora pasará más tiempo con usted. - explicó. 

- Gracias por informar señor. Si me disculpa me gustaría continuar con mi trabajo. . dije educadamente a mi superior.

Padre e hijo se quedaron allí en la habitación, hablando durante un largo rato. En ese mismo instante me dominó la oscuridad y me quedé a escuchar durante un rato la conversación sin que nadie se diera cuenta de que estaba escuchando.

- ¿Hijo? - preguntó su padre.

- Dígame, padre. - contestó Alfonso.

- ¿En qué estás pensando? - preguntó su padre.

- En la señora Reverte padre, la veo demasiado mayor para tanto trabajo. - dijo Alfonso.

- Pero hijo, su hija la ayuda en todo. - dijo su padre.

- Eso es lo que quería decirle padre, va demasiado mayor ya necesita ayuda. - contestó Alfonso.

Me di cuenta de que no necesitaba escuchar nada más, lo había entendido todo, nos iban a echar, sólo podía pensar en lo que había escuchado. Así que corrí a contarle a madre todo lo que había escuchado.

Llegué a casa cansada de tanto correr. 

- ¡Madre! ¡Madre! - grité casi sin fuerzas.

- ¡Vera! ¿Qué ha pasado? - preguntó madre.

- Madre el nuevo jefe de las bodegas nos quiere echar. Dice que sois demasiado mayor para seguir trabajando. Nos quedamos sin trabajo madre, ¿qué vamos a hacer ahora? - le dije casi sin aliento.

- Hija, ¿estás segura? ¿has escuchado bien? - dijo madre.

- Que sí madre, me he quedado a escuchar en la puerta de la habitación, todo lo que decían - le dije a madre u poco alterada.

- Vale hija, te creo. Pues ahora mismo vamos a hablar con él... Mejor voy yo sola hija. Quédate con Sol, por favor. - me dijo con una voz cargada de culpa.

Mi madre abandonó la casa y se dirigió a hablar con don Alfonso.

La espera se me hacía eterna, aproveché para jugar una partida de ajedrez con mi hermana pequeña. Mi padre me había enseñado a jugar. Cada vez que regresaba de trabajar jugábamos durante horas, parábamos cuando madre nos reñía diciendo que tenía que irme a descansar para al día siguiente poder ir a la escuela.

La escuela me había servido para aprender a leer y escribir. Leer es una de mis pasiones, don Alfonso padre me dejaba coger prestados los libros de su biblioteca, me tenía mucho aprecio, tanto como yo a él. Pero, después de enterarme de lo que le iba a hacer a mi familia. me había puesto un poco enfurecida con él.

Tras una larga espera, madre apareció por la puerta. Me encontró pensativa y se dio cuenta de que estaba muy preocupada.

- Vera hija. No nos ha echado. - dijo madre.

- Pero madre - repliqué - Yo los escuché hablar, créame por favor. - le dije a medida que mi tono de voz se quebraba.

- Lo sé Vera, lo sé. Te creo. lo prometo. Pero lo que has escuchado, no lo has entendido bien cariño. - dijo madre.

- Pero madre, yo estoy segura de lo que oí. 

- Vera, déjame hablar y tranquilízate. - dijo.

- Perdone madre, continúe. - le dije a modo de disculpa.

- He ido a hablar con don Alfonso, le he preguntado su tenía algún problema de dinero, es decir, intentaba darle algún motivo para que me contara lo que habías escuchado. Lo único que me explicó es que está muy contento con nuestro trabajo, pero cree que yo estoy demasiado mayor para continuar realizando todas las tareas de la casa. Lo que pretende es darte a tí más trabajo para que así yo pueda descansar, cariño. Nada más. - dijo.

- ¡Madre! - grité mientras la abrazaba - ¡Que tranquila me deja! ¡Entendí todo mal! Perdóneme por favor. - le supliqué.

- Tranquila cariño, ya está todo arreglado - dijo madre.

Tras la conversación con madre quedé mucho más tranquila. Pensé que había quedado como una estúpida, había confundido y entendido mal todo lo que había oído. Me sentía fatal, por lo que decidí excusarme e irme a mi cuarto. Madre lo entendió muy bien que dejó que me fuera sin decir nada, por lo que me disculpé y abandoné la habitación. Tomé dirección al mío y me quedé allí durante un largo rato. Pensé que sólo había pasado una hora pero el tiempo pasa muy rápido.


Sed de Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora