Un encuentro desdeñoso

399 21 1
                                    

Sentí el golpe de mi espalda contra la pared de cemento y tejas blancas un tanto amarillentas que había vislumbrado con antelación antes de que él realizara su acción, me pude haber defendido de su ataque pero no le vi la mayor importancia, suspire mientras sentía como soltaba aire cerca de mi cuello para después deslizar su nariz rozando la punta de esta por la largura de mi garganta hasta mi mentón para terminar de alzar la vista hasta encontrarse con mis ojos.

Vi aquellos ojos que no había vuelto a presenciar desde hace 50 años, los mire con dureza. No podía creer que él había vuelto y mucho menos que estaba allí aguantándome las manos a los lados de mi cabeza como una muñeca de trapo, apreté mi boca en una línea dura mirando sus facciones cuando la luz de la luna se las iluminaba y alejaba las sombras, no tenía ningún cambio –era prácticamente imposible- no se perdía la esperanza. Su cabello de un color rubio con destellos en plateado brillaba gracias a la luna, sus ojos de un color morado oscuro con destellos en verde manzana se veían dulces e esperanzados mientras que los míos debían de ser lo inverso a la representación de sus ojos.  

Lo miraba directamente a los ojos sin ninguna expresión en ellos esperando a que el respondiera la pregunta que le había hecho antes de su ataque contra mi persona.

-Es bueno volver a verte, pequeña hija mía –susurro de forma suave, nunca aparto la mirada de mis ojos como si esperara otro sentimiento de mi parte que no fuera el de amargura, no obtendría otra cosa que esto.

-No digo exactamente lo mismo, padre –respondí altanera como la chica que me había cenado hace poco rato.

-Es una lástima escuchar eso de tu parte –me soltó las manos para después acariciar mi mejilla con sus nudillos pero le golpe la mano alejándola de mi con brusquedad- respondiendo a tu anterior pregunta, vine nada más que a vislumbrar de nuevo las calles del Paris –se le notaba un poco molesto por lo que había hecho pero su mirada se volvió a relajar.

-¿Por qué debería creerte cuando muchas veces has mentido mientras tus intenciones eran otras? Te conozco lo suficiente, Alexander, conmigo no puedes jugar aunque quieras.

¿Que tanto me veía? Es como si me estuviera analizando desde cada ángulo, probándome, viendo cada parte de mí, viendo si seguía siendo la niña que lo había dejado después de que se había enterado de que solo era una pieza más de sus juego.

-Ciertamente me conoces a la perfección pero esta vez esas son mis intenciones, te lo juro, mi hermosa Angelique –sonrió de lado enseñándome uno de sus largos colmillos blancos que relucían gracias a la luna, era la sonrisa que me había entregado hace años y una en la cual no pensaba volver a caer después de mucho.

-Tus encantos, hechizos, voodo, brujería, lo que utilices para jugar con las personas más que todo con las mujeres, ya no sirven conmigo que eso te quede claro –coloque una de mis manos en mi cadera mientras estiraba un pie aunque podía llegar a ser una estatua viviente era costumbre moverme cuando estaba en la calle.

-Lo sé ¿Crees que he olvidado cómo eres… o eras? No lo he hecho, mon cherie –las palabras en francés habían sido susurradas con sensualidad que era propia de un Don Juan, el tenia mucha practica si no mal recordaba desde que era humano hasta que se había vuelto un vampiro conservaba esa cualidad y característica cosa que utilizaba mucho cuando iba de casería a los bares o clubes.

-¿Eso es todo por lo cual apareciste? –me cruce de brazos ya cansada de eso.

-Solo una cosa más…  

Volví a quedar pegada contra la pared pero en esta ocasión mi espalda se había arqueado en señal del duro y doloroso golpe que había recibido, este había dolido más que el anterior y en consecuencia la pared se había agrietado levemente bajo de mi. Sentí la humedad de su lengua cruzar mi yugular -lugar que ya no necesitaba para vivir- apretaba su cuerpo contra el mío pegándome contra el muro y el, quedando en el medio de ambos, mientras que mis manos habían sido sujetadas de nuevo a los costados de mi cabeza para impedir que lo empujara o tratara de liberarme más que una de sus piernas estaba en el medio de las mías.

Su lengua dejo a su paso una línea de saliva que se enfriaba lentamente, término por clavar sus colmillos en mi blanco cuello haciéndome estirarlo hacia atrás pegando mi cabeza contra el cemento de la pared, cerré los ojos con fuerza mientras el succionaba mi sangre combinada con la de la virgen cuyo cuerpo había dejado en el puente, sentía mi cuerpo comenzando a responder al de el como hace muchos años lo había hecho pero no podía volver a pasarme. “¿Qué tenía el tan especial que lo devolvía a la vida?”

Pego más aun su cuerpo sin dejar un centímetro de separación entre nosotros -como si eso hubiese sido posible antes-, lo sentía, cada parte de su cuerpo bien formado y mejorado por su conversión lo sentía pegado sin un lugar que no fuera tocado o reconocido por mi cuerpo a pesar del paso del tiempo. Me comenzaban a pesar los ojos al rato y en ese momento fue cuando él se había separado de mi.

Me deslizaba hacia abajo apoyada en la pared por la falta de sangre en mi sistema, suspire con pesadez mientras lo veía, “el muy maldito me había arrebatado mi sangre para después dejarme más débil que una hoja al viento”.

Subí mi mirada encontrándome con la de el expectante ante como estaba mi estado en ese momento, apreté la mandíbula molestaba por lo que el muy bastardo había hecho.

-Eso debería darte una idea de lo que le hiciste a la chica en el puente –dijo con voz trémula sin apartar los ojos de mi, como cuando nos habíamos encontrado hace ya unas horas- te enseñe hace mucho que debías respetar a tu presa y no tratarla nada mas como una basura o una botella después de ser usada.

-Como si eso importara una vez que la matas o una vez que las utilizas –dije con una voz burlona y un tanto desecha por el estado que presentaba- cuando deja de respirar se ve arrastrada a un lugar que nosotros nunca podremos tocar ni presencias ni mucho menos admirar, además, era virgen lo tiene más que asegurado de acuerdo a esas creencias.

-Siempre tan ausente al daño que haces y mucho menos consiente a ti misma – sus palabras se habían escuchado lejanas, mis parpados se cerraron sin mi consentimiento pero aun seguía consiente mientras que mis sentidos adormilados, lo último que sentí fue aquel sentimiento de aviso que posee cada vampiro el anuncio de que el sol saldría en unos minutos. Termine de perder contacto con mi cuerpo como para escapar a un lugar donde no me quemara pero finalmente quede dormida y a la deriva de un sueño que era un torrente de memorias pero mi último pensamiento –coherente- fue… “¿Me abandonaría para morir en ese momento o… viviría?” 

PerdidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora