Prólogo: Temores

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14/06/2023: Corrigiendo

 Una preciosa mañana de primavera, Flora se levantó muy temprano para emprender rumbo a casa. Hoy era el día nacional de Linphea y Faragonda le había dado permiso para irse a casa. Tenía ganas de volver a ver a su planeta y volver a ver a Miele, no quería solo escuchar su dulce vocecita por el interior de su teléfono.

Cogió la maleta que ya había preparado la noche anterior y echó un último vistazo. Todo estaba en calma. Bueno, no todo el mundo se despertaba a las seis de la mañana, y menos un lunes. Sus amigas ya estaban avisadas de su pequeño viaje y quería despedirse de ellas, pero al recordar sus caras de preocupación no fue capaz. Así que se dirigió al despacho de Faragonda con un nudo en el estómago.

Al llegar, la directora estaba sentada en su gran silla con una taza en su mano. No sabía cómo podía estar despierta a estas horas con tan buena cara. Flora parecía estar todavía medio dormida y sentía que en cualquier momento se derrumbaría de sueño.

—Buenos días —le dijo Flora.

—Buenos días, querida —le devolvió el saludo con una sonrisa— ¿Te vas ya?, ¿tan temprano?

—Sí —respondió un poco nerviosa, no era muy buena iniciando conversaciones  aunque Faragonda fuera como una segunda madre para ella—. Usted me dijo que antes de que me fuera, quería hablar conmigo.

—En realidad, quería pedirte algo.

Flora notó, por su tono de voz y su cara, que su demanda no iba a ser plato de buen gusto.

—¿El qué?

—Que te quedes aquí, en Alfea y no vayas.

Flora la miró confusa

—Pe... pero...—tartamudeó— ¿Por qué?

—Ya hemos hablado de esto antes Flora —dijo colocándola la taza en su mesa—. Linphea se está metiendo en problema con otros planetas, graves problemas. No sé cómo ni porqué, pero ir hoy sería muy peligroso... Hay tantos rumores...

Flora la miro con seriedad y preocupación. Hacía una semana que Faragonda le había hablado del mismo tema. Ella tampoco se había enterado de qué era lo que estaba ocurriendo exactamente. De hecho, ese era uno de los propósitos de hoy. 

—Ya me sé algunos de los rumores —le respondió—. Pero, ¿por qué hoy?

—Es el día perfecto, todos los habitantes de tu planeta estarán allí. ¿Sabes? No son tontos. Aunque haya altas medidas de seguridad hay un elevado por ciento de probabilidades de que pase algo.

—Asumiré el peligro —contestó rápidamente.

—Te dejaré ir, pero prométeme que si pasa algo grave vendrás aquí.

¿Prometer? Flora era muy obediente, pero ayudar a la gente de su planeta de origen era su prioridad.

—No te puedo prometer nada —dijo en voz baja, casi como un susurro.

—Imaginaba que me dirías eso, eres un poco temeraria. Y más, cuando se trata de aquellos a los que quieres.

—¿Temeraria?

—Sí, me informaron de cómo conseguiste el enchantix. Viste a tu hermana caer al agua y no te lo pensaste dos veces y fuiste corriendo a salvarla. No te diste cuenta de que podrías morir hasta que la salvaste. Darías tu vida por las personas que quieres, harías cualquier cosa.

Flora se sorprendió con las palabras de Faragonda. Nunca había pensado en eso. Cuando sucedió, se olvidó de lo que le podía pasar a ella. Se olvidó de lo mal que lo pasarían los demás si a ella le pasara algo. De las Winx, de los especialistas, de Helia...

—Solo quiero decirte que hay personas a tu alrededor que se preocupan por ti. Intenta pensar en esto –Faragonda le vivió a sonreír —. Ahora puedes irte querida, el portal te espera.- —Le dijo señalando el pasadizo mágico que había creado.

—Gracias.

Y atravesó el portal con la valentía de afrontar a todo lo que le ocurriera. Lo que no sabía es que una gran guerra se avecinaba y los temores de Faragonda se iban a hacer realidad antes sus ojos.

 

Supervivientes de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora