Capítulo VII: El camino de las cartas y el rascahielo.

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Alicia despertó.

Tenía a Lucia a su lado y lo primero que hizo fue abrazarla.

- ¡Alicia! – dijo Lucia a su lado algo asustada, su corazón latía muy fuerte.

- ¡Te adoro Lucía, perdón por haberte estado tratando como una egoísta!

Soltó a Lucia y corrió hasta sus padres.

- ¡Mamá, papá lo siento, yo sé que solo quieren lo mejor para mi, los amo!

- Oh, Alici-

Alicia se quedó sonriendo, la cabeza le estallaba, ya no podía concentrarse en sus palabras. Sus padres se volvieron borrosos, y ya no oía más que murmullos. Cuando estaba por caerse hacia atrás, un chico la tomó de la espalda como acto de reflejo natural.
Sus padres acudieron a socorrerla rápidamente, buscaron agua y pastillas. El muchacho la llevó hasta la cocina y abrió las desmensuradas ventanas que estaban posicionadas frente a la mesada de mármol.

Alicia recién comenzaba a recomponerse y pudo notar que el joven tenia más o menos su misma edad, de cabellos rojos como un atardecer y de ojos calmados y tranquilos. Ella pensaba que él era muy atractivo y caballeroso.

- Alicia, te presento. Él es Charles, el novio de tu hermana.

Ella esbozó una sonrisa confundida, tomó el agua, miró su vaso y se durmió.

Cuando despertó, estaba bajo un árbol que apenas habia retomado su color verde, pero todavía no daba suficiente sombra, ni abrigo, ni refugio de la tormenta que había comenzado mientras ella dormitaba.

Alicia comenzó a caminar rapidamente buscando algun lugar para resguardarse de la lluvia, no había ningún árbol, ni alguna cabaña cercana. En su lugar, halló una carta de corazones con el número 10. La observó un par de segundos. La Alicia del mundo real decía que se podría ser peligroso, podría lastimarse o resfriarse si no buscaba refugio, pero la nueva Alicia del país de las pesadillas estaba ansiosa y emocionada por ver que se encontraría.

Corrió, eligió su destino. Se detenia en cada árbol y juntó unas veintisiete cartas de corazones. Pero había pasado casi un kilometro desde la última carta y no encontraba más nada. En su lugar sintió olor a café y parecía que su viejo compañero de estudios la llamaba. Acudió a toda prisa, y mientras más se acercaba, el cielo más se despejaba.

Para cuando llegó a una cabaña de madera, con colores y ornamentaciones muy extrañas. Giró para ver algo magnifico, el bosque se habia llenado de flores, de frutos, de árboles frondosos, de animales, de insectos, de aromas y cesped color verde manzana.

Alicia recordó que ese bosque estaba lleno de espinas, y para cuando miró sus piernas estaban rasgadas, heridas y ensangrentadas. Pronto, unas medusas voladoras con cuernos llegaron hacia ella. Se le acercaron y Alicia gritó.

- ¿Podemos ser tus amigas?

Alicia dijo que no. No dio explicaciones, no confiaba en ellas simplemente. Entró a la cabaña y allí estaba un hombre de unos dos metros y una liebre que como mucho media diez centimetros. Era una imagen chistosa.

- ¡Una invitada, feliz navidad, feliz no navidad! – vociferó el joven que usaba seis sombreros distintos en su cabeza, tenia una voz muy fina para su tamaño.

- ¿Qué?

- ¡Feliz año nuevo, feliz año viejo! – gritó la liebre con una voz ronca y gruesa – Cumpleaños y no cumpleaños, día de la diversidad y de la no diversidad, del hombre y la mujer, hermano y padre, niño y madre, adulto y recién nacido.

Alicia en el país de las pesadillas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora