Capítulo 6: Mi otro yo

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Hay veces en la vida en que nos gustaría olvidar los errores que hemos cometido. Enterrarlos en lo más profundo de nuestro corazón para que nadie más los encuentre.

Las demás personas no lo sabrán nunca. Vale, eso está bien. Pero, ¿qué pasa con nosotros? Recordaremos esos momentos día a día, nos culparemos de lo que hicimos y de los idiotas que fuimos, y viviremos con ese dolor hasta nuestra muerte.

Algo similar la había pasado a Flora. Antes, era una persona diferente. Y por culpa de ser como era, ocurrió lo que nadie pensaría que pudiera pasar. Así que cambió su forma de actuar y pensar aunque no alcanzaba a recordar a raíz de que'.

De ser una persona animada, aventurera, valiente, extrovertida, divertida y con carácter pasó a ser tranquila, tímida y con muy poca confianza en sí misma. Vamos que antes, tenía una mezcla de la personalidad de Stella y de Layla.

Al principio pensaba que solo estaba actuando, pero terminó convirtiéndose en su nuevo yo. A veces su antigua forma de ser salía en su peor forma. Con Stella, por ejemplo. Ella le resultó una difícil prueba para controlar su antiguo yo. Prueba que superó.

Flora estaba recordando su vida entera, mientras su herida se desangraba y las feroces fieras caminaban lentamente hacía ella. Bueno, lo que recuerda de ella.

Al parecer, su nueva vida empezó a los cinco o seis años. Con esa edad o más encuentra multitud de recuerdos alojados en su mente, pero si intenta recordar de una edad inferior, es imposible encontrar algo.

Es como si le hubieran arrebatado esos recuerdos o que le hubieran bloqueado esos recuerdos. La verdad, es que no se había preocupada en averiguarlo.

Tenía miedo de lo oscuro que podía ser su pasado y de los horrores que podría descubrir. Ahora no, su antiguo yo había renacido y pedía a gritos que fuera estrenado.

Aunque, ya era un poco tarde. Está al borde de la muerte.

Claro que, ahora era diferente. Lucharía por su vida, sin perder ni un segundo.

Empezó a buscar un arma por el suelo. Cualquier cosa le podría servir para tirárselo a las fieras y salir corriendo. Bueno, corriendo no sería la palabra adecuada, más bien cojeando.

Las probabilidades de que esa estúpida idea funcione, eran mínimas. Además, ¿luego que podría hacer?

Dejó muchas preguntas sin contestar. Eso no importaba. Había que luchar para seguir viviendo.

Se disponía a coger una rama corta y gruesa, cuando una figura masculina y desconocida, llegó como un rayo hasta el lugar donde se encontraba.

Esta figura, empezó a luchar con una extraña espada contra las fieras. Era muy hábil luchando, pudo matar con mucha facilidad a la mitad de ellos y sin apenas hacerse algún rasguño.

Sus movimientos eran elegantes y precisos, y contrastaban con su fino cabello castaño claro, casi parecían rubios. No, más ben su pelo tenía un tono dorado.  

Con todos sus rápidos movimientos no llegó a ver sus ojos, pero juraría que tenían un tono verdoso parecido al suyo.

Flora solo podía quedarse inmóvil, ya que el dolor en la pierna no cesaba, y mirando con curiosidad y asombro al misterioso joven que estaba sacrificando su propio vida para salvarla de una muerte segura.

La imagen que se presentaba ante los ojos de la hada de la naturaleza, no eran muy agradable. Había sangre por todas partes, incluso un pequeño chorro de sangre llegó hasta sus prendas.

Comprendió que debería acostumbrarse a ese tipo de visiones. Si lo que Krystal decía era cierto, esto se convertiría en una trampa mortal. Aunque, ni ella sabía lo que de verdad estaba pasando en Lynphea. Faltaban muchas cosas por descubrir.

El chico que tenía delante, le transmitía unas sensaciones extrañas, pero a la vez conocidas, como si ya hubiera estado con él antes. Parecía conocerlo de todo la vida, pero no conseguía recordarlo.

Cuando el desconocido joven realizó una de sus últimos movimientos para matar a la última bestia que quedaba en pie, una pequeña rama voló con mucha velocidad hacia ella. Finalmente, llegó a darle en el brazo izquierdo, dejándole posiblemente un moretón.

Soltó un pequeño gritito de dolor y colocó el brazo que no estaba herido en el posible moretón, y se masajeó esa zona intentando aliviar el dolor.

Luego, contempló como el joven soltaba una pequeña risita. ¿Se estaba riendo de ella?

—¿De qué te estás riendo? —dijo Flora enfadada.

El chico empezó a acercarse hacia ella con esa encantadora sonrisa, que empezaba a molestarle. Parecía que estaba listo para atacar y empezar una nueva batalla.

No realizó ninguna otra acción, ni siquiera habló. Solo observaba cuidadosamente a Flora, como si fuera un objeto muy interesante y de mucho valor.

—¿Qué estás mirando? —continuó hablando al chico, sin respuesta alguna.

Poco a poco, la situación le volvía más irritante. Se estaba descontrolando, ella no solía ser así. Su antiguo yo estaba saliendo a la luz.

—Eres un idiota.

Insultarle no sirvió de nada, incluso se puso aún más contento.

—¡¿Quién te crees que eres?!

—¿Así me agradeces todo el riesgo que me ha implicado salvarte la vida? Has hecho ensuciar mi chaqueta favorita.

Al principio, Flora creía que el joven era un héroe que había venido a salvarle la vida, y que luego la ayudaría a levantarse siendo amable y con mucho respeto. Al final, resultó ser un completo engreído.

—No haberme salvado —protestó Flora—. Además no necesitaba tu ayuda, ni ahora la necesito. Me las puedo apañar muy bien, yo solita.

El chico soltó una gran carcajada.

—Sí, ya se nota. Eres una privilegiada, tienes el honor de disfrutar de mi presencia. ¿Sabes? Muchas chicas pagarían por estar cinco minutos a mi lado.

—Pues yo pagaría por librarme de ti lo antes posible —contraatacó.

—¡Pobre de quien se atreva a luchar conmigo, moriría a los cinco segundos!

Flora se puso la mano en la cabeza, le empezó a surgir un dolor con un poco de intensidad y se encontraba un poco mareada. No podía seguir así.

—Mira, no tengo ganas de soportarte. Vete y déjame en paz.

—Ojalá pudiera aprovechar mi tiempo, pero me han obligados buscar ayuda. Digamos que eres lo mejor que he encontrada. ¡Imagínate lo escasos que estamos de personal! —Flora arqueó las cejas y puso los ojos— Bueno, así que ven conmigo.

¿Ir con él? Era lo más seguro en estos momentos, era mejor tener a alguien a tu lado que estar sola. Pero no era la clase de persona que se pensaba encontrar.

—No.

—Oye, no solo estaré yo, aunque creo que mii sola persona atraería a cualquiera, hay más personas y eso.

—No —dijo, de nuevo, un poco mareada y con una visión algo borrosa.

—Tengo que llevarte. Por las buenas o por las malas. Di que sí. Ya me estás...

Flora no pudo escuchar ni una palabra más procedente de su boca, su cuerpo cayó al suelo y se sumergió en el mundo de los sueños.

Supervivientes de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora