Capítulo IV: El síndrome de Klaine Levin.

53 6 0
                                    

El ratoncito abrió la enorme puerta de un empujón, pero la luz era tan fuerte que los cegó momentáneamente. Cuando Alicia despertó su hermana Lucía estaban sentados a su alrededor. La alegría del rostro de Lucía era indescriptible, se levantó de su silla dejándola caer y saltó llena de euforia anunciando que Alicia había despertado.

- ¡Madre, padre, Alicia ha despertado! – anunciaba Lucia.

Los dos nombrados acudieron a toda prisa y comenzaron a festejar.

- ¡Gracias a Dios! – gritó su padre mientras abrazaba a su esposa que lloraba de felicidad. Por supuesto, Alicia no entendía nada.

- ¡El médico dijo que no desperrarías! – festejó Lucía.

Luego de festejos y alegrías, de consultas y respuestas inconclusas el médico se quitó los anteojos y suspiró con pesar.

- Alicia tiene el síndrome de Kleine-Levin.

- ¿Qué es eso? – preguntó el padre de Alicia.

- Es una extraña patología neurológica, el paciente presenta hipersomnia, es decir somnolencia excesiva y periodos de sueño prolongado... Aún no tenemos mucha información acerca de esta enfermedad, y mucho menos una cura... Solo resta esperar.

- ¡¿Está diciendo que mi hija no podrá llevar una vida normal por su incompetencia?!

Alicia no escuchó una palabra de nada, luego de despertarse abrazó a su hermana y a sus padres, se levantó y fue a preparar un jugo de naranja y sandía acompañado de galletas de fresa y chips chocolate. Se las comió y se paseó por la casa como si fuera una turista.

No le importaba su enfermedad, solo quería tomar sus pinceles y dibujar todos los episodios que vivió ese día. la Mariposa Azul y su pipa, la pila de diarios, el viaje para llegar al país de las maravillas, las lecciones que había aprendido, la puerta y el ratoncito.

Alicia estaba consciente de que aún faltaba mucho por recorrer en ese maravilloso país.

Los integrantes de su familia, los empleados y los demás que estaban en la casa seguían hablando de esa rara enfermedad y de sus riesgos.

- Alicia, no has dicho una palabra en dos semanas completas – comentó Lucía – Incluso podría decir que extraño tu voz chillona y tus memorias jurídicas pegadas por doquier.

- Es que estoy dibujando. Ya terminé con este, ¡Ay, recorcholis, mira he dispersado tinta por todo el dibujo! – vociferó - ¿Qué quieres que te dibuje?

- No sé.

- ¿Una oruga?

- No.

- Entonces si sabes que quieres – dijo Alicia.

- ¿Psicología? – dudó Lucía.

- Lógica – contestó.

Alicia pensó seriamente en el desafío de la puerta e hizo una pequeña lista.

1. Las personas tienen mucho miedo de decir lo que realmente piensan,

2. Las personas grandes no caben en las puertas pequeñas.

3. Las personas chicas sí.

4. Los grandes entran fácilmente en las puertas enormes.

5. Los chicos deben hacerlo con más esfuerzo, pero también pueden.

6. Las piedras en el camino son mucho más diminutas a las ganas de avanzar.

Algunas tenían mensajes complejos y metafóricos, por ejemplo que, la realeza no asiste a lugares debajo de lo que merece. La prole casi siempre acude a espacios que están por abajo de lo que ameritan.

Las personas adineradas cumplen fácilmente con sus metas, pero los pobres también, claro que con un poco más de esfuerzo.

Muchas veces, las cosas que nos impiden avanzar en nuestros sueños, como personas, belleza, dinero, amistades, amores, son diminutas al lado de nuestras ganas de cumplirlos. Todo depende, de la forma en la que lo veas.

Alicia en el país de las pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora