Capítulo VI: La lógica paradójica.

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La oruga se marchó en estado de histeria. Dejando a Alicia con su nuevo compañero, el gato de Chesire.

- ¿Alicia, por qué no les hablas?

- ¡Porque no quiero!

- ¿Y no quieres querer hablarles? - se burló el gato.

- ¡No! Estoy ignorándolas porque ellas me ignoraron primero ¿Qué no conoces la regla de hielo? – preguntó Alicia.

- Me interesaría pero no me interesa, conocer esa ley tan perversa que pone mi mundo de cabeza.

El gato siguió intentando convencerla usando muchas paradojas y versos.

- ¿Y por qué simplemente no les hablas?

- Porque no quiero hacerlo.

- ¿Y por qué no les hablas de que no quieres hablarles?

- ¡Ya deja de hacer eso! ¿Qué se supone que es? – vociferó Alicia.

- Lógica Paradójica, ¿Qué no es hermosamente horrible? – sonrió el gato rizón – Mira, mira: Es de mala suerte ser supersticioso, ¿Qué pasaría si pinocho dijera "ahora mi nariz crecerá"?, ¿Qué pasaría si viajas en el tiempo y matas a tu abuelo antes de que conozca a tu abuela?, ¿el huevo o la gallina? ¡Si me resuelves bien a alguna de esas cuestiones, quizá encuentres respuestas a tus preguntas!

- ¡Pero no entiendo! Es que si dices que algo es de mala suerte, eres supersticioso. Y dices que es de mala suerte ser supersticioso. Pinocho mentiría antes de tiempo, pero seguiría siendo mentira y su nariz... ¡No sé!

El gato rizón intentó disimular su sonrisa triunfal.

- ¡No tiene ni el más mínimo sentido! – gritó Alicia.

- ¡No! Eres TÚ quien no tiene sentido,
pero soy todo oídos,
si mantienes la calma
y tienes una respuesta que valga – sonrío –
Y si dejas de ser tan ruda,
puedes pedir ayuda.

<<"¡Pedir ayuda dice el gato insolente! ¡Yo, Alicia, la estudiante de abogacía pidiendo ayuda, no me hagas reír!">>

Alicia se sentó enfadada con el gato, pero aún más consigo misma. ¿Por qué le costaba tanto hablarles a unas estúpidas flores?

Alicia estuvo tres horas sin hacer ningún sonido, dibujando en la tierra, recostada mirando el cielo, mirando la nada, dormitando. Hacia todo, menos lo que debía hacer, el silencio fue profundamente interrumpido por el rugido que produjo su estómago.

- ¡Bien, estoy lista para perdonarlas! – gritó bastante ruborizada. Nadie contestó. Eso la enfureció hasta volverla roja, parecia que lanzaria vapor por las fosas nasales y dirigió su mirada al gato de Chesire que estaba tranquilo jugueteando con su larga y esponjosa cola.

- ¿Qué me miras? ¿Qué quieres, Alicia? ¿Una canción, una solución? ¡Pues busca bien en tu corazón, en tus recuerdos sin amor!

Alicia se echó de nuevo al suelo. Estaba tan harta que se durmió otra vez.

- ¡Sylvia, dame mi muñeca! – gritaba Alicia, con unos siete años de edad.

- ¡Es mia, tontalicia!- vociferaba Sylvia.

Sylvia era una niña de unos seis o siete años, de piel cetrina con pecas castañas en su nariz de cerdito, una niña rechoncha de cabello espeso y despeinado, con labios finos y ojos grandes y profundamente negros.

Alicia en el país de las pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora