Despegué mis labios, ahora cálidos, de los de Nate mientras bajaba la cabeza algo avergonzada y confundida. No debería haberlo hecho... No...
—Lo siento—murmuró Nathan antes de que pudiera decir nada, y se apartó bruscamente de mí.
—¡Nathan! —le grité molesta—. Sé que eso no estuvo bien, pero si intentamos hablarlo...
—¡No!—gritó levantándose de la cornisa, su cabello le tapaba los ojos y parte de la cara, por lo que no podía identificar su expresión—. ¡Tú no entiendes nada! No me conoces, ni siquiera sabes lo que soy capaz de hacer...
Retrocedí unos pasos dudosa, sus palabras me estaban empezando a asustar.
—De que hablas...
—Yo soy...—se detuvo por un momento, como si se estuviera pensando bien lo que me iba a decir—- Soy un monstruo. Todos los que se acerquen a mí acaban sufriendo y...y no quiero que te pase eso a ti. Por eso, tienes que alejarte de mí. Pero... no he podido evitar que te ganes un hueco en mi corazón... Y no quiero que eso ocurra...
¿Tanto significaba para él? Si solo habían pasado unos pocos días desde la primera vez que nos conocimos. Y él, ¿qué era para mí? ¿Qué sentía yo? ¿Por qué no podía evitar preocuparme e interesarme tanto por él?
Nate volvió a hablar.
—Mejor yo me...
Intuía sus siguientes palabras y acciones, por lo que, como si de un acto reflejo se tratara, di un brinco para detenerle y agarrando su brazo derecho, exclamé:
—¡No!
—¡Suéltame, no me toques!—gritó tratando de soltar mi agarre, pero conseguí soportar su increíble fuerza.
—No lo haré hasta que me expliques lo que te pasa. ¿Por qué dices que eres un monstruo? Yo solo veo a una persona normal delante de mí. Eres Nathan.
El cuerpo del chico comenzó a calentarse y sus brazos temblaban.
—Ojalá todo fuera así de sencillo Flora... Por favor, suéltame.
—Si eres el monstruo que dices ser, explícamelo. Dime quien eres y que es lo que pasa, porque así podré entender la situación y alejarme de ti si es necesario —coloqué mis manos en su cara, por lo que tuve que ponerme de puntillas y con mis mejillas sonrojadas, acaricie su cara—. Confía en mí, no me gusta verte así.
Con algo de sorpresa en su rostro, él me miró a los ojos. Colocó sus manos sobre las mías y las bajó de su rostro. Estaba tenso, tal vez se debía a su temor por como reaccionaria ante eso que rondaba tanto por su mente.
—¿Haces eso con todos los chicos?
—¿El qué?—pregunté confundida.
—Decirles lo guay que son y lo mucho que te preocupas por ellos mientras vas acercándote a ellos lentamente de forma seductora. ¿O este es solo el método que utilizas para los que tienen traumas de la infancia? Porque he de decir que no lo haces nada mal, aunque si movieras un poco más las caderas...
—¡¿Pero qué tonterías estas diciendo?! —le grité apartándome de su agarré.
—Cálmate, solo te estaba dando consejo para que te vaya mejor.
—Idiota, todo esto lo estoy haciendo por ti, porque me importas. ¿Entonces cómo estaría ahora soportando tu peculiar personalidad, la cual intenta irritarme y cambiar de tema? —le pregunté sonriendo victoriosa—. Nathan, suéltalo ya. No tengas miedo.
Él también sonrió, aunque su sonrisa era más débil que la mía.
—Odio que me conozcas tan bien en el escaso tiempo que llevamos juntos.
Me alegré mucho al oír ese comentario.
—¿Y bien? ¿Vas a decírmelo ya?
Nate suspiró vencido, y rascándose la cabeza dijo:
—Muy bien, tú ganas. Te lo diré. —Hizo una pausa mirando al suelo—. Es algo desagradable de escuchar, así que luego no me digas que no te lo advertí. Y eres libre de salir corriendo y no volver a hablarme nunca más, te comprenderé si lo haces.
Fruncí el ceño, ¿cómo puede pensar que yo sería capaz de hacer eso?
—Nathan.
—Vale, vale—volvió a suspirar. —Yo soy un...
Interrumpiendo su confesión, apareció un joven de cabellos negros que gritaba el nombre del rubio casi sin aliento. Se paró delante nuestra apoyando sus brazos sobre sus muslos y jadeando con fuerza.
—¿Qué pasa, Eric?—preguntó Nate preocupado , apoyando su mano en el hombro del chico y colocándose a su altura.
—El Refugio está siendo atacado.
—¿Qué?—exclamé asustada.
—¿Cómo, Eric?¿Qué ha pasado?
—Una buena parte del ejército de James apareció de la nada. Cuando nos dimos cuenta estaban a unos metros de nuestras defensas, las cuales no aguantarán durante más tiempo. ¡Necesitamos tu ayuda! No quiero morir aquí...
—Tranquilízate, vete y da la voz de alarma—ordenó Nathan con voz serena—. Yo iré enseguida.
—Vale—dijo, un poco más calamdo y se fue corriendo por donde vino, dejándonos otra vez solos.
—Será mejor que yo también me vaya.
—¡No!—grité deteniéndole—. Antes dímelo.
—Que cabezota eres, ahora no es momento de decir nada. Tenemos que ir allí y ayudar.
—Pueden esperar. Entre antes me lo digas, ante iremos a ayudarles... Por favor.
—¡Agh, qué cabezota eres! Pues prométeme que a pesar de lo que te diga, lucharás a mi lado hasta que solucionemos todo lo que ocurre en Linphea.
Dudé por unos instantes, tenía miedo de saber la verdad. Mi mente alocada ya había estado barajando unas posibilidades un tanto extrañas: desde un asesino compulsivo hasta un obsesionado del maquillaje. Pero estos pensamientos no influyeron en mi decisión, sino que me base en mi sorprendente confianza hacia él.
—Claro, Nate—le respondí segundos después. —No cambiará nada.
Su sonrisa desapareció y su rostro tomó un aspecto más tenso. Cerró los ojos por un momento y al volverlos a abrir, lo confesó:
—Soy un hombre lobo.
Sin que mi mente pudiera procesar sus palabras, me cogió la mano y comenzamos a correr.
En cambio, un peliazul en Alphea que había estado contemplando esta escena no fue capaz de escuchar esta confesión, ya que antes de que esto sucediera, se había marchado bastante afectado. Su corazón estaba dañado.
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Supervivientes de la Guerra
FanficLinphea está en graves problemas. El planeta Lynx amenaza con atacar el planeta. Ignorando todo esto, Flora va a la fiesta nacional de Linphea y se ve envuelta en una guerra casi imposible de parar. Flora tendrá que encontrar la manera de pararla co...