Capítulo 25: Salvación

353 27 2
                                    

Mi enredado y sucio cabello se balanceaba al mismo tiempo que mis piernas se movían a gran velocidad para alejarnos de aquella prisión. A veces perdía el ritmo, por culpa de los árboles, arbustos, piedras y demás obstáculos que hacían más complicada nuestra huida. Gracias al agarre de Nathan, me había salvado de algunas caídas y heridas, pero acosta de eso, el hombre lobo había resulto herido varias veces.

Era incapaz de transformarme debido al cansancio, por lo que no podía hacer otra cosa que seguir sus instrucciones. No sabía a dónde íbamos, el terreno por el que pisábamos era desconocido para mí. Y yo que creía conocer Linphea como la palma de mi mano...

A nuestra espalda se oían pisadas lejanas y voces humanas. Por más que corríamos, nunca se detenían, incluso a veces las escuchábamos con más intensidad.

Notaba como mi cuerpo estaba perdiendo fuerza y supuse que mis músculos no resistirían mucho más la persecución. Llevábamos alrededor de quince minutos huyendo sin parar. Mi ritmo, poco a poco, bajaba. El rubio se dio cuenta y ajustándose a mi velocidad, sin dejar de mirar al frente, me preguntó:

—¿Estás bien?

Con el poco aliento que me quedaba e intentando no jadear, le respondí:

—S...Sí....

—¿Sí? Tú cara no dice lo mismo

Estaba en lo cierto, mi cara estaba llena de gotas de sudor, mis mejillas encendidas y mis ojos entrecerrados me delataban.

El chico se detuvo de golpe y le miré extrañada.

—¿Qué haces? Nos van alcanzar.

Ignoró mis palabras y se alejó un poco de mí. Se quitó su camisa y la lanzó hacia mí.

—Póntela —ordeno—. Hace frío.

Volví a mirarle, aunque esta vez incrédula. ¿Se había parado solo para eso? Segundos después esta pregunta se respondió por sí sola, ya que, delante de mis ojos, vi cómo se transformaba en un hombre lobo. En un instante, un enorme lobo blanco apareció aullando. Era tan diferente de como las hadas nos transformábamos, hasta parecía doloroso.

Nate me miró y de repente, una voz surgió de la nada.

"Súbete a mi lomo"

Miré por todos lados, algo asustada. ¿De dónde provenía esa voz? El hombre lobo no había movido su hocico y ellos eran los únicos que estaban allí, por ahora.

"Ya. Rápido"

Entonces, me di cuenta de que esa voz provenía de mi cabeza.

—¿Nathan? ¿Eres tú?

"Si, Flora. Ahora no hay tiempo para hablar. Súbete y te lo explicaré todo de camino."

Obedecí sus órdenes de inmediato al percatarme de que nuestros acechadores estaban a solo unos metros de nuestra posición.

"Agárrate"

Lo hice, como pude, cogiendo su suave y blanco pelaje con cuidado. Al momento en el que realicé ese movimiento, el animal salió disparado a una velocidad increíble; ni las hadas, con las alas más rápidas conocidas al momento, podíamos volar a esa velocidad. Instintivamente baje mi cabeza hasta quedarse a unos centímetros de la espalda peluda de Nathan, evitando así posibles caídas.

No tardamos en dejar de escuchar a las personas que nos perseguían. Mi medio de transporte, redujo el ritmo y volvió a hablar en mi cabeza.

"Ahora puedes preguntarme lo que quieras, pero cuida el tono de voz."

Supervivientes de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora