Abrí mis ojos por una vez más en esa noche, no me había dejado a que el sol me carbonizara hasta volverme cenizas ¿Por qué? Seguía viendo la tapa de mi ataúd sin mucha expresión en el rostro, solo admirando en el lugar donde me encontraba. Termine por abrirla y dejar que la hermosa luz de las velas entrara dentro y iluminara la seda del color de la sangre en ese hermoso cajón de negro esmalte, veía a mis lados revisando la habitación en la cual me encontraba, las telas de la cortinas era de un hermoso color blanco casi amarillento por el paso de los años las cuales estaban cerradas, enfrente de mí se encontraba una hermosa chimenea con grabados de oro, estaba encendida –proporcionando una calor que no necesitaba- la chimenea poseía un hermoso color blanco platinado comparado con el de la luna más que encima de esta había un televisor pantalla plana.
-Con que modernizado, ¿eh?
Las paredes forradas con la imagen de la flor de lis en plata mientras que la base era de un azul medianoche, no había cama ya que en el centro de esa habitación estaba “mi” ataúd pero en los costados había un guardarropa en caoba.
Salí del ataúd prestado para caminar hacia una de las dos puertas que allí estaban ya que una debía de ser el baño, estire mi mano hacia el pomo de una para que se abriera paso a un vestíbulo con las paredes en marfil y la alfombra en negro mientras que enfrente y mis lados había varias puertas de caoba como la mía, termine por salir de ese cuarto, haciendo que el ambiente de ese lugar entrara a mi cuarto, estaba un cargado, una sinfonía para los sentidos de un vampiro, el aroma de sangre impregnaba el aire junto con el de la muerte y la lujuria, era tan delicioso y embriagante.
Me llamaba, me atraía, me encendía el alma que no poseía, me complementaba en todos mis sentidos y facultades y hacia que mis dudas de porque Alexander me había dejado con vida en vez de “castigarme” como lo había hecho cuando bebió mi sangre hasta dejarme moribunda y a merced de un sol que comenzaba a alzarse en el horizonte se dispersaran dentro de la bruma que creaba el olor.
Mis pies se movían solos por ese lugar como si lo conocieran aunque en realidad, si lo conocía y a la perfección para mi pesar. Seguía respirando el aroma que fluía limpio y cálido, mis ojos se volvían rojos mientras mis colmillos se alargaban, la sed en mi garganta se incrementaba y hasta me escocía como si fuera una herida abierta que necesitaba atención. Mis caderas también hacían un leve movimiento de lado a lado como si fuera una loba en caza buscando a su presa.
Llegue hasta la hermosa escalera en forma de caracol para descender a una velocidad insuperable entre los humanos, en ese gran habitación era representada una fiesta pero no una cualquiera… una de vampiros.
También se encontraban humanos que se movían de un lugar a otro guiados por un vampiro -llevándolos a su perdición- o simplemente solos esperando a que alguno apareciera a reclamarlos, ellos no lo sentían, el olor salino, agridulce y cálido que provenía de todos los lugares, la luna que se cernía con su luz era la única fuente lumínica a excepción de algunas velas distribuidas equitativamente, había música también, todo era tan perfecto.
-Disfrutando de la combinación de los sentidos, mon cherie –soltó con suavidad junto con un gruñido animal en mí oído, Alexander.
-Si… es perfecto –dije fría como un tempano de hielo pero como trasfondo en ese tono había una de delirio, deseo, lujuria, quería probar esa noche la sangre de ellos- siempre supiste como encender a un vampiro e incitarlo a la lujuria que se encontraba en la sangre, llenando sus sentidos hasta excitarlo.
-Puedes tomarlo como un don –susurro cerca de mi cuello y cuando lo sentí abrir la boca, mi mano fue directamente a su cuello apretándolo mientras gruñía como un animal.
-No te permitiere volver a probar. Solo una vez, NO mas –gruñí con fuerza por lo que pude palpar el miedo de las personas a mí alrededor, los vampiros ignoraban, las personas intentaban hacerlo.
-Los niños siempre se descarrilan y no agradecen el volverlos a reunir con su familia –me miro con frialdad y yo le devolví la mirada mientras nuestros ceños se fruncían.
-Me aleje de tu poder hace mucho, además, se quien es mi familia y esa no eres tu –lo solté para alejarme de él sin mirar atrás como una vez lo había hecho.
Llegue al centro de lo que se consideraba una pista de baile pero a mi alrededor los vampiros mordían sin discriminación alguna, deje que la luz de luna y velas me rodeara mientras comenzaba a moverme al ritmo de la música que rondaba en mi alrededor pero sentía una mirada clavada en mi nuca y sabia a quien pertenecía.
No había prestado atención a mi ropa anteriormente pero ahora que lo hacía llevaba un corset junto con un pantalón negro y unos botines con plataforma. Sentí unas manos posarse en mis caderas por detrás de mí, sonreí mostrando mis blancos y afilados dientes hacia enfrente para después rodar en mi eje quedando cara a cara junto con un chico de unos 27 años, cabello negro con los ojos en miel de contextura delgada pero con cierto musculo, ensanche mi sonrisa al verlo, comenzamos a bailar hasta que lo lleve hasta una esquina y allí le dimos inicio a lo que sería mi cena de esa noche. Fueron besos profundos deseosos y lujuriosos de su parte pero yo solo le seguía el dulce y trágico juego, cuando me encontré con su cuello abrí la boca para morderlo, bebía su sangre que en este caso era dulce tenía un sabor suave, el pobre había estado drogándose pero eso no hacia menos apetitosa mi comida.
El paseaba sus manos por mi cuerpo desapercibido de lo que yo le estaba haciendo, parecía como si estuviera soñando, lastima y pobre alma, sentí los últimos latidos cuando lo deje deslizarse por la pared y terminar sentado en el piso como si durmiera cuando en realidad moría. Agradecí la comida una vez que él había pasado a un lugar “mejor” para después dejar su cuerpo sin vida y ahora frio y vacio de vitalidad en la esquina, donde después seria recogido e incinerado.
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Perdidos
Vampiros¿Perdida? No lo estaba. ¿Sola? Lo estaba. ¿Me buscaban? Pensé que nunca lo harían y mucho menos aquel ser que llego a abrir mis ojos. Angelique D'Fonte se encuentra en París, la tierra que la vio nacer, morir y revivir como lo que era, nunca pensó...