Capítulo 5:

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Al día siguiente como todos fui a trabajar. Madre me encargó ir a hacer la compra, por lo que, fui sin quejarme. Cuando llegué a casa mi hermana me ayudó a quitar todas las cosas de las bolsas y a colocarlas en su sitio correspondiente. Tardamos unos quince minutos en recogerlo todo. Al acabar, apareció don Alfonso por la cocina.

- Buenos días, señoritas. - dijo Alfonso cortésmente.

- Buenos días señor. - respondimos las dos a la vez.

- ¿Habéis ido a hacer la compra? - preguntó.

- Claro señor. - respondió mi hermana.

- Bueno, pues... Las dejo para que preparen el almuerzo. - respondió mirándome de soslayo.

Nos dejó asolas, momento que Sol aprovechó para interrogarme.

- Está enamorado de ti hermanita. - dijo con una sonrisa en su cara.

- Sol, no digas tonterías. No lo está m no es verdad. Deja ya el tema - le pedí.

A cabo de varios minutos don Alfonso volvió a aparecer por la puerta, traía algo en su mano y hasta que estuvo demasiado cerca no pude distinguir lo que era. Eran unos papeles.

- Sol, ¿podrías dejarnos a solas? - preguntó.

- Claro señor. - respondió ella.

Cuando Sol nos dejó a solas, lo primero que hizo Alfonso fue dejar en mis manos lo que traía. Estaba envuelto, por lo que tuve que desenvolverlo. Cuando vi lo que era me puse muy contenta.

- No puedo creerlo. Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós. Es uno de mis libros favoritos. ¿Cómo lo sabía? - pregunté demasiado sorprendida.

- Soy muy observador. Algo que usted Vera, no sabe de mí. Sabía que le gustaba leer, por lo que me informé sobre quien era su autor favorito. - dijo son una sonrisa - Para ser sincero se lo he preguntado a su madre, no era capaz de adivinarlo. - dijo en susurros.

- Ya me parecía a mí que usted no era adivino. - respondí riéndome.

Ninguno de los dos se dio cuenta. Estábamos demasiado ensimismados mirando el libro que tenía en mis manos que no escuchamos la repentina aparición del padre de Alfonso.

- En vez de estar riéndose, ¿no debería estar usted trabajando, señorita? - preguntó un poco enfadado.

- Si señor, - le respondí un poco cortada - Si me disculpa - dije girándome - debo seguir con mi trabajo.

Comencé a caminar escaleras abajo, tenía que ir a buscar un mantel para poner la mesa. Pero mi curiosidad me dominó en ese instante y me puse tras la puerta a escuchar la conversación entre padre e hijo.

- Alfonso, por favor. No quiero que entretengas a la señorita Reverte ¿qué te pasacon ella? - dijo su padre.

- Perdone padre. La verdad es que me siento vivo cada vez que estoy con ella por toda la cultura que tiene.. - dice tartamudeando - Pero no es nada padre, no se preocupe. - le rogó a don Alfonso.

- Vale hijo, te dejo seguir con tu trabajo. Hasta después. - dijo despidiéndose de su hijo.

Tras escuchar sus palabras empecé a correr. Tenía miedo de que me descubriera escuchando tras la puerta y cada vez corría más rápido. Sin darme cuenta tropecé con algo o con alguien porque caí al suelo; hasta que me levanté la cabeza no pude ver con qué o quién me había tropezado. Miré hacia arriba y me encontré a alguien totalmente desconocido.

- Lo siento, perdone por favor. - le rogué al desconocido.

- No se preocupe señorita, no ha sido nada. Está perdonada. No podría no perdonar a una chica tan guapa como usted. - dijo el desconocido que hizo que mis mejillas se ruborizaran ante su comentario.

- Muchas gracias.

- Me gustaría presentarme. - dijo con una sonrisa - Me llamo Joel Pazos.

- Yo Vera Reverte, un placer. - respondí.

- El placer ha sido mío. ¿Eres la hija del antiguo dueño de las bodegas? - preguntó - Es que me enteré de todo lo ocurrido. Vivo en el pueblo desde hace muchos años. Tenía muchas ganas de conocerla, señorita.

- Gracias, pero para mí lo ocurrido ha sido una desgracia. No me gusta recordar, lo siento. - dije.

- ¡No! ¡No! - dice - Lo siento. Discúlpeme señorita, no quería ofenderla. No quiero ver llorar a esos ojos preciosos, ni que esa carita se pusiera triste.

Sin quererlo me sonrojé, nunca nadie me había alagado.

- Bueno, si me disculpáis tengo que empezar a trabajar. Es mi primer día y no quiero empezar con mal pie. Soy el nuevo capataz de las bodegas.

- ¿Tú eres el nuevo capataz? - pregunté.

- Sí señorita.

- Yo te escogí entre todos los candidatos. - pienso para mí pero al parecer lo he dicho en voz alta porque responde de inmediato.

- ¿Usted? - pregunta alarmado - Tengo entendido que solo trabaja como sirvienta en esta casa.

- Está muy informado caballero. La verdad es que sí, solo soy la humilde sirvienta pero don Alfonso me pidió ayuda para escoger y te escogí a ti.

- Entonces tengo que darle las gracias. - responde - Si me necesita, ya sabe en dónde estoy. - responde.

Le di las gracias con una enorme sonrisa. Y me fui de la casa de don Alfonso. M edirigí a la mía, quería enseñarle a madre el libro que don Alfonso me había regalado. Ella seguía creyendo que podría ser su mujer y como no quería seguir escuchando lo que decía; le conté la conversación que había tenido con Alfonso de principio a fin. Sol se reía de mí porque decía que el jefe albergaba sentimientos hacia mí.

Le regañé otra vez pero no pareció importarle. Sin saber por qué, recordé al chico que había conocido. De lo primero que me acordé fue de sus ojos que eran totalmente azules y eran preciosos.

- ¡Vera! - me regañó Sol - No me estás escuchando ¿En qué estás pensando?

Sol era muy lista así que no podía ocultarle nada sino me torturaría hasta la saciedad para descubrirlo. Ella me prestó mucha atención. Dijo que lo más probable es que hubiera sido una coincidencia y no le dio más importancia. Yo me fui a mi cuarto y cogí mi diario. Comencé a escribir pero de la única persona de la que podría hablar era de Joel, él era quien estaba en mi mente. Me dormí soñando con él.

Sed de Venganza ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora