Capítulo 15: Emociones incontrolables

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Tendida en el suelo, mientras contemplando el brillante filo de la espada de su adversario solo podía pensar que si aquello hubiese sido un combate de verdad ahora estaría muerta. Por más que practicaba, sus habilidades con la espada no conseguían mejorar tanto como ella deseaba; aunque solo llevaban dos días entrenando con ella.

Flora se levantó con la ayuda de Nate, con algunas gotas de sudor que corrían con lentitud por su cara. Estaban realmente cansados del duro entrenamiento de hoy, pero todavía no había terminado.

—Oye Flora —comenzó a decir Nate, apoyando la espada que estaba utilizando; mucho más ancha y larga que la de Flora—, si quieres nos podemos tomar otro descanso.

—No, no puedo. Tengo que seguir entrenando —respondió Flora con determinación.

Su entrenador quería hacer todo lo posible para que su alumna se tomara un descanso; estaba agotada, pero esto era algo muy difícil de conseguir. Si ella decidía hacerlo, lo haría sin pensar en las consecuencias. Era casi imposible convencerla de lo contrario.

Suspiró.

—Seguiremos entrenando —aseguró Nate, evitando meterse en problemas mayores—, pero recuerda que la espada no es la única que se mueve, es todo tu cuerpo.

Flora asintió y se preparó para el ataque.

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Tecna estaba junto a Layla en su cuarto, intentando reparar el mapa de Linphea. Ya habían dedicado unas cuantas horas a su estudio, sin casi resultados.

Layla hizo su último esfuerzo del día, y lanzó un hechizo que su amiga había encontrado. Hechizo que pareció que funcionaba. Una brillante luz verde comenzó a salir del mapa; Iluminaba la sala entera, ningún rincón se libraba de su luz. Después de unos minutos brillando, como una bombilla que se funde, desapareció. Sin más.

Todas las esperanzas puestas en aquel momento, se vinieron abajo.

—¡No lo entiendo! —protestó Tecna golpeando con fuerza la mesa, llena de rabia— ¡Es ilógico!

Layla, más tranquila que su amiga, intentó calmarla poniéndole la mano en su hombro.

—No te preocupes, encontraremos la forma de solucionarlo.

—¡No! —gritó Tecna desesperada, cosa que impresionó mucho a Layla— Se suponía que este era el hechizo correcto, tenía que haber funcionado.

—Tecna, todos echamos de menos a Flora, pero deja de esforzarte tanto. Necesitas descansar.

La conversación había cogido un rumbo un poco extraño. Parecía que sus personalidades se habían intercambiado; Layla hablaba como si fuera Tecna y viceversa. A veces los sentimientos nos dominan por completo y no nos dejan ser como en realidad somos. Nadie puede conseguir escaparse de este fenómeno.

Viendo que sus palabras no conseguían llegar al hada de la tecnología, volvió a intentarlo. A lo mejor ella había sido la causa de que saliera mal, Tecna rara vez se equivocaba.

—Lo volveré a intentar.

Antes que nada, se preocupó de que estuviese bien concentrada. En la habitación solo existía el mapa y ella, nada más. Cerró con fuerza los ojos y sin comprender el motivo, una imagen de Flora se le vino a la cabeza; alegre y sonriente, como de costumbre. En unos instantes, el hechizo fue lanzado. Empezó a tener el mismo efecto que la anterior vez. La única diferencia que se podía observar, era que la luz verde se había convertido en un verde más oscuro e intenso. ¿Eso era buena señal?

Sí, lo era. Cuando la brillante luz se desvaneció, un enorme espejo había tomado su lugar. Tenía forma de rosa, con los bordes rojos; era bastante sencillo.

Tecna, por fin, volvió a sonreír.

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El atardecer se estaba poniendo en marcha, haciendo que la luz que atravesaba los enormes ventanales del gimnasio se convierta en un color anaranjado. Aun así, todavía se podían contemplar dos sombras luchando entre sí con dos espadas. Una de ellas, la más alta y robusta, dominaba el combate; mientras la otra, movía la espada con torpeza intentando esquivar a su oponente.

Esas dos siluetas, se encontraban sobre un pequeño campo de batalla que se elevaba a varios metros del suelo, sobre una plataforma.

—¡Vamos, Flora! —gritó la otra figura robusta, su entrenador— ¡Con más fuerza!

Esta lo intentó. Con todas sus fuerzas, movió su espada hacia la derecha con velocidad, impidiendo el ataque de Nate. Las espadas formaron una cruz perfecta.

Flora se disponía a lanzar una patada en la barriga de su adversario, pero se desequilibró. Estaba al borde de la plataforma y no se había dado cuenta. Notó como su cuerpo se precipitaba hacia al suelo, eso iba a ser un buen golpe. Y...

¡Pum!

Se estampó contra el suelo, aunque estaba un poco raro. Demasiado cálido y blandito, incluso era muy confortable estar ahí. Levantó la cabeza despacio, y lo primero que vio fue la cara de Nate a pocos centímetros de la suya. ¡Había caído encima de él! Nate la había salvado.

—Gracias —le agradeció Flora, casi sin aliento del susto y con las mejillas encendidas.

—No ha estado mal ese movimiento —comentó Nate sonriendo y apartó el alborotado pelo que le impedía ver sus hermosos ojos esmeralda—, vas mejorando.

Él no pudo apartar la mano de la barbilla de su alumna y la fue acariciando poco a poco, sin pensar en nada. Con la mano que le quedaba libre, realizó lo mismo con su cintura hasta que la agarró; fruto de emociones que no conseguía controlar.

Flora le cedió paso, tenía que comprobar algo. Pudo notar el aliento de Nate, que se hacía más cálido a medida que ella acercaba más su cara a la de Nate.

¿Era cosa suya o de repente había subido la temperatura del gimnasio?

Casi podían notar el sabor de sus labios, cuando...

—¡¡¡Flora!!! ¡¡¡Nate!!! Rick quiero veros ahora en su despacho —gritó Emily, quien estaba en la puerta del gimnasio.

Flora rápidamente se apartó y aterrizó en el suelo, avergonzada. Agradeció mucho que Emily no entrara, la escena sería horrible. Estaba muy sorprendida de lo que casi acababa de pasar. Iba a...

¡Agh! No quería ni pensarlo. A ella no le gustaba Nate, ¿verdad?

Supervivientes de la GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora